El artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos plantea el tema de que toda persona tiene derecho a “la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”. Para poder disfrutar de estos derechos económicos, sociales y culturales, es imprescindible acceder al derecho al desarrollo de los pueblos y de las personas.
Muchas veces, los programas de los países ricos que se implican en la cooperación al desarrollo de los países más pobres van imponiendo un tipo de desarrollo en el cual los pueblos y los individuos son más objeto de un desarrollo guiado desde arriba, concepción del desarrollo que impide que los pobres sean también el sujeto de la gestión de su propio futuro.
Los pueblos y las personas tienen que ser sujetos de su propio desarrollo actores participativos en la gestión de su propio porvenir.
No valen las políticas de tipo dictatorial que proclaman que todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Deben ser beneficiarios de las políticas de cooperación al desarrollo pero, a su vez, sujetos activos, participantes directos y responsables, gestores de su futuro. Solamente así podemos hacer ciudadanos libres y responsables de su propio desarrollo.
Es por eso que las ayudas a la cooperación al desarrollo no deben ser nunca solamente asistenciales, sino buscadoras de justicia y de dignificación y capacitación de los pueblos. Es por eso que para que el desarrollo pueda ser participativo, para que sean sujetos y no objeto de desarrollo hay que trabajar mucho en políticas educativas, de capacitación, de formación para conseguir personas con más cualificación intelectual y técnica.
La educación y capacitación de los pueblos es lo que va a hacer que se pueda llegar a conseguir que éstos, y las personas en su ámbito individual, lleguen a ser sujetos en la gestión de su propio futuro, gestores y actores participativos, ciudadanos libres y responsables de su propio desarrollo… No debemos tener miedo ninguno a crear competidores.
El problema que se nos presenta en el trabajo de cooperación al desarrollo de los pueblos, es que si queremos exigir educación de los pueblos en vías de desarrollo no sólo en el campo intelectual, sino también en el desarrollo de lo que puede ser una educación de tipo cívico en donde los pueblos vayan adquiriendo virtudes necesarias para gestionar su propio desarrollo en torno al orden, disciplina, puntualidad… etc., se necesitan también apoyos directos en el campo económico.
Es el propio desarrollo económico el que va a crear el sustrato donde nazcan las virtudes cívicas. No se puede alegar que es imposible el desarrollo económico porque se carecen de la educación cívica necesaria. Se deben trabajar simultáneamente ambas cosas, sabiendo que las virtudes cívicas no se desarrollan sin aportaciones económicas importantes para el desarrollo económico de los pueblos.
El propio desarrollo económico el que va a ir posibilitando el nacimiento y crecimiento de todas esas virtudes. Lo decimos porque hay muchos actores sociales y económicos que pueden culpar a los pobres de carecer de esas virtudes cívicas, considerarlos inferiores e incapaces de acceder al auténtico desarrollo, y, en última instancia, terminan culpando a los pobres de su situación de pobreza y miseria, de su situación de subdesarrollo. Terminan culpándoles de su propia pobreza.
Muchas veces no se entiende bien, desde los países ricos, el proceso que han de seguir para que los pueblos lleguen a tener ese desarrollo en el que se sientan sujetos activos de su propio futuro. Para que los pueblos puedan ir adquiriendo una educación cívica e intelectual, se necesita inversión económica fuerte en la cooperación al desarrollo de los pueblos. Va a ser el propio desarrollo económico el que va a ir creando la base y las condiciones para que se desarrollen también todas las virtudes cívicas, y no sólo intelectuales, para que los pueblos puedan ser los gestores directos, los sujetos de su propio desarrollo.
Nunca se debe culpar a los pobres de ser culpables de carecer de ciertos valores cívicos y pensar que el desarrollo económico es imposible entre ellos por carecer de estas virtudes. Todo esfuerzo que se haga en una educación cívica indispensable, tiene que ir unida a las ayudas para el crecimiento económico.
También, el desarrollo de los pueblos va a necesitar potenciar las dinámicas políticas imprescindibles, que se deben ir creando en la medida que se potencia su desarrollo económico. Dinámicas políticas imprescindibles para que los pueblos y los individuos se vayan sintiendo no sólo objeto, sino sujetos partícipes en la creación de su propio futuro. Aquí es donde se podría entrar en el desarrollo de los Derechos Humanos, en ir trabajando en crear las garantías jurídicas necesarias en la línea de los Derechos Humanos y las garantías humanas en cuanto que se trata de personas con igual dignidad y hechas a imagen y semejanza del Creador, garantías humanas que se van a fortalecer si los cristianos trabajamos desde los valores del Reino.
Todo esto puede parecer un tanto abstracto, pero en el fondo se trata de trabajar en la línea del mandato de amor al prójimo que nos dejó Jesús, en la línea de projimidad que nos ha dejado el Evangelio como un mandamiento. Es trabajando desde estas sensibilidades que se va a poder ir creando todo un desarrollo integral en donde los pueblos se sientan gestores participativos de su propio desarrollo y se vayan creando los valores cívicos, políticos y democráticos que hagan posible un desarrollo humano y económico que garanticen la dignidad de las personas.
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