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Retazos del evangelio a los pobres (XLIX)
7
 

La boca de los hambrientos

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Texto completo: Mateo 6:9-15.
DE PAR EN PAR AUTOR Juan Simarro Fernández 22 DE AGOSTO DE 2011 22:00 h

Esta cuarta petición del Padre nuestro es central para el Evangelio a los pobres, para los pobres de la tierra, aunque no sólo para ellos. Nos implica a todos. Habla del “pan nuestro” como si quisiera dar una llamada de atención a los que creen que “su” pan es sólo de ellos, que no necesitan compartirlo, que no creen en el pan compartido. En la oración modelo nadie dice: Señor, dame “mi pan”. Es “el pan nuestro”. ¿Puedes orar esto posicionándote en la boca de los hambrientos?

El pan del mundo es de todos, es el pan nuestro, el pan solidario que hemos de desear para todos. Estar harto de “mi pan”, sin acordarse de los otros, del pan que es de todos, es egoísmo que separa de Dios. El “pan nuestro” es un pan solidario que pertenece a todos, del que todos han de participar de forma igualitaria. El acumular “mi pan” sin pensar en el “pan nuestro”, es una forma de despojo, es hacernos cómplices de los acumuladores del mundo, de los que no piensan en los pobres, en el prójimo hambriento… Desde ahí nunca se podrá entender, ni practicar, ni vivir el Evangelio a los pobres.

La cuarta petición del Padre nuestro, “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, es una frase solidaria con los pobres del mundo y es una petición necesaria de los pobres de la tierra. Para nosotros, los que estamos integrados dentro del sistema y no nos hemos quedado tirados al lado del camino, debe ser una frase solidaria con los que sufren, con los que tienen hambre, con los niños que no superan los primeros días, meses o años de vida por falta de alimentación. “El pan nuestro” debería ser una petición que en la iglesia nos dejara inquietos hasta ponernos a trabajar en la diaconía, hasta abrir nuestras bocas para que salieran voces de denuncia y de petición de ayuda para nuestros hermanos que no tienen qué comer, hasta poner todo lo que tenemos en las manos del Señor para que se produjera de nuevo el milagro de los panes y los peces.

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. ¡Qué diferente suena esta frase, cuando se ora, o se reza, o se repite en ambientes cristianos del mundo rico, a cuando esta frase, esta petición se hace desde el mundo pobre, desde la pobreza o el hambre! Esta petición conmueve más cuando sale de la boca de los hambrientos del mundo, de las madres que están perdiendo a sus hijos por falta de alimentación.

Pues bien, los que estamos integrados en los parámetros del mundo rico, cuando hacemos esta petición, la deberíamos hacer pensando qué significa este ruego en boca de una madre que está viendo como su hijo se le va poco a poco por la falta de este pan cotidiano. Señor, danos el pan nuestro. Sería entonces cuando esta frase sonaría con autenticidad, cuando esta frase nos solidarizaría con los pobres de la tierra, cuando esta frase nos pondría a disposición del Señor para ser sus manos y sus pies en medio de un mundo donde reina el hambre y la pobreza, donde reina el despojo y la exclusión de tantos que deberían participar de ese “pan nuestro”. Sería entonces cuando comenzaríamos a entender lo que significa el Evangelio a los pobres.

El ruego en oración, “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, dentro de nuestro propio contexto del mundo rico, también suena diferente cuando lo pronuncian los ciudadanos integrados en el mundo del trabajo, fundamentalmente en estos años de crisis, que cuando lo pronuncia un desempleado. Es diferente cuando lo pronuncia un integrado en el mundo de la economía, la sociedad y la cultura, que cuando la pronuncia un inmigrante desarraigado, mendigando que alguien le explote en algún empleo secundario y duro con tal de poder dar pan a sus hijos.

Esta frase, partiendo de las diferentes necesidades y sensibilidades ante el hambre, la deberíamos decir todos desde la solidaridad con los pobres, con los desempleados, con los inmigrantes desarraigados, con los pobres lacerantes del Cuanto Mundo Urbano, con los pobres del mundo. Deberíamos hacer un esfuerzo de identificación con los estómagos vacíos o infraalimentados para encontrar el auténtico sentido de esta petición. Este pedir por “nuestro pan” debería conseguir que las lágrimas se asomaran a nuestros ojos en solidaridad con el sufrimiento de los pobres y los hambrientos del mundo. Esta frase de oración la deberíamos decir siempre pensando en el que no tiene, en el que pasa hambre.

