Hay algunos pasajes bíblicos que nos muestran cómo la religión puede quedar reducida a toda una ética de cumplimientos religiosos y a una vivencia de prácticas externas “desprojimizadas”. Jesús dijo a los religiosos de la época: “Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición”. (Marcos 7:9). Todo comienza con una crítica de los religiosos a Jesús, basada en lo externo, en las apariencias externas que no era precisamente lo que valoraba Jesús: “¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?” (Ver Marcos 7:1-13)
Los escribas y fariseos basaban su vivencia religiosa en prácticas externas, en cumplimientos. La religión era para ellos el cumplimiento de rituales y de normas avaladas por la tradición. En este texto se ve su celo por los lavamientos: Manos, vasos, jarros, utensilios de metal, lechos...La religión consistía para ellos en una serie de prácticas visibles a través de las cuales se mostraba la fachada religiosa y eran alabados por los que los observaban.
Jesús no buscaba una religión a través de prácticas de rituales, sino una religión que nos religaba a Dios en compromiso con el hombre, con el prójimo.
El lugar sagrado por excelencia para Jesús era el hombre y, primordialmente, el hombre que ha quedado tirado a los márgenes del camino de la vida. Ni siquiera Jesús quería un pueblo religioso que le honrara de labios, de palabras. No quería las expresiones “Señor, Señor”, si no estaban avaladas por la práctica de la projimidad, por la ayuda al prójimo sufriente. Era honra sólo de labios que ponía los corazones de los hombres lejos de Jesús.
Jesús no se preocupaba tanto de las limpiezas de lo externo como de la limpieza interior, limpieza que no se puede dar fuera del marco de la auténtica religión:
“mantenerse sin mancha del mundo y preocuparse de los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones”, o sea, unir la limpieza interior al compromiso con el prójimo. Es imposible practicar la verdadera religión sin el concepto de projimidad. Queda en algo externo, vacío, sin cambio de mente ni de corazón, sin misericordia ni búsqueda de justicia y liberación de los oprimidos. ¡Qué cuidado debemos tener de no seguir practicando la religión sin prójimo! ¿Se puede dar esto en nuestras iglesias?
Cuando los fariseos plantean su crítica a Jesús porque permitía a sus discípulos comer sin lavarse las manos, cuando plantean a Jesús la religiosidad como algo externo que no cambia nuestra conducta, cuando le plantean prácticas de tradiciones religiosas que se ponen por encima del amor al prójimo y del compromiso con la misericordia y la fe, Jesús responde de forma tajante: ¡Hipócritas! No sé si Jesús volvería a usar este calificativo a los religiosos de hoy si volviera a la tierra.
Jesús no aguantaba la fachada religiosa que separaba al hombre no sólo de Dios, sino de sus compromisos de projimidad. Eran religiones sin prójimo. El texto nos lleva incluso a la crítica de Jesús de aquellos religiosos que apartan como ofrenda a Dios lo que deberían dar al prójimo necesitado. ¿Puede ser la religiosidad “cristiana” de hoy, en muchos aspectos, una religión sin prójimo?
Jesús ve y critica que, al dejar tirado al prójimo, los religiosos sin prójimo, son capaces de dejar tirados, por religiosidades y tradiciones vanas, a su propio padre o madre. Cometen un atentado contra la projimidad cuando no quieren ayudar al padre o madre en pobreza o necesidad y les dicen: No puedo. “Es Corbán”, o sea, mi ofrenda a Dios. ¡Qué desastre! No se dan cuenta estos “religiosos sin prójimo” que no hay ofrenda a Dios cuando estás dejando a un lado el concepto de projimidad.
No hay auténtica religión sin prójimo, sin buscar la ayuda y el hacer justicia al prójimo, sin practicar la misericordia y el amor que es la forma en que actúa la fe. No hay auténtica religión para aquel que pasa de largo ente el prójimo necesitado. Los oídos de Dios están cerrados ante la religión
“desprojimizada”.
Jesús no aguantaba la fachada religiosa que no se corresponde con un interior limpio que es capaz de sentirse movido a misericordia ante la desgracia y la exclusión del prójimo. No hay religión sin prójimo o, al menos, esta religión es falsa, no es el cristianismo, sino fachada religiosa, sepulcro blanqueado cuyo interior es podredumbre y pasto de gusanos.
Jesús les lanza las palabras de Isaías, uno de los profetas que comprendió perfectamente las características de la espiritualidad que Dios demandaba, la espiritualidad “projimizada”. Les dice: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”.
Para Isaías no se podía practicar la auténtica religión sin hacer justicia al huérfano y a la viuda, sin albergar al pobre errante, sin dar de comer al hambriento, sin vestir al desnudo. Isaías critica el ritual del ayuno porque ayunaban mientras explotaban a sus trabajadores y no abrían su corazón a los pobres de la tierra. Esa religión es falsa, sin prójimo, y ese ayuno se aproxima más a lo satánico que a lo que Dios quiere... Es reducir la espiritualidad cristiana a la práctica del ritual insolidario, olvidando la projimidad. ¡Hipócritas!, les dice Jesús.
La religión sin compromiso con el prójimo es modelo de hipocresía. Es simplemente como dice Dios a través de la boca del profeta, enseñar como doctrinas mandamientos de hombres. Personas que alababan y cumplían con el ritual, pero sólo veían lo externo y eran incapaces de sentirse movidos a misericordia para con el prójimo. Son las religiones sin prójimo que, en última instancia, son las religiones sin Dios, sin el Dios verdadero.
La religión en compromiso con el prójimo es la que, realmente, nos va a guardar sin mancha del mundo, nos va a mantener limpios. La religión que busca la integralidad de la espiritualidad cristiana, no puede prescindir del prójimo y limitarse a ver sólo lo externo. Es la mutilación del auténtico concepto de religiosidad, de religión. Una religión que no nos puede religar a Dios, es una mentira humana para aquellos que son incapaces de sentirse movidos a misericordia ante el prójimo empobrecido o sufriente. Una mentira teñida de hipocresía. Religión
“desprojimizada” que está a años luz del auténtico cristianismo que nos deja Jesús.
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