La evangelización debería comportar el anuncio del Evangelio, la denuncia de la impiedad y del abuso de los débiles, así como la acción social evangelizadora.
Yo creo que el proceso de lo que se puede llamar evangelización, así como el acto evangelístico, es algo muy denso, muy profundo e importante. La verdad es que en nuestro país, las iglesias evangélicas no hablan lo suficiente sobre evangelización. Habría que potenciar más las reflexiones sobre evangelización de una manera profunda y seria.
Hace unos domingos en mi iglesia escuché un taller sobre evangelización. No se trataba de que alguno de los diáconos de turno hablara desde su experiencia evangelizadora como iglesia, sino que se trataba de una exposición de la persona coordinadora de un departamento de Evangelización de una de las grandes denominaciones evangélicas de España. Pensé que al ser alguien de un departamento evangelístico profesionalizado habría cosas nuevas y reflexiones importantes. Asistí.
La exposición no estuvo mal, una línea de exposición sencilla y sin novedades, pero me extrañó el hecho de que se redujera el proceso evangelístico a hacer alguna verbalización de la Palabra a algún vecino o compañero o a la entrega de un folleto, junto al hecho enfatizado de la oración. Todo de forma muy individualista, de contacto esporádico personal en la calle o en cualquier otro lugar.
Yo pensé que, quizás, al tratarse de un departamento profesionalizado habría muchas reflexiones profundas que me podrían interesar. No obstante, no se tocaron aspectos de la promoción humana que se debe dar en todo acto evangelístico. Tampoco se dijo nada sobre el hecho de que hoy la verbalización no es la única forma de comunicar ya que, el hombre de hoy, está acostumbrado a la imagen, al gesto, al icono, al signo, a la imagen del evangelista comprometido con el mundo. No digamos ya hablar de aspectos en líneas proféticas en las que la evangelización podría comportar sin duda aspectos de denuncia del mal en el mundo o el ser nosotros también, en nuestro proceso evangelístico, las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor, el clamar contra lo que hace sufrir al hombre, ya sea el racismo, la pobreza, la trata, el abandono y el maltrato.
Yo hice alguna sencilla observación sobre esto. Dije que si se vería bien en ese departamento evangelizador el ampliar la visión evangelizadora en líneas como ésta, pero por la expresión de la ponente me sentí como cogido en falta, como un pecador.
También estaba pensando en que la evangelización como promoción humana puede trabajar líneas que no sean solo individualistas, sino intentando “evangelizar” las culturas, la sociedad, la economía u otros en esta línea de trabajo que, quizás, creo yo se debería plantear un departamento dedicado a la evangelización apoyado por toda una denominación importante de España. Imaginémonos que, pensando en la iglesia en el mundo, los cristianos pudiéramos meter facetas evangelizadoras en la economía en el mundo de hoy que hicieran una economía mucho más humana y solidaria. ¡Cuántas personas sentirían el efecto evangelístico en cuanto a la promoción humana y cuántas se verían beneficiadas!
Tampoco se repara en estos talleres en aspectos como la sociedad y la cultura. Al “evangelizar” estructuras sociales de maldad, económicas que oprimen al hombre o culturales que le hacen vivir una vida presionada por valores antibíblicos, estaríamos haciendo que los efectos evangelísticos llegaran a muchísimas personas, superando en mucho al individualismo. Podría ser como un suave ungüento que suavizara muchos sufrimientos humanos. Todo esto, finalmente, redundaría en una mayor confianza en los colectivos cristianos y redundaría en beneficio de la verbalización de la Palabra, pues escucharían con más atención al provenir de personas coherentes entre lo que predican y lo que hacen.
Realmente, todo esto se podría conseguir haciendo que hubiera coherencia en los creyentes entre lo que creen, sus acciones, sus estilos de vida, sus prioridades, sus formas de comportamiento en sociedad siendo una especie de Biblias abiertas que, a través de sus vidas, se están mostrando en el mundo.
El proceso evangelizador es mucho más amplio, complejo, profundo y serio para pasar por él de puntillas. No olvidemos tampoco la acción social evangelizadora que debe emanar del ejemplo de compromiso cristiano con los más débiles y vulnerables de la tierra. La evangelización debería comportar el anuncio del Evangelio, la denuncia de la impiedad y del abuso de los débiles, así como la acción social evangelizadora.
Por eso yo pediría a los departamentos evangelísticos más o menos profesionalizados que dependen de grandes denominaciones evangélicas conocidas en nuestro país que hagan un esfuerzo en razonar sobre estos temas, el hacer publicaciones sencillas que abundaran e iluