La dignidad de las personas es el fundamento básico de los Derechos Humanos. Así, debemos afirmar, una y otra vez, que los Derechos enunciados por las Naciones Unidas se basan en el reconocimiento de la dignidad que es inherente a todos y cada uno de los miembros de la familia humana. Los que no respetan o roban la dignidad humana se convierten, de inmediato, en juguetes de las trampas del dios Mamón, sus muñecos diabólicos.
Así decimos a estos conversos en rotos juguetes del oro: el que la familia humana sea destinataria de estos derechos, todos y cada uno, así como todos y cada uno de los miembros de esta familia, no se debe a nuestra situación social, ni económica, ni de procedencia de raza o situación cultural, no se debe a ningún mérito humano ni a ninguna acumulación de méritos… se debe al simple, pero importante hecho, de ser miembros de esa familia humana, al hecho de ser personas. Es más persona y se arraiga más en el ser aquel que no se deja manipular por el despersonalizador efecto del tener, de la búsqueda de las riquezas como fin. Éstos yerran precipitándose por el abismo que conduce a los avernos del dios de las riquezas como juguetes destrozados por la fuerza de un dios injusto.
Por tanto, el ser destinatario de esos derechos no se debe a ninguna cualidad especial de nadie y, por ello, hemos de afirmar que no se pierden bajo ninguna circunstancia, ni con el paso del tiempo, ni por ser mejores o peores personas, ni por el ataque despersonalizador de los adoradores del falso dios de la codicia. Ni los más fuertes muñecos diabólicos del dios mamón pueden destruir la dignidad humana.
Así,
los DDHH son concreciones muy específicas de necesidades y protecciones que se derivan del hecho de pertenecer a la familia humana, por el hecho de ser personas. Si hay derechos que no se cumplen, hay necesidades derivadas de la dignidad humana que se pisotean con las pezuñas del becerro de oro.
Estas restricciones de coberturas de aplicaciones de los Derechos Humanos que se derivan de las trampas de los muñecos rotos manipulados por el dios de las riquezas, pues el poder económico y sus corrupciones y desequilibrios están a la base de estas restricciones, estos incumplimientos, se pueden considerar, quizás hablando de una manera impropia, pues la dignidad no se le puede quitar a nadie, robos de dignidad. Así, el dios Mamón es un ladrón de dignidad de los empobrecidos de su sistema mundo. Ladrón de dignidades.
Este dios-demonio del sistema mundo es el que lleva a sus fieles al consumismo, a la alienación y a caer en brazos-trampa de ese dios maligno, brazos en los que se enredan los atrapados por el dios Mamón que los convierte en esos muñecos rotos o juguetes diabólicos en manos de ese dios-demonio que controla las estructuras económicas injustas.
Por eso es importante ver cuáles son las auténticas necesidades que se deben cubrir desde el cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Nosotros los cristianos debemos saber lo que nos enseñó Jesús para liberarnos de las trampas satánicas aliadas con el terrible Mamón:
“La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”. Por tanto, si somos realmente seguidores del Maestro, es muy difícil que caigamos en la alienación que produce el caer en las garras del dios de las riquezas, del dios Mammón.
“No me des riquezas ni pobreza, mantenme el pan que he menester”, dice otro texto bíblico. Frases que deberían estar en la cabecera de nuestras camas, de nuestras vidas como antídoto al caer como muñecos diabólicos o juguetes rotos en manos de ese dios que ofrece bendiciones que son crueles y despojadoras de más de media humanidad. No te humilles al oro, no seas ni su amante ni su amado.
El antídoto contra este falso dios que nos ofrecen los Derechos Humanos se refleja en su artículo 25, punto 1, que dice:
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en espacial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”. Necesidades básicas que los aliados de Mamón, sus juguetes diabólicos, no deberían nunca eliminar de forma un tanto asesina.
Fuera de estas necesidades básicas, cuando se quieren cubrir muchas otras necesidades creadas por los alienados del falso dios como son el consumismo desmedido y el deseo de acumular bienes y servicios sin límite, los disfrutes innecesarios y que despojan a otros privándoles y robándoles dignidad, se está dejando uno manejar por las trampas del dios de las riquezas, del dios Mamón.
Nos creamos necesidades falsas, deseos ficticios que no son necesarios, pero que empobrecen y eliminan los derechos básicos de otros. Nos convertimos en los alienados del dios Mammón que nos lleva a valorar la riqueza como prestigio y a cambiar todas nuestras prioridades… y eso ocurre incluso con muchos de los cristianos hoy.
El deseo de riqueza que sobrepasa la cobertura de las necesidades básicas e imprescindibles nos convierte en alienados, juguetes de las trampas del dios de las riquezas. Muñecos rotos que deambulan por la vida causando daño, empobreciendo a otros, impidiendo los Derechos Humanos a los que son acreedores.
No nos dejemos enredar en las trampas del dios del dinero. No te humilles ante el oro, no te conviertas en un juguete diabólico en manos de un falso dios, humíllate ante el Señor y Él te ensalzará.
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