La pastoral social tiene que tratar la entrega desde el ámbito individual, el compromiso específico de todos y cada uno de los creyentes, el poner a disposición de la víctima, del herido y apaleado, todo lo que somos y tenemos como hizo el buen samaritano de la parábola. Esta línea de pastoral no implica la depauperación de todos los creyentes, pero sí el dar hasta que nos duela.
La pastoral social tiene que hacer llamadas continuas a ser responsables en el compartir y no entrar en estilos de vida consumistas superfluos. El ejemplo de vida de los cristianos es fundamental para que una pastoral social tenga credibilidad. Es verdad que el ser humano tiene derecho a tener los bienes necesarios para que él y su familia puedan vivir con dignidad, pero también es verdad que, en muchos casos, hay sobrantes que los cristianos acumulan como una cosa normal, pero hemos de tener cuidado ya que la Biblia nos dice que lo sobrante de unos, es lo que da lugar a la escasez del pobre.
Es verdad que la Biblia clama contra los ricos acumuladores que tienen en sus mesas la escasez del pobre que, en la actualidad, es más de las tres cuartas partes de la humanidad, pero la crítica o el llamamiento a la solidaridad es para todos. Cualquier sobrante nuestro pertenece a los pobres y hay que compartirlo. Si ante el hecho de que algunos tienen mucho y una infinidad de personas no tienen nada nos callamos, estamos cometiendo un pecado de omisión y nos hacemos cómplices de la injusticia en el mundo. La acumulación de unos que almacenan sus sobrantes, es el despojo de muchos otros, la base de su escasez, la causa y fundamentación de la pobreza.
Por otra parte, una pastoral fundamentada en los valores bíblicos, no sólo debe animar a compartir lo sobrante, sino aquello que necesitamos, aquello, incluso, que nos es imprescindible. Jesús nos pone como ejemplo que aprueba y que pone de relieve como ejemplo de compartir la ofrenda de la viuda que dio todo lo que tenía para su sustento. Debemos de ser solidarios con las víctimas del despojo, con las víctimas de la pobreza, dando incluso de aquello que nos duele al darlo. El compromiso con la justicia y con la projimidad nos obliga a ello. En este sentido la pastoral social tiene que ser valiente y retar a todos los creyentes para que den incluso más allá de sus fuerzas. Una pastoral que pone de relieve la pobreza en el mundo, que habla de búsqueda de justicia y que condena la opresión, pero que no está dispuesta a pedir el compartir incluso de lo necesario, no puede ser una pastoral coherente.
La pastoral social, finalmente, tiene que trabajar los estilos de vida y las prioridades de los creyentes. Aquí, el modelo de esta pastoral social es Jesús mismo. Sus estilos de vida, sus prioridades y su entrega al servicio, debe ser ejemplo a seguir. La pastoral social debe transmitir y promocionar estos estilos de vida que se viven, no sólo desde una austeridad, sino desde la responsabilidad del que contempla delante de sí a más de media humanidad en pobreza. Muchas veces, los estilos de vida de los cristianos son los que pueden frenar el impulso de una pastoral social. Gastar en lo superfluo, en el consumo loco de nuestras sociedades es alinearse con la injusticia y una grave provocación que anula la fuerza del cristianismo en el mundo.
La pastoral social tiene que trabajar, concienciar, sensibilizar y luchar contra los valores antibíblicos que se meten en nuestras congregaciones, considerando el consumismo y la adquisición de lo caro superfluo como prestigio. En el fondo eso es un desprestigio de la iglesia y un impedimento para que funcione una auténtica pastoral de lo social. La pastoral social tiene que insistir: Consume lo necesario para vivir dignamente. Lo que te sobra, compártelo, dalo a los pobres de la tierra. No consumas la escasez del pobre ni provoques a ira al Dios que se identifica con los desclasados, los oprimidos y los excluidos del mundo. Realmente, para los que vivimos en medio de la sociedad de consumo sin límites, no es fácil cumplir con las exigencias de esta pastoral, con la exigencias que, en el fondo, son las exigencias del Evangelio, pero es la meta que posponen delante las prioridades y los estilos de vida de Jesús que deben hacer suyos sus discípulos.
Por lo demás, con esto terminamos estas líneas que hemos considerado de pastoral social. No hemos hablado de los enfermos porque estos tienen su pastoral específica. Tampoco hemos hablado de los drogodependientes que están entre la pastoral de los enfermos y la pastoral de la pobreza, pero no los olvidamos. Otro colectivo que podría caber dentro de una pastoral de lo social es el de los presos. También nos acordamos de ellos y creemos que deben tener su propia pastoral, la pastoral penitenciaria. Damos gracias a Dios que en todos estos ámbitos hay creyentes comprometidos con líneas de pastoral completamente necesarias e imprescindibles. Con todos estos colectivos nos solidarizamos también desde estas líneas de pastoral social, de pastoral de la pobreza.
Finalmente, y como recomendaciones de final de esta serie, seamos solidarios, trabajemos por la justicia, por una igualitaria distribución de los bienes del planeta tierra, por el hecho de que los valores del Reino, que son contravalores en un mundo consumista, injusto y desigual, lleguen con efecto rehabilitador, liberador y dignificador a aquellos rincones de la tierra en donde hay más sufrimiento, pobreza y dolor. Allí donde la contemplación de la pobreza nos lleva a experimentar el escándalo y vergüenza humana que constituyen los despojados de la tierra, los empobrecidos, los injustamente tratados, los robados de dignidad.
Gracias a todos los que habéis seguido esta serie sobre la pobreza. Gracias a los que me habéis apoyado y gracias a los que me han criticado. Entre todos vamos conformando una conciencia social cristiana, unas líneas de sensibilización y compromiso que pueden llegar a mover las manos y los pies de los creyentes siguiendo el ejemplo de servicio de Jesús. Gracias, de corazón.
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