Esto es así simplemente porque la pobreza del Norte rico significa carencias, marginaciones, indignidad en la búsqueda de los alimentos a través de la ayuda a través de las diferentes Asociaciones u ONGs. La pobreza en los países ricos significa carestías, comparaciones de ingresos que son estigmatizantes para los que no los tienen, el hecho de vivir rodeado de bienes y riquezas a las que no pueden acceder fácilmente..., pero en los países del Sur pobre la pobreza significa otra cosa, se define de otra manera, con otro concepto, con otra palabra: MUERTE.
Los hambrientos del mundo acaban muriendo pronto, los niños no se desarrollan, el tiempo que viven lo hacen en la infravida, mueren por falta de medicinas, por escasez de agua potable, de alimento, de atención sanitaria... Pobreza es igual a muerte en muchos lugares del Sur pobre. Esta sería la referencia desde este marco socioeconómico.
Luego se podría hablar de la pobreza desde el marco sociológico, sociocultural, socioeducativo, el marco del mundo del trabajo, de la capacitación... Se podría estar escribiendo indefinidamente desde los diferentes marcos de referencia desde los que se vive o se percibe la pobreza en el mundo.
Los pobres de nuestros países del Norte pueden carecer de vivienda o de trabajo, pero tienen el alimento y la atención sanitaria asegurados, salvo que estén en un deterioro tal que ya no estén ubicados en las redes de servicios sociales o sanitarios o en casos de desestructuración psicológica en los que abandonan y pierden los puntos de referencia asistenciales, permaneciendo al margen de las redes sanitarias o de servicios sociales. Sin embargo, cualquier pobre del Norte tiene a su alcance redes de servicios sociales y asistenciales, equipamientos, albergues, comedores, asociaciones que distribuyen ropa y alimentos, psicólogos, trabajadores sociales, médicos... Se pueden paliar las situaciones límite de pobreza, aunque la tendencia ideal sea la búsqueda de justicia igualitaria para todos.
Con los pobres de los países del Sur es diferente. Sobreviven entreteniendo y retardando la llegada de la muerte. Sobreviven engañando, desde la infravida, a la muerte que se aproxima con paso ligero. Estos pobres no tienen ninguna garantía de vida. Mueren, desgraciadamente, ante la indiferencia de muchos cristianos que pueden no cesar de cantar alabanzas, pero de espaldas a estas miserias que aceleran los procesos de muerte. Por tanto no son sólo los ricos y acumuladores del mundo los que se sitúan de espaldas al dolor y la muerte de los pobres, también pueden ser las instituciones religiosas, las iglesias, los cristianos que, de forma insolidaria para con el prójimo, intentan seguir a Jesús. ¡Terrible paradoja!
La paradoja se ve también cuando se observa las riquezas del continente Latinoamericano, de África, de Asia... Tantos recursos y tantos desnutridos muriendo de hambre. La explicación sólo puede ser una: Hay una legión de pobres, una mayoría lacerante en cuya cúspide están los hambrientos del mundo, porque hay un pequeño club de ricos acumuladores. La pobreza es la consecuencia del enriquecimiento de unas minorías. Los cristianos lo tenemos fácil, si nos ponemos a ello, para clamar y practicar la denuncia profética, pero muchas veces los cristianos callan, usando su voz solamente para largas oraciones y floridas alabanzas que, quizás, en algunos casos, no ascienden hacia el cielo.
Esa es la experiencia que se capta en los textos bíblicos proféticos en los que se recomienda el hacer justicia a los pobres del mundo, a los colectivos marginados representados en la Biblia por las viudas, los huérfanos y los extranjeros. Será entonces cuando nos pueda decir el Señor: “Venid luego”. Entonces encontrarán sentido nuestras voces de alabanza y práctica del ritual.
Los cristianos que vivimos en el Norte rico somos también responsables de los pobres del Sur, países sin voz, marginados de los circuitos de poder, sin ninguna posibilidad de cambiar o transformar su propia realidad. Se necesita la voz profética, el compromiso del creyente, la fuerza con la que actúa la fe, la lucha por la justicia que transforme el mundo. Los pobres son pobres también porque no tienen voz, no tienen poder para decidir sus propios entornos, sus formas de vida... Para llegar a ser agentes de su propia liberación, sujetos y no objetos de su salida de la pobreza, necesitan de personas que griten por un cambio de valores, que denuncien las estructuras económicas y de poder injustas.
Hay todo un trabajo profético por hacer, una voz de defensa que no debe callar, unas formas de vida solidarias y comprometidas con los valores del reino... falta el que seamos movidos a misericordia. Si esto no es así, Señor, que hablen y denuncien las piedras.
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