En el artículo anterior hablamos del Grito de Dios, del gran grito bíblico. Ahora faltaría el grito de los hombres que se une al gran grito de Dios. Si estamos de acuerdo en que la Biblia se muestra el grito de Dios por los pobres y decimos que en el mundo hay muchos seguidores del Dios de la vida, de Jesús, se debería dar también el grito de los hombres en contra de la pobreza en el mundo, en contra de ese gran escándalo humano que no es ajeno a Dios y que le afecta, según los textos bíblicos, en su propia sensibilidad.
Por tanto,
habría que trabajar para que en el mundo se hiciera sonar hoy el grito de los hombres, fundamentalmente de los cristianos, en defensa de los empobrecidos de la tierra. El grito de Dios se dio, en una gran parte a través de los profetas, quienes estaban llamados a gritar a voz en cuello, a levantar su voz como de trompeta, en torno a los temas del auténtico ritual que era compartir el pan con los hambrientos y a los pobres errantes albergar en nuestras casas, vestir al desnudo y no esconderse del hermano empobrecido.
Estas reflexiones bíblicas están en línea con lo que hoy podríamos llamar asistencialismo, pero la Biblia, buscando los Derechos de los Pobres, va mucho más allá y habla de la búsqueda de la justicia, hacer justicia a los colectivos empobrecidos, luchar contra la opresión de los débiles. Son las raíces bíblicas que podrán dar una lectura especial a los Derechos Humanos vistos bajo el prisma de los Derechos de los Pobres.
Hoy puede haber en el mundo naciones, estados, pueblos y gentes que hablan de los Derechos Humanos y dicen desear cumplirlos, pero olvidan los Derechos de los Pobres. No se oye el grito de naciones, pueblos y estados contra la pobreza. Los Derechos de los Pobres son pisoteados en el mundo. ¿Por qué se ha ensordecido ese grito? ¿Dónde está hoy el grito de denuncia profético?
No debe ser así entre los creyentes ya que todo el texto bíblico y la figura de Jesús mantienen su gran grito en defensa de los empobrecidos, de los marginados, de los excluidos, de los desclasados, de todos aquellos que en los tiempos bíblicos eran incluso considerados como “malditos” por su ignorancia y pobreza.
Al grito de Dios contra la pobreza, al grito a voz en cuello de los profetas, al grito de Jesús, se debe unir, necesariamente, el grito de los seguidores del Maestro, el grito de todos aquellos que dicen vivir la auténtica espiritualidad cristiana. No se puede dar una auténtica espiritualidad cristiana que sea muda ante el sufrimiento de los empobrecidos de la tierra.
Los Derechos Humanos, no están claramente contemplados como los Derechos de los Pobres. Así, se puede hablar del derecho a la alimentación, pero no habla de que debería ser más equiparable entre unos y otros. No se mantiene una igualdad en la justicia redistributiva que debe reinar en el mundo. No se especifica la condena al hecho de que unos estén malgastando, llenando los cubos de basura de alimentos sobrantes y que otros estén en tal escasez que, incluso, tengan que comer de esos cubos de la basura que se llenan con las sobras de los que los acumulan. Se debería defender no sólo el derecho a la alimentación, sino a una alimentación en plan más igualitario puesto que todos tenemos el mismo derecho a disfrutar de los bienes de la tierra.
Los Derechos Humanos hablan del derecho a la vivienda, pero tampoco lo ve desde la óptica de los Derechos de los Pobres. No pone de relieve el conflicto que hay en el hecho de que algunos puedan tener grandes mansiones, fastuosas y lujosas mientras que otros viven en chabolas e infraviviendas. Por eso, cuando hablamos de justicia redistributiva, de igualdad, de trabajar por una sociedad más justa, pareciera que los Derechos Humanos deberían ser menos genéricos y hacer declaraciones a favor de los pobres y de la desaparición de todas estas injustas y graves desigualdades. Deberían de verse desde la óptica de los Derechos de los Pobres que son pisoteados en el mundo.
Hoy, la defensa de los Derechos de los Pobres debería ser un aguijón crítico en medio de nuestras sociedades de consumo, en medio de las sociedades hartas que consumen produciendo la escasez en las mesas de los pobres, robándoles hacienda y dignidad.
Es por eso que, con relación a los pobres de la tierra, muchas veces tenemos que ser críticos incluso con aquellos regímenes, naciones o estados que se declaran defensores de los Derechos Humanos, pero que olvidan ser los defensores de los Derechos de los Pobres, los defensores de las desigualdades e injusticia comparativas que existen entre unos ciudadanos y otros. Críticos con los corazones duros que mantienen la pobreza en el mundo.
Jesús, ante el corazón de un ladrón que lo que quería era llenar la bolsa para robar de ella, ante Judas que usa el nombre de los pobres en vano ante el derramamiento de un perfume suave de gran precio a los pies del Maestro, viendo cómo se daba el robo hipócritamente hablando de que se les podía haber dado a los pobres, viendo la dureza del corazón de los ladrones y despojadores, tuvo que decir su triste lamento, una frase de llanto:
“a los pobres siempre los tendréis con vosotros”, a la vez que nos anima a hacerles bien a ser solidarios con ellos.
Este es el lamento, el llanto de Jesús que se une al llanto de los pobres de este mundo constatando una de las más tristes realidades de un mundo caído. Frase de llanto, frase de corazón roto ante la triste connotación de la dureza del corazón del hombre ante los empobrecidos. Hombres que por su codicia, por su dedicación al robo y al despojo, mantendrán por siempre la pobreza. Llanto y clamor. Frase de lágrimas en el corazón de Jesús.
¿Volvería a repetir Jesús hoy la misma frase ante la dureza y la hipocresía de los ladrones de hoy? ¿Ha caído el mundo en manos de ladrones?... Si es así, la frase se volvería a repetir, porque la pobreza sólo se puede eliminar desde los corazones no de piedra, sino de carne, corazones solidarios y amorosos. Los corazones que ven todo Derecho Humano desde los Derechos de los empobrecidos de la tierra.
Señor, ayúdanos a eliminar pobreza, a hacer bien a tantos empobrecidos, a trabajar por una mayor justicia en el mundo, como si, desde la utopía, pensáramos que el lamento, el llanto interior que se refleja en la frase “a los pobres siempre los tendréis con vosotros”, pudiera ser cambiada, porque ya no existieran en el mundo corazones de piedra, almas de ladrones, empobrecedores y despojadores de más de media humanidad. Señor, ayúdanos a ver los Derechos Humanos desde el prisma solidario de los Derechos de los pobres. Sólo así podremos seguir cumpliendo con tu mandamiento en torno a la projimidad.
Si quieres comentar o