Se necesita sanidad, limpieza, resurrección exorcismos de los demonios que agobian y oprimen a nuestras sociedades. Gracias a que el reino de los cielos se ha acercado, la iglesia tiene la posibilidad de sanar, de resucitar, de limpiar lo impuro, de echar fuera todo tipo de demonios.
“El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios…”, dijo Jesús. ¿Nos escandaliza esto? Hay posibilidad de vida nueva y sanidad en nuestros pueblos, en nuestras ciudades… en el mundo.
Los valores del reino que se acerca con la irrupción de Jesús en la tierra son los posibilitantes de todas estas acciones y curaciones. Son posibles nuevos contextos de liberación. El establecimiento del reino habilita a aquellos que hacen suyos sus valores para que, con una autoridad especial, puedan expulsar todo tipo de espíritus malignos, así como sanar todo tipo de dolor o sufrimiento. ¿Lo está usando esto la iglesia y los creyentes, o no hemos captado las dimensiones de estas posibilidades sanadoras y esta facultad de sus seguidores de echar fuera los demonios que nos agobian? ¿Tenemos la suficiente compasión y misericordia para ser agentes de liberación de demonios y enfermedades sociales que agobian tanto a ricos como a pobres? ¿Quizás es que estamos escandalizados?
En el contexto en el que habla Jesús con sus mandatos de practicar la sanidad, la expulsión de demonios y la resurrección de muertos, todo estaba fundamentado en la compasión de Jesús, compasión de la que tienen que imbuirse también sus seguidores. Jesús tenía compasión de los pueblos porque andaban desamparados y dispersos “como ovejas que no tienen pastor”. O sea, esa capacidad de poder sanar, resucitar, limpiar y echar fuera demonios, sólo se puede realizar por los compasivos, por los que han sido movidos a misericordia como buenos samaritanos. Esto no debe escandalizarnos, sino animarnos al seguimiento del Maestro.
Entramos, por tanto en las líneas de la projimidad, del ser movidos a misericordia, del poder ser buenos samaritanos que nos paramos ante el herido, ante el endemoniado y el contaminado por los antivalores que reinan en nuestras sociedades, ante los que están en la infravida del hambre y de la exclusión social que deben ser resucitados, ante los despojos y egoísmos de los que almacenan y causan los desequilibrios que llenan de enfermedad y de demonios a tantos excluidos del sistema mundo. ¿Nos escandaliza todo esto?
Así, los imperativos de Jesús, dados como consecuencia de la cercanía del reino: sanad, limpiad, resucitad, echar fuera demonios, es una invitación urgente, una llamada a unirse a los valores del reino para insuflar nueva vida a nuestras sociedades y a nuestros pueblos. Sociedades y pueblos que necesitan sanidad, resurrección, limpieza y exorcismos de los demonios que agobian a pueblos y a ciudades. Los seguidores de Jesús no se deben escandalizar, sino ponerse a disposición del Maestro.
Hay que sanar tanto a ricos como a pobres, hay que liberarles de sus demonios, de los que les hunde en la infravida. Es conocido que muchos de los ricos de este mundo, sumidos en la acumulación, el consumismo, el progreso técnico y el desarrollo del dios mercado, se empobrecen espiritualmente. Son incapaces de dar vida y sentido a sus formas egoístas de ser y sentir y caminan empobrecidos, en la infravida de la superabundancia que embota el sentir espiritual, el desarrollo de lo humano. Son ricos pobres que caminan por el mundo como muertos espirituales, subdesarrollados espiritualmente. Muertos que hay que resucitar. Empobrecidos por su afán de dinero y de agrandar sus graneros que hay que liberar.
Hay que resucitar a muchos de estos muertos, ya enterrados entre riquezas injustas y desequilibradoras, adoradores del dios Mamón, incapaces de encontrar sentido a sus vidas, cegados por lo material y sin poder tener un sentido de la trascendencia. Hay que sanarles, resucitarlos para que aprendan a vivir compartiendo, practicando la projimidad.
Son ricos moribundos, empobrecidos y que empobrecen a más de media humanidad. Ricos ahogados en su dinero, pero empobrecidos o muertos espiritualmente. Se necesita sanidad, se necesitan emisarios del reino que, impregnados de sus valores, puedan introducir, en medio de estas sociedades ricas y de estos necios acumuladores, sanidad, resurrección, exorcismos de los demonios que empobrecen y aniquilan.
Al introducir sanidad en estos contextos del mundo rico o de los ricos de este mundo, estaremos también introduciendo sanidad entre los empobrecidos por las necedades de los despojadores del mundo. Si comenzamos a resucitar, a echar fuera demonios, a dar sentido a las vidas, tanto de ricos, como de los empobrecidos de la tierra, estaremos acercando el reino de Dios a este mundo.
Los valores del reino comenzarán a resucitar a muchos muertos y ahogados, bien sea por la superabundancia necia de riquezas, o sea por ser presa del despojo y de la codicia de estos acumuladores que no saben dar sentido a sus vidas.
El mundo, que ha caído en manos de despojadores y de ladrones, como el herido de la parábola del Buen Samaritano, necesita sanidad, resurrección de muertos, limpieza de leprosos y que muchos de los demonios que poseen a tantos en el mundo, sean lanzados fuera aunque puedan entrar dentro de los cerdos que nutren las economías de muchos acumuladores y acaben despeñándose por los precipicios, eliminando los estigmas que hacen que tantos vivan en la infravida de la marginación.
El mundo necesita sanidad y exorcismos, resurrección de muertos. El mundo necesita agentes del Reino que den sentido a tantas vidas vacías, a tanta necedad, a tanto sinsentido y a tantas personas que se angustian por un vacío existencial y espiritual que no saben llenar.
Así, hay una relación estrecha entre los empobrecidos por las muchas cosas que poseen y los empobrecidos, realmente, por la carencia de lo necesario y lo mínimo imprescindible para vivir con dignidad. El mundo necesita sanidad, limpieza, resurrección, exorcismo.
Jesús, ante tantos desamparados, se acordó que había que exorcizar al mundo, curarlo, limpiarlo, resucitar todos los cadáveres que existen, muchos de ellos ahogados en dinero y riquezas sin límite… empobreciendo con su necedad, muerte e infravida, a más de media humanidad.
Habría que comenzar por curar y echar los demonios de tantos pobres ricos, zombis que restan vida al mundo… y que sumen a muchos otros en el no ser de la pobreza y marginación.
La única medicina aplicable en estos casos, lo único que puede sanar al mundo y echar fuera a todos estos demonios que nos sumen en el no ser, sea de la superabundancia o de la pobreza extrema, es el amor, es la fe que actúa por el amor, es el concepto de projimidad que nos dejó Jesús.
Eso sólo lo pueden poner en práctica los que caminan por el mundo como vivos entre los muertos, los pocos que hayan podido captar la profundidad del cristianismo, la fuerza de la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana. No os escandalicéis.
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