Esta frase oratoria, siguiendo las líneas de Jesús en su Evangelio a los pobres, la deberíamos decir en contextos donde pudiera sonar como denuncia, como sensibilización social. La deberíamos decir en compromiso con los pobres de la tierra y trabajando por la justicia en el mundo, por una justa y mejor redistribución de bienes del planeta tierra. Deberíamos hacer esta petición con temor y temblor pensando en nuestra parte de responsabilidad en el hambre del mundo.

No se habla de “mi pan”, del “pan mío”. Se habla del “pan nuestro”. El pan para el mundo, para el mundo pobre, para los excluidos del sistema, para los despojados y oprimidos, los despojados de hacienda y de dignidad. El “pan nuestro”, o sea el pan para mí y para todos los pobres y despojados del mundo. ¡Señor, danos nuestro pan!

Rogar por el pan nuestro, es una petición solidaria que nos hermana con los pobres del mundo buscando justicia y fraternidad universal. Los bienes de la tierra, todos, son el pan que Dios nos da para comer… para comer todos.

Señor, que al comer del pan, nos acordemos que es el “pan nuestro”, el pan que pertenece también a otros. Que nos referenciemos siempre en los pobres de la tierra, en los hambrientos del mundo. Que este recuerdo nos haga ser solidarios siguiendo tus líneas de projimidad. No nos dejes comer dando la espalda a los desnutridos del mundo. Si al darles la espalda no vemos sus rostros marcados por el hambre, los veremos cuando te miremos a ti, pues en tu rostro se refleja la angustia de los hambrientos del mundo. Si tampoco mirando tu rostro nos sensibilizamos, golpéanos de alguna manera, Señor, para sacarnos del sinsentido de la infravida y darnos vida abundante que sacie también a otros. Sólo en la solidaridad y amor, se encuentra la auténtica vida.
 

 


6
COMENTARIOS

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Fernando Gonzalez
29/08/2011
21:30 h
6
 
Gracias Juan, por recordarnos desde esta ventana, que debemos correr la cortina, para poder ver una realidad que esta ahí, y que por muchas palabras elocuentes y muy espirituales que salgan de nuestra boca, no podrán modificar la realidad de lo que esta detrás de las cortinas, solo cuando uno vive la realidad concreta del día adía y palpa esa realidad en las personas, en los seres humanos que sufren y claman justicia, es cuando uno seda cuenta de lo lejos que están algunos del Reino de Dios. Que el Señor te bendiga.
 
Respondiendo a Fernando Gonzalez

Pedro López
26/08/2011
07:19 h
5
 
No creo que esta columna se trate solamente de la distribución de riquezas. Es algo mucho más importante que debe de afectar a la vida de los creyentes y de la iglesia. Supongo que Juan Simarro debe de estar harto de ver cómo tratando exclusivamente temas de los Evangelios se le relaciona con la Teología de la liberación y con humanismos. Desde luego, humanos sí son sus escritos, tan humanos que siguen la línea trtazada por Jesús en donde el amor a Dios se pone en línea con el amor al hombre, al prójimo. Las críticas que se le hacen suelen venir de cristianos cómodos, no comprometidos. Cristianos satisfechos en medio de tantos pobres como hay en el mundo. Yo creo que sus escritos con como
 
Respondiendo a Pedro López

Marta
24/08/2011
18:42 h
4
 
El Reino de Dios y su justicia es mucho más que un tema de distribución de riquezas. Anteponer a los valores del Reino , una postura a las claras humanista- con estuco bíblico- y que se nutre de retazos de la Teología de la Liberación, y de doctrina social de la iglesia (católica) no enriquece la perspectiva. Hay que elevar esta temática a horizontes creativos enraizados en la eterna Palabra de Dios.
 
Respondiendo a Marta

Pablo Marval
23/08/2011
18:36 h
3
 
Elizabeth, esta columna es de un tema concreto, con lo que es lógico que se centre en él. e incluso se repita. Creo que debería variar más la amplitud de aspectos que toca, incluyendo algunos de actualidad. Pero sí pienso que esta sola cuerda es la que falta en la mayoría de las guitarras de la teología cristiana y nunca está de más que se recuerde.
 
Respondiendo a Pablo Marval

Elizabeth
23/08/2011
18:33 h
2
 
Hno. Juan: pasan los años y Ud sigue tocando la guitarra con una sola y misma cuerda. Debería abrirse a otros campos. El servicio a las mesas, tan importante como lo es, no agota la misión de la iglesia. Lo fundamental es la fidelidad de la misma a Cristo, su cabeza. Eso es urgentísimo, lo demás vendrá por añadidura.
 
Respondiendo a Elizabeth

Jacqueline
23/08/2011
16:33 h
1
 
Gracias, Juan, por el recordatorio de cada día que nos lanzas para que no nos olvidemos que el pan no es sólo para unos pocos; y que Dios, ese Dios Justo, clama por un reparto equitativo.
 



 
 
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