En medio de la guerra, humillarse es recordar que el Creador del universo se interesa personalmente por cada uno de nosotros, y que Su amor por nosotros va más allá de nuestra comprensión.
No hay un nuevo presidente en el Líbano que prometa un cambio esperanzador. Es más, en nuestro país hay un dicho que asegura: “Sus protectores son sus ladrones”. El régimen que tenemos aquí es más una cleptocracia (el gobierno de quienes utilizan su poder para robar los recursos de su país) que una democracia.
Además, durante los últimos años hemos estado sin un líder que pudiera ofrecer una visión de esperanza o mejora. En lugar de ello, nos enfrentamos a una guerra que escapa a nuestro control.
Me acuerdo de esto porque en todo el mundo, sobre todo después de las elecciones, muchas personas a menudo encuentran esperanza en los nuevos gobiernos, creyendo que podrán traer un cambio positivo.
Al fin y al cabo, los líderes hacen campaña con promesas, alimentando esta esperanza. Pero aquí, en el Líbano, no hemos tenido un cambio de liderazgo desde hace mucho tiempo. De hecho, ni siquiera tenemos la esperanza de un presidente que pueda ofrecer promesas o inspiración.
Lo que sí tenemos es guerra, un conflicto que dura ya más de un año y que se ha intensificado dramáticamente en las últimas semanas. Altera nuestras vidas y causa dolor y pérdida a muchos.
Mientras escribo esto, me distraen los sonidos de los ataques aéreos y los cohetes en los suburbios de Beirut. Me encuentro comprobando constantemente cómo están los miembros de mi familia para garantizar su seguridad, porque nuestra casa (que ahora visitamos de vez en cuando) está cerca de las zonas atacadas.
Sin embargo, nuestra experiencia es menor comparada con la de aquellos que están sufriendo: que han perdido a sus seres queridos o sus hogares en cuestión de segundos, o que han tenido que huir de sus pueblos o ciudades sin ninguna certeza de retorno.
Sin un liderazgo nacional que proporcione esperanza, ¿dónde encuentro la mía? Formar parte del Seminario Teológico Bautista Árabe (ABTS, por sus siglas en inglés) me ha enseñado a dar un paso atrás y ver el panorama más amplio.
De hecho, hay lugares donde se encuentra la esperanza, incluso aquí en el Líbano. Me enfoco en dos fuentes principales.
En el ABTS tengo el privilegio de formar parte de una comunidad que se centra en Dios. Nuestra capilla diaria ofrece un espacio para el culto y la reflexión, que se ha vuelto aún más esencial desde la reciente escalada de la guerra.
Nuestra capilla diaria ha pasado de ser un lugar centrado en la edificación de nuestro personal a una capilla comunitaria en la que todos los que visitan, viven o trabajan en el campus son bienvenidos.
Durante 15 minutos, nos centramos en alabar y adorar a nuestro Señor, y durante otros 15, escuchamos palabras de aliento: mensajes sobre la salvación, orientación práctica para tiempos difíciles o recordatorios de nuestra misión en esta parte del mundo.
Como escuchamos en un sermón reciente durante la capilla, Pablo nos dice en Efesios que aprovechemos el tiempo porque los días son malos. Se nos recuerda que estamos llamados a vivir y compartir el Evangelio, incluso en medio de un mundo malvado en el que nos rodea la guerra, hasta que Cristo regrese.
Estas reuniones se celebran además de las reuniones semanales de la capilla de estudiantes. A medida que seguimos formando y equipando a estudiantes (a distancia) que vienen de regiones aún más complejas, nuestros estudiantes de Sudán, Yemen y otros lugares también nos recuerdan que Dios sigue estando en el trono y trabajando en los lugares más oscuros.
Pero la capilla es meramente opcional. Uno puede ser un miembro del personal o un invitado que encuentra cobijo en nuestro campus y echar de menos formar parte de esta maravillosa comunidad. Durante el tiempo de la capilla, algunos prefieren sentarse o pasear fuera para tomar “aire fresco”, perdiéndose el “agua viva” que se ofrece dentro. La esperanza, después de todo, no puede imponerse a la fuerza.
[destacate]En nuestra época, no es difícil encontrar una comunidad que nos ayude a encontrar la esperanza: es una comunidad local de creyentes.[/destacate]Muchas veces, yo misma pierdo oportunidades de recibir ánimo o esperanza. Probablemente a todos nos pasa. Pero es importante que nos aseguremos de formar parte de una comunidad que comparte continuamente el Evangelio y fomenta la comunión.
Ahora más que antes puedo entender que Elías temiera por su vida y se quejara a Dios de que lo habían dejado solo (1 Reyes 19:10,18). Pero en nuestra época, no es difícil encontrar una comunidad que nos ayude a encontrar la esperanza: es una comunidad local de creyentes.
La segunda fuente de esperanza es aún más evidente: la Palabra de Dios. Este año he estado leyendo la Biblia cronológicamente, y últimamente he llegado a la parte que describe el viaje de Cristo hasta la cruz.
En medio de la guerra, es humilde recordar que el Creador del universo se interesa personalmente por cada uno de nosotros, y que Su amor por nosotros va más allá de nuestra comprensión.
Cristo sabía que le esperaba la cruz y, sin embargo, fue voluntariamente a ella. Entre los horribles sonidos de los bombardeos en Beirut, mis lecturas me han recordado que “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final” (Juan 13:1).
Además, mientras lucho por orar por mis enemigos y a veces me olvido de hacerlo por mis amigos, recuerdo que Jesús oró por mí, por nosotros, e incluso ahora, intercede por nosotros a la diestra de Dios:
Mas no ruego solo por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí. (Juan 17:20-23)
¿Cómo no voy a tener esperanza cuando recuerdo algunos de los pensamientos de Dios hacia mí y hacia su Iglesia?
Sin embargo, al igual que la capilla, la Biblia puede ser accesible a la mayoría de la gente en todo el mundo, pero con demasiada frecuencia la pasamos por alto, olvidando que es nuestro pan de cada día. Incluso en la guerra, la palabra de Dios sigue siendo nuestra fuente última de esperanza.
Aunque seguiré orando por un mejor liderazgo para mi país y para mi región, no pondré mis esperanzas en las próximas elecciones (nadie sabe cuándo), sino en el conocimiento de que Dios está obrando y de que Su deseo es que todas las personas (incluidos los grupos combatientes) se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad.
Loulwa El Maalouf, directora de Colaboraciones del Seminario Teológico Bautista Árabe del Líbano (ABTS, por sus siglas en inglés)
Este artículo se publicó por primera vez en el blog del ABTS y se ha reproducido con permiso.
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