La naturaleza no se nos ha dado para usarla irresponsablemente como una fuente inagotable e ilimitada de recursos naturales para el crecimiento económico. Esto es una trampa del dios de las riquezas a quien hay que matar.
La trampa de este dios inhumano se extiende hasta en las argucias para interpretar algunos pasajes bíblicos. Hay que dejar de interpretar el pasaje del Génesis:
“Llenad la tierra, y sojuzgazla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”, como si la naturaleza se nos hubiera dado para usarla irresponsablemente. Son trampas satánicas. Es el engaño en el que caemos al seguir al dios de las riquezas. Hay que matar a este dios Mamón que se introduce por las rendijas de los muros de las iglesias como contravalor a los valores solidarios del Reino.
A todo esto hay que añadir al concepto de que el hombre sólo debe usar y gastar lo necesario e imprescindible para vivir con dignidad, las ideas de justicia interhumana de la que nos habla la Biblia, pues la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Nunca hay que confundir el ámbito del ser con el ámbito del tener y del consumir. Otra de las trampas del dios de las riquezas. Es la confusión a la que nos quiere llevar Mamón el dios contra el cual debemos dirigir nuestras flechas y nuestras invectivas. Hay que matar al Mamón que todos llevamos dentro para renacer a una nueva vida alejada del egoísmo insolidario.
Los Derechos Humanos también van contra las trampas del mamonismo y también dispara contra él buscando su destrucción con argumentos solidarios:
“Toda persona tiene derecho a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”. El mamonismo, con sus injustas redistribuciones y acumulaciones desmedidas de bienes, está en contra de este derecho humano. El mamonismo es un valor demoníaco. Hay que matar a Mamón y enterrarle para siempre.
Por tanto, para matarle se necesitan como armas toda una inversión de valores, de perspectivas, una inversión de prioridades que, para realizarla, tenemos que unir a los valores del Reino y a los Derechos Humanos todas las perspectivas ecológicas y de cuidado de la tierra. No tenemos otras armas ni podemos usar otras violencias.
Las armas contra Mamón deben ser fundamentalmente armas espirituales, intelectuales, éticas, armas que nos llevan a la protección del hombre y de todo viviente sobre la tierra siguiendo las líneas del Dios verdadero para quien la vida no cosiste en la abundancia de los bienes que posee. Mamón disfruta con el saqueo irreverente que hacemos del planeta tierra y se alía al hombre cuando éste se convierte, como se ha dicho, en el Satán de la tierra. No queda otro remedio que matar a este dios irreverente e inhumano.
Si nos preocupamos de los Derechos Humanos en el marco de la espiritualidad cristiana, del Dios verdadero, no lo hemos de hacer solamente desde una perspectiva antropocéntrica, sino más integral abarcando los derechos de la tierra, de la naturaleza, de la creación a la que Dios ama. En los valores bíblicos el hombre se encuentra unido a la creación y su despojo acaba siendo el despojo de los hombres privándoles de dignidad humana, dignidad que sólo se mantiene uniéndola al trato digno que dé a toda la creación. Mientras cuidamos de la tierra, algo del dios Mamón estamos también eliminando. Mientras buscamos un desarrollo sostenible, estamos matando las características del dios Mamón.
Dando la espalda a Mamón y poniéndonos de cara hacia el Dios verdadero, nos debe preocupar la superpoblación humana a la que hay que alimentar justamente y con un reparto igualitario de los bienes del planeta tierra. Si eso se consigue, estamos matando a este dios de las riquezas. En la medida en que avanzamos preocupándonos por el agotamiento de los recursos naturales, muchos de ellos no renovables, estamos debilitando a este maligno dios. Eso es ganar parcelas de poder a la fuerza destructiva del dios der las riquezas; nos deben preocupar la escasez y el agotamiento de las fuentes de energía, del agua. Sólo trabajando y triunfando en todas estas estrategias podremos eliminar a mamón para siempre.
El triunfo de Mamón comportaría la destrucción del planeta tierra, su agotamiento; debemos estar atentos si queremos que se cumplan con los Derechos Humanos del hombre, en especial el de la alimentación. Mamón disfruta con los banquetes de unos pocos y con el hambre de más de mil millones de personas en el mundo. Hay que matarle y expulsarle de nuestras vidas.
Nos debe preocupar el cambio climático, la contaminación del medio ambiente, de la tierra, el desequilibrio y degradación de los ecosistemas, el control de los residuos, la pérdida de biodiversidad. Si lo conseguimos eliminando el egoísmo y el gasto sin límites de las sociedades de consumo, estamos eliminando al dios Mamón y dando cabida en nuestra historia al Dios verdadero. Estamos convirtiéndonos en colaboradores de Dios en el cuidado de su creación.
Si no solucionamos esos problemas y nos quedamos en el marco del mamonismo, será imposible trabajar por el derecho humano a la alimentación y a un nivel de vida adecuado que asegure una vida digna a los siete mil millones de habitantes del planeta tierra. Será el triunfo del dios maligno llamado Mamón o el dios de las riquezas.
Así, pues, hemos de eliminar la fuerza del dios Mamón. Debemos defender los valores bíblicos que reivindican la dignidad de los hombres hasta el extremo de sacar a los últimos, a los desheredados, a los privados de trabajo y de salario digno, a los proscritos de la tierra, a un primer plano. Es otra de las inversiones de valores que hay que hacer, junto a la inversión de la perspectiva de integrar el desarrollo económico dentro de los límites razonables del medio ambiente. Anímate a eliminar a Mamón de tu vida, de la faz de la tierra.
Los cristianos debemos clamar por justicia y luchar por el derecho humano a la alimentación. El derecho a comer, está en contra del derecho a derrochar, derecho que reclaman los mamonistas. El problema actual en el mundo hoy, no es la imposibilidad de producción de alimentos que con la agricultura industrializada y el empleo de máquinas es posible. Defender el derecho de todos a comer, es lanzar dardos contra el dios de las riquezas.
El dios Mamón nos va a llevar a la injusta redistribución de los bienes del planeta tierra, conquista de este perverso dios. Nos va a llevar a las problemáticas de la llamada
“revolución verde”, que serían los derroches del agua, bien escaso, la contaminación de las capas freáticas, el recalentamiento de la tierra y, en muchos lugares, su desertificación. A Mamón le gusta reinar entre unos pocos, egoístas e insolidarios, que vuelven la espalda al dolor de los empobrecidos de la tierra y a los dolores de parto de nuestro planeta.
Preocuparnos y trabajar por todo esto de espaldas a las órdenes del dios mamón es alinearse también con el Programa de Jesús. Jesús fue humano, muy humano, tan humano que el auténtico lugar sagrado para él en la tierra era el propio hombre. Sólo en la defensa de estos valores podremos derrotar al dios Mamón, al dios de las riquezas al que hay que matar de una vez para siempre.
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