Si eres capaz de comprender la trascendencia de vivir dentro de las líneas de justicia necesarias en un mundo injusto, no te va a quedar más remedio que convertirte en un buscador de justicia, un vocero que grita por justicia. Si echas fuera de ti el individualismo egoísta que impide pensar en los demás, tienes muchas posibilidades de convertirte en un ejemplo de buscador de justicia y tu grito puede resonar en un mundo injusto.
Si quieres vivir la vida cristiana desde una fe que admite su dimensión social en relación con los otros, con el prójimo, estás en vías de poder ser uno de esos buscadores de justicia, en una voz que grita contra la opresión y marginación del prójimo.
Ser un buscador de justicia, un vocero de Dios, nos va a habilitar para poder vivir el cristianismo que entiende, como ningún otro sistema de pensamiento, las exigencias de la justicia. Ahora bien, sólo los valientes son capaces de renunciar al individualismo y comprometerse en un grito por la justicia. Lo que pasa es que si no somos valientes y nos quedamos asentados en la cobardía, callados y en el pecado de omisión, corremos el riesgo de alejarnos del Reino de Dios y de sus valores justos. Hay que elegir. Yo te diría: elige ser un buscador de justicia y grítalo a los cuatro vientos. Que no se apague tu voz y no cese tu acción solidaria y de servicio. Es la única forma de caminar junto al Maestro.
El mundo es injusto. ¡Grítalo! El sistema mundo es una especie de sociedad estructurada por aquellos que se han podido aupar pisando a los más débiles y han programado el mundo desde sus intereses estructurando valores tales como la riqueza como prestigio, cuestión que es un valor antibíblico. Vocéalo, no calles. Grita contra la antítesis de los buscadores de justicia.
A los que han acumulado, agrandado y llenado sus almacenes, muchos les veneran y les rinden pleitesía, cuando la Biblia les llama torpes, tontos, necios… y les condena. ¡Grita contra ellos!
La Biblia valora a los sencillos que no confunden los medios con los fines y que saben que la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que poseen. Son los únicos capaces de convertirse en buscadores de justicia y en voceros de Dios. ¿Dónde estás tú? ¿Dónde estamos cada uno de nosotros?
Si queremos ser cristianos, ya sabemos donde tenemos que posicionarnos, no sea que nos pase lo que al joven rico que se quedó con si riqueza y con su tristeza, mudo ante su impotencia de cumplir con las exigencias del Maestro. Dice el Evangelio que este joven que no pudo aceptar las recomendaciones de Jesús para llegar a ser un buscador de justicia, se fue triste con una doble carga: la de la riqueza y la de la tristeza. Dos cargas que se suelen acompañar en el camino de la vida aunque, aparentemente, el rico esté rodeado de fiesta y de lino fino.
Os pregunto: ¿Se puede ser un religioso, un cumplidor de normas eclesiales, un asistente a cultos y oidor de sermones dando la espalda a la injusticia del mundo? Puede que sí. Lo que no se puede ser es un cristiano. El seguir al Maestro significa comprometerse con el hombre que sufre, con los marginados y proscritos de la tierra. Clamar por justicia para ellos y convertirse en la voz de los que les han sellado su boca. Seguir al Maestro significa convertirse en un buscador de justicia que gritan por el mundo contra toda opresión.
La Biblia nos dice que hagamos justicia casi siempre en relación con los colectivos marginados que aparecen en el texto bíblico. ¿Qué es esto? ¿Qué es ser buscador de justicia?
¿Qué es ser un vocero de Dios? Es ponerse de parte de los sectores más débiles de la sociedad y gritar contra la injusticia prestándoles nuestra voz. El que quiera ser buscador de justicia y ser así discípulo de Jesús, tiene que ponerse de parte de los empobrecidos y robados de dignidad. Ser un vocero de Dios. Ser buscador de justicia es querer ser la voz de los sin voz, convertirse en defensor de los proscritos, de los débiles del mundo, de los indefensos, de los abandonados al lado del camino. Es mancharnos las manos en la ayuda, comprometernos con nuestra voz, con nuestro grito y con nuestra acción, ponerse al lado de los desclasados, de los excluidos, de todos aquellos que han sido reducidos a la infravida y al no ser de la marginación. ¿Te atreves a decirle al Señor que tú quieres seguirle, ser su vocero, ser uno de los buscadores y hacedores de justicia?
¿Sabes una cosa?
En la medida que te vas convirtiendo en un buscador de justicia, te vas acercando, vas convergiendo con la justicia de Dios. Él también te hará justicia a ti, te justificará en el más amplio sentido teológico, espiritual y también social de la palabra.
Quizás te digas a ti mismo que tú no tienes la fuerza ni eres capaz de hacer que cambien las leyes de una sociedad injusta. Que tu grito no llega a tanto, que tu voz se silencia en medio de tantas injusticias. No se nos pide que seamos guerrilleros que luchan por la justicia, no se nos pide que hagamos violencia física a los legisladores, a los acumuladores del mundo.
Nuestra violencia está en la voz, en nuestro grito por justicia, en el ejemplo de vida, en las prioridades que tenemos los cristianos, en nuestro testimonio vital, en el sacar a la palestra pública los valores del Reino, valores que no sólo hemos de predicar, sino vivir dando ejemplo de vida compartiendo la vida, el pan y la palabra.
Tenemos que ser voceros de un Dios que clama por justicia. Tenemos que renunciar a estilos de vida propios de los que dan la espalda a lo justo y saber vivir sabiendo que la vida no consiste en la abundancia de los bienes que poseemos, sino más bien en los bienes que compartimos y en las lágrimas que podamos secar. Es la única forma de que los buscadores de justicia sepan vivir en cierta austeridad a favor de los demás.
Los buscadores de justicia son los profetas que el mundo necesita hoy, los colaboradores del Maestro, los voceros del reino que hacen que su voz llegue tanto a los palacios como a los focos de pobreza donde la injusticia reducido a la infravida a tantos seres humanos.
No, no, no. No pienses en ser uno de los justificados por Dios sin que hayas tenido nada que ver con la búsqueda de justicia en el mundo. No, no, no.
No pienses ser uno de los apartados de Dios para él, uno de sus santos escogidos, si das la espalda a la injusticia del mundo y callas ante el escándalo de la pobreza. No, no. No. De ninguna manera. Te puedes encontrar con una frase que te haga temblar: Al no buscar justicia, por mí no lo hiciste. Me dejaste tirado en medio de los gritos de los reducidos al no ser de la marginación social que causa la injusticia de un mundo desigual.
Anímate a ser un buscador de justicia, una voz de Dios, voz profética comprometida con Dios y con el hombre para que, realmente, puedas ser una persona que puede vivir la espiritualidad cristiana en paz, justicia y santidad.
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