No existen pobres por naturaleza, por su propia esencia, como si la pobreza fuera un mal, una enfermedad que algunos tienen de por sí, sino que existen pobres porque hay empobrecedores, personas que sumergen en la pobreza a muchos, que les despojan, que les roban sus posibilidades de vida. ¡Qué tremendo es el grito bíblico contra esto! No hay más que leer a los profetas y seguir la línea del mismo Jesús. No hay nada más que ver todo el contexto bíblico.
El robo de hacienda, de dignidad y de vida va todo junto, pues si bien la dignidad es algo que todos tenemos en igualdad, se puede hablar también, con alguna propiedad, de que hay ladrones de dignidad al dejar reducidos a muchos a la infravida, lo cual significa también un robo de las posibilidades de vida, de la vida en plenitud, la lenta muerte de los despojados y excluidos, el sin vivir de la pobreza y de la marginación, el ser robados del mayor de los Derechos Humanos, el robo de la dignidad y de la vida. De ahí el grito bíblico por los Derechos de los Pobres. Grito dado con el megáfono de Dios ante el cual no puede haber ningún oído sordo.
Por eso no es extraño que Jesús, a pesar de que el Evangelio es para todos, ricos y pobres, se vea en la necesidad de hablar de los pobres, como único grupo específico citado, como destinatarios especiales del Evangelio. De ahí que algunos, intentando ver con claridad esta radicalidad de Jesús en la defensa de los pobres, hayan hablado de la “
opción preferente”, aunque para mí, como ya sabéis, era una opción por necesidad,
“opción necesaria”.
Era totalmente necesario, y no sólo una opción, el que Jesús se decantara a favor de los pobres… es la línea bíblica en un mundo en el que los pobres eran excluidos incluso de los servicios religiosos y considerados como malditos que, al no saber leer, no podían tener acceso a los escritos religiosos.
Pobres de la tierra, ¿quién reconoce vuestros derechos hoy? ¿Qué derechos tienen todos éstos que deambulan en la infravida en los márgenes de los carriles de marginación y pobreza? ¿Se cumplen con ellos los Derechos Humanos? ¿Hay para ellos Derechos de los Pobres? ¿Qué derechos tienen los empobrecidos de este mundo, los pobres de la tierra… los despojados por sus propios congéneres?
Alguien se acordó y se acuerda de vosotros. Alguien defendió los Derechos de los Pobres como con un grito que hacía retumbar y temblar toda la tierra… ¿también los cielos? Lo hizo con la excelsitud del Maestro experto no solamente en solidaridad y amor, sino también en sufrimiento. Jesús, el amigo y defensor de los pobres y de las viudas, el que clama por justicia para los empobrecidos del mundo. Él sí os recuerda y clama por vosotros con un clamor indecible. Un grito ante el que nadie debería pasar de largo.
Este grito, este recuerdo y esta defensa de los débiles ha quedado expresada para siempre en el libro de los libros, en aquél que para muchos es Palabra de Dios y Guía de Vida. En la Biblia, en las Sagradas Escrituras. Desde el punto de vista bíblico, los Derechos de los Pobres implican un absoluto mucho mayor que las generaciones de derechos aplicadas a los derechos de los niños, los derechos de la mujer…
Incluso un absoluto mucho mayor que los Derechos Humanos en sí. Un absoluto por el que merece la pena morir y predicar el Evangelio a los pobres instaurando, así, un Reino lleno de valores defensores de los empobrecidos y los injustamente robados y excluidos. Por eso
de la Biblia emanan los Derechos de los Pobres con una autoridad que supera todo texto humano.
Así,
la Biblia, en cuanto al tratamiento que hace de la dignidad humana, englobando en sí todos los conceptos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se centra más específicamente en la defensa de los Derechos de los Pobres y de los últimos. Pero en el fondo: ¿No son pobres todos aquellos a los que se les niegan los Derechos Humanos?
Los torturados, los apaleados, los injustamente tratados, los privados de dignidad humana, los despojados de hacienda y abandonados en el no ser del sufrimiento entran en el grupo de los pobres. Los humillados y ofendidos, los apátridas y proscritos, los desclasados, los que no pueden participar de los bienes de la educación o la cultura… todos ellos entran en el grupo de los pobres. En cierta manera, los Derechos Humanos se deberían interpretar en la línea de los Derechos de los Pobres, en la línea bíblica, profética, la línea de Jesús como el último de los profetas. Si los Derechos Humanos no se interpretan bajo el paraguas de los Derechos de los Pobres, difícilmente se podrán llamar Derechos Humanos. Serían más bien, a pesar de toda su letra bonita, los Derechos Inhumanos.
Jesús habla explícitamente pidiendo que a estos pobres, humillados y últimos, se les saque al primer plano de la realidad, y dice: “los últimos serán los primeros”… también a esta discriminación positiva deben tender los Derechos Humanos para que el adjetivo de humanos se les pueda aplicar con propiedad.
Señor, que acojamos tu grito, el grito bíblico en defensa de los empobrecidos, de los robados, humillados y ofendidos. Que este grito se introduzca dentro de nuestro corazón y no nos deje en paz hasta que no seamos seguidores tuyos en la práctica de la justicia, de la solidaridad y del amor hacia aquellos que, sumergidos en la infravida, nos necesitan.
Que unamos nuestro grito al tuyo.
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