Tendrán mil excusas fundamentadas en la rentabilidad, en la vida de los negocios, de los disfrutes… hay que abandonar estas lujosas avenidas llenas de sordos espirituales… y salir a los cruces de los caminos. Invitad a los “carrilanos”, a los que caminan por la vida por carriles y caminos, los “sinhogareños”.
El reino de los cielos es semejante a una gran boda. Hay una gran invitación pendiente. Gratuita, aunque muchos no valoren lo gratuito… pueden comprar todo. Una invitación que se vislumbra como nuestra esperanza final… a la que muchos no van a responder. Es necesario salir a los cruces de los caminos, allí donde se mueven los proscritos de nuestra historia, los “carrilanos”.
Dios invita. Está buscando a sus convidados: Venid a la boda, venid a la fiesta, venid al banquete. ¡Quién va a responder! En la no respuesta, comienza lo que puede ser escandaloso. “Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis”. El privilegio será de los “carrilanos”, de los que caminan por los carriles de la vida y del mundo en marginación y pobreza. ¿Nos escandaliza?
La invitación que Jesús hace a través de esta parábola de invitación al gran banquete preparado para todos los hombres, sigue siendo actual hoy. Creo que la respuesta de los hombres también sigue siendo igual, con la misma actualidad: Muchos hombres no oyen la invitación. Están enredados en sus negocios, despistados y, otros, más violentos, pueden maltratar a los emisarios hasta la muerte. Palabras y formas escandalosas.
Si nos fijamos en el mundo rico, donde la adoración al dios Mamón es un elemento de prestigio, veremos a muchos preocupados por el tener. Son personas sordas al auténtico mensaje del Evangelio. Personas hartas, consumistas a quienes la invitación a un banquete no les importa mucho. Han perdido la capacidad de escuchar invitaciones gratuitas, invitaciones a las que se puede ir y comer sin dinero. Sus oídos están atentos exclusivamente a lo que es rentable, a lo que favorece sus intereses, sus cuentas bancarias. No tienen oídos para la invitación gratuita, por gracia y, además, en compañía de todos, también de los pobres y los proscritos de la tierra. Para algunos, escandaloso. El privilegio será para los “carrilanos”, los “sinhogareños”.
Cuando se vive presa del poseer, del prestigio de la riqueza, cuando se valora a aquellos que suben en la escalada socio-económica aunque vayan dejando muchos cadáveres de sus semejantes atrás, cuando uno se pone en brazos del dios de las riquezas, del dios mercado, del dios Mamón, difícilmente se va a poner atención y escucha a la invitación al banquete gratuito de bodas que Dios prepara como final de la historia. Todos juntos a la mesa en donde habrá comida para todos en igualdad, en dignidad, en justicia. Donde no se va a mirar a nadie por su procedencia, por sus pertenencias, por lo alto que haya llegado en la escalada social de acumulación de bienes. ¿Es esto escandaloso hoy? ¿Será la ventaja de los “carrilanos”, de los que caminan por el mundo sin trabajo y sin hogar?
Una invitación en donde a todos se nos iguala. Escándalo para algunos. El problema es cuando la invitación se comienza llamando a los mejor instalados socialmente, a los que viven en las mansiones de los integrados y acumuladores, cuando se llama a los que tienen los oídos embotados por la rentabilidad de los negocios, por los que se pasean en grandes coches por la lujosas avenidas de las ciudades… No vendrán. No oirán. Tendrán mil excusas fundamentadas en la rentabilidad, en la vida de los negocios, de los disfrutes… hay que abandonar estas lujosas avenidas llenas de sordos espirituales… y salir a los cruces de los caminos, hablar con los “carrilanos” e invitarles al gran banquete. Nada escandaloso. El escándalo está de la otra parte.
El banquete se va a hacer. No va a haber eliminación del banquete de la esperanza, de la dignidad final de los proscritos, del banquete igualitario, del banquete que, quizás, los últimos van a ser sacados a los primeros lugares. ¿Cómo es posible este escándalo? -dirán algunos.
Hay que salir fuera de estos ámbitos y salir a los cruces de los caminos, allí donde están los pobres y los proscritos, “carrilanos” y “sinhogareños”, allí donde más de media humanidad ha sido despojada, apaleada y dejada medio muerta al lado del camino. No es un escándalo. Hay que comunicar allí la invitación para que se llene la casa, el lugar de bodas.
No se puede juzgar la situación espiritual del mundo sólo mirando a los enredados en los negocios de la vida, a los que luchan por la adoración al dios Mamón, a los que viven ciegos y sordos a la llamada del banquete gratuito. No creen en la gracia, en la gratuidad de la invitación. No hay que juzgar la situación espiritual del hombre de hoy fijándose sólo en los integrados en el sistema mundo. Hay que salir a los cruces de los caminos y comunicar la invitación. ¡Comunicadlo a los carrilanos, a los proscritos! Suya es la ventaja.
No en todos los sitios se desprecia la invitación y se desoye por tener embotados los sentidos espirituales por los negocios rentables de la vida. Quizás los pobres, los despojados y tirados a los márgenes del camino, están esperando una invitación de esperanza en su infravida y en su no-ser de la marginación, exclusión u opresión a la que son sometidos.
No vayamos solamente a los que están en su mundo egoísta en un soliloquio de rico necio, hablando con ellos mismos y sus alabanzas, cuando las hacen, son de autocomplacencia y de satisfechos egoístas… todo lo pueden comprar. No valoran lo gratuito, lo dado por gracia. Eso sí es un escándalo.
Hay que salir a los cruces de los caminos de la vida, allí donde están los prójimos abandonados, empobrecidos, excluidos y robados de dignidad. La invitación puede sonar diferente para ellos… los otros, los satisfechos, tienen cada día más embotados los sentidos, cada vez son más sordos a la invitación del banquete de esperanza.
Así, los cristianos que creemos en la importancia de la gratuidad del banquete, del banquete que nos va a igualar a todos, en donde ya no habrá diferencias entre ricos acumuladores y empobrecidos por el sistema mundo, entre “carrilanos” y los que viven en grandes mansiones. Debemos esforzarnos para seguir la parábola que Jesús nos expuso y salir a los cruces de los caminos, de los focos de pobreza, de los lugares de conflicto.
Jesús hacía esta invitación de salir a los cruces de los caminos para que se llenara la sala del banquete, a la vez que hacía otra cosa: sentarse a la mesa con los estigmatizados, los tildados de pecadores, prostitutas y marginados.
Nunca la invitación es sólo de palabra. Afecta a nuestros estilos de vida, a nuestras formas de vivir y de actuar, a nuestras prioridades… a nuestros almacenes, a nuestras cuentas corrientes, a nuestro tiempo. Hay que sentarse a la mesa con los proscritos y pobres de la historia. Con los “carrilanos”. No te escandalices de esto.
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