El nacionalismo cristiano está mucho más preocupado por preservar su propia “tribu” y la identidad nacional que por compartir el Evangelio con los demás.
¿Es ahora cuando vas a hacer grande a Israel de nuevo?
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En algún momento entre la resurrección y la ascensión, los discípulos le preguntaron esto a Jesús en una de las varias ocasiones en que se les apareció durante cuarenta días.
Lucas recoge esta pregunta en el capítulo I del libro de los Hechos, después de que Jesús les dijera que esperaran en Jerusalén hasta que recibieran el Espíritu Santo.
No tenían la menor idea de lo que eso significaba. Lo que realmente querían saber, era si su Mesías resucitado liberaría ahora a los judíos de sus desagradables amos romanos.
¿Iba a hacer grande de nuevo a su nación? ¿Significaría eso una nueva edad de oro para Israel? Sin duda, la resurrección del Hijo de David significaría la resurrección de la edad de oro del reino de David. Y de la gloria de Salomón.
Jesús debió de poner los ojos en blanco y pensar: “Después de tres años, todavía no lo habéis entendido”.
No intentéis adivinar el calendario de Dios, les dice. Mirad más allá de Jerusalén, más allá de Judea y Samaria, hasta los confines de la tierra. Para empezar, el plan de Dios no se centraba en Israel.
Jerusalén debía ser el punto de partida, no el objetivo final. Cuando finalmente llegó el espíritu en Pentecostés, esa eufonía no desencadenó inmediatamente la explosión misionera que podríamos haber imaginado.
Leyendo atentamente a Lucas nos damos cuenta de que, incluso después de recibir lo que hoy llamamos la Gran Comisión, fueron necesarias algunas experiencias más a lo largo de la década siguiente para sacar a los discípulos de su mentalidad etnocéntrica de “nosotros/ellos”, “judío/gentil”.
Los eruditos nos dicen que pasaron entre siete y diez años antes de que Pedro visitara la casa de Cornelio, persuadido por varias intervenciones sobrenaturales. Esa visita se suele datar en torno a los años 37-40 d. C.
Allí fue atónito testigo de del derramamiento del Espíritu sobre los gentiles incircuncisos (Hechos 10). Sólo entonces empezó a darse cuenta de que el Evangelio y el bautismo del Espíritu eran tanto para los gentiles como para los judíos.
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Pero algo le preocupab: ¿cómo explicaría eso a los de Jerusalén?
Sólo después de la experiencia de Pedro en Cesarea, se plantó la primera iglesia gentil del mundo en Antioquía por evangelistas norteafricanos desconocidos de Cirene (no de Jerusalén). Pasó toda una década antes de que la iglesia primitiva empezara a tomarse en serio las últimas instrucciones de Jesús de ir por todo el mundo.
En otras palabras, el nacionalismo judío coaccionó la misión de la Iglesia primitiva a todos los pueblos durante toda una década. ¡Qué atractivo es pensar que el plan de Dios es hacer grande a nuestra nación! ¡Qué distracción para la misión universal de la Iglesia!
Vivimos en una época de creciente nacionalismo, que está influyendo en muchos cristianos. Los partidos de extrema derecha en Europa y en otros lugares a menudo atraen a muchos votantes cristianos porque prometen restaurar una herencia judeocristiana perdida.
A veces, ese apoyo se presenta en forma de “nacionalismo cristiano”. Los partidarios del nacionalismo cristiano creen que están siendo fieles al proteger el papel de Dios en la vida pública, o al defender valores morales que creen que proceden de las Escrituras.
El nacionalismo cristiano es una ideología política que mezcla la identidad cristiana con la nacional. Está mucho más preocupado por preservar su propia “tribu” y la identidad nacional que por compartir el Evangelio con los demás.
Ser un ‘verdadero’ ciudadano está ligado a ser un (cierto tipo de) cristiano. Ha adoptado diversas expresiones en la historia. Se suponía que un buen italiano, o austriaco, era católico. En muchas naciones ortodoxas, ser griego, ruso, búlgaro, etc. significaba ser ortodoxo.
La catedral del Patriarcado Ortodoxo Ruso en Moscú, de color caqui (foto superior), consagrada el Día de la Victoria, el 9 de mayo de 2020, “en honor de la resurrección de Cristo y dedicada al 75 aniversario de la victoria en la Gran Guerra Patria, así como a las hazañas militares del pueblo ruso en todas las guerras”, es una expresión extrema del nacionalismo cristiano.
En la actualidad, tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos, el nacionalismo cristiano se ha convertido en una importante influencia política que atrae a los votantes cristianos.
Aunque toma prestado el lenguaje cristiano, tiene más que ver con la política y la cultura que con el auténtico cristianismo enseñado por Jesús. Cuando la fe se convierte en una herramienta para el nacionalismo, dicen los críticos, deja de ser fe. Y desvirtúa el imperativo de la misión.
La esencia del cristianismo es la lealtad a Cristo, no a ninguna nación (Filipenses 3:20). Jesús rechazó sistemáticamente el poder político y el nacionalismo (Juan 18:36: Mi reino no es de este mundo).
La visión neo-testamentaria de la Iglesia es multiétnica y global, no vinculada a ningún país o grupo étnico (Apocalipsis 7:9).
Esta semana, en toda Europa, las conmemoraciones del final de la Segunda Guerra Mundial, hace ochenta años, nos recordarán la destrucción y el dolor causados por el nacionalismo desenfrenado.
El viernes por la tarde conmemoraremos en Varsovia, en el Foro sobre el Estado de Europa, la Declaración Schuman, el discurso pronunciado por Robert Schuman el 9 de mayo de 1950, hace ahora exactamente setenta y cinco años.
Aquel discurso de tres minutos sentó las bases para reconstruir Europa sobre la base de la paz, la cooperación y los valores compartidos, en un espíritu de perdón y reconciliación.
Hoy, en un mundo de creciente autocracia y nacionalismo, necesitamos urgentemente abrazar de nuevo los valores de la igualdad, la solidaridad, la búsqueda del bien común, la reciprocidad, la interdependencia, la dignidad humana y la libertad.
Necesitamos comprometernos de nuevo con el mandato de Jesús de amar a Dios y al prójimo, y dar testimonio de su realidad y verdad a todos los pueblos.
Jeff Fountain, director del Centro Schuman de Estudios Europeos. Este artículo se publicó por primera vez en el blog del autor, Weekly Word.
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