Los hombres tienen miedo, los hombres sufren. Verdad incontrovertible. Sin embargo, no voy a hacer un estudio de las características del miedo o de las del sufrimiento. De hacerlo, lo haría mejor sobre el sufrimiento que sobre el miedo. En CLIE publiqué hace ya años el libro: “
Sendas de sufrimiento” que se ha leído tanto en España como en Latinoamérica. Es un libro sobre el sufrimiento en sí y, específicamente, sobre el sufrimiento de los pobres y los colectivos en exclusión social.
Sin embargo el miedo sigue llamando a muchas puertas. ¿También en el mundo rico? Hoy voy a escribir sobre estos temas del miedo y del sufrimiento situándolos en el contexto del mundo dual en el que vivimos. Un mundo de riqueza que abarca a un veinte por ciento de la humanidad y un mundo de pobreza en donde a la cola de todos están los que viven con menos de un Euro diario y el mundo de los hambrientos. ¿Dónde hay más miedo, dónde más sufrimiento?
¿Puede ser que, a pesar de todo, haya más miedo en el mundo rico que en el mundo pobre? La respuesta veremos que podría ser afirmativa. Muchos ricos tienen miedo. Sin embargo no hay duda de que en el mundo pobre hay más sufrimiento.
¿Miedo? ¿A qué? ¿A qué tienen miedo las personas que viven en medio del mundo rico rodeados de todo tipo de bienes y servicios? ¿Cuáles son los temores que rondan por la existencia de los que se encuentran en medio del mundo de los integrados en el sistema económico? ¿Acaso se generan miedos en torno a la posible pérdida de privilegios? ¿Tenemos miedo a la pérdida del empleo sea éste del tipo que sea? ¿Se genera inseguridad y miedo en las sociedades del bienestar en donde están acumulados los capitales? ¿Cuántas personas en el seno de las sociedades ricas tienen miedo a perder todo aquello que les mantiene en una especie de dignidad lustrada por el dinero? ¿Acaso tampoco son felices las personas integradas en las sociedades del bienestar? Podría darnos risa, pero el miedo mina los corazones y apaga las furtivas sonrisas de muchos de los integrados en el sistema mundo.
El miedo enferma. Los temores de las sociedades ricas o, si se quiere, de las civilizaciones del miedo, son causantes de muchas dolencias. El miedo a perder el estatus social, a perder el empleo, el pánico a perder el respeto o la aceptación de los triunfadores, el miedo al fracaso, nos pueden llevar a experiencias humanas muy negativas y duras: depresiones, estrés inaguantable, problemas cardiovasculares, infartos, miedo al futuro, vacíos existenciales que no se pueden llenar con la abundancia económica, sinsentidos de muchas cosas que debieran ser esenciales en la vida, prisas, horas y horas de trabajo, falta de sueño con todos sus problemas, poca relación con los hijos y la familia. Hay muchos temores en nuestras sociedades del bienestar que las convierten en civilizaciones del miedo. El temor y el miedo se pasean entre las civilizaciones ricas y sociedades de consumo con su negra bandera de dolor desplegada.
¿Qué pasa con los pobres, en los países subdesarrollados? ¿A qué pueden tener miedo? El mundo pobre conforma lo que podríamos llamar la civilización del sufrimiento: hambre o mala alimentación, escasez de medicinas, muertes prematuras de niños, mujeres que mueren al dar a luz, falta de capacitación, abundancia de muchos hombres y mujeres que ya son como un sobrante humano en donde no tienen ya nada que esperar. Para ellos no existen los temores del primer mundo. Sufren, pero quizás no tienen los miedos que se dan en tono a las sociedades de consumo insolidarias con los desposeídos.
El miedo nos puede poner nerviosos, hacernos más agresivos, peores personas. Quizás sea otra especie de sufrimiento en un mundo desequilibrado en donde pocos son felices. Será que el egoísmo humano nos impide luchar contra estos modelos sociales y transformarlos para que todos podamos salir ganando y eliminar tanto los miedos irracionales que nos atacan a unos, como el sufrimiento que atenaza a otros. Es una sociedad loca en la que la erradicación de la pobreza o del sufrimiento de los pobres, pasaría por la eliminación de las acumulaciones de riqueza que se dan en las civilizaciones del miedo.
Cuando hacemos esfuerzos por erradicar el sufrimiento de los pobres, por erradicar la pobreza del mundo, pero no hacemos ninguno por erradicar los sobrantes de las sociedades de consumo, estamos haciendo esfuerzos un tanto inútiles. Sin renuncias en el mundo rico no podremos eliminar el desigual reparto que da miedo a algunos y que hace sufrir a tantos otros.
Si muchos estuvieran dispuestos a renunciar a sus niveles de riqueza, a ser menos ricos a favor de otros, quizás estaríamos en el camino de aliviar las problemáticas del mundo. La concentración de riquezas en pocas manos en unas sociedades determinadas, es un problema que conduce a los miedos y a los sufrimientos de los que estamos hablando.
Los hombres en el mundo no son felices. Mueren sin encontrar la felicidad. No se aplican los valores del reino que irrumpe en nuestra historia con la venida de Jesús al mundo.
La solución pasa por un mayor equilibrio en la distribución de los bienes, mayor solidaridad humana, en donde las sociedades ricas con su civilización del miedo dieran un paso buscando ser un poco menos ricos a favor de tantos pobres sufrientes en el mundo.
Hay que eliminar, miedo, erradicar sufrimientos. Intentar vivir todos con lo necesario, pero eliminando lo superfluo. Así podríamos intentar de pasar de la civilización del miedo o de la del sufrimiento a una nueva civilización de lo necesario en lo que todo esté solidariamente compartido.
El dedicarnos de forma insolidaria a crear riqueza que se concentra en ciertos lugares o personas, no es suficiente.
Si no hay una mejor redistribución de esa riqueza, caminamos hacia un mundo de ricos muy ricos y pobres muy pobres, siendo estos últimos tan incontables como la arena del mar. Ricos muy ricos rodeados de aquellos que se integran en esas sociedades de riqueza y contagiados por el miedo. Miedo en los sentidos que hemos comentado antes. Por otro lado, pobres muy pobres que sufren pero sin miedo a perder lo que tienen porque no tienen nada.
Los cristianos sabemos que la erradicación de la pobreza en el mundo es un problema en relación con la defensa de la projimidad, con el amor al prójimo, temas centrales en la Biblia y que deben ser centrales también en la experiencia cristiana, en la vivencia de la espiritualidad de todos los cristianos. Quizás así también nosotros, los creyentes, eliminaríamos miedos, sufrimientos y haríamos que en el mundo reinaran y arraigaran con más fuerza los valores del Reino.
El tema del prójimo tirado al lado del camino, robado, apaleado y herido es un tema teológico que está en relación con estas problemáticas del mundo. Al compartir riqueza haciéndonos todos un poco menos ricos, desaparecerían tanto los miedos de las sociedades opulentas como los sufrimiento de las comunidades pobres. Mientras existan tantos condenados económicos en la tierra, los ricos tampoco tendrán salvación. No serán felices y estarán atacados por miedos y temores sin fin. La felicidad está relacionada con el compartir, con un mejor reparto de los bienes del planeta que pertenecen a todos los humanos. ¡Gritad esto, cristianos del mundo! Quizás seamos el colectivo más capacitado tanto para eliminar miedos, como para erradicar sufrimientos inútiles.
Si quieres comentar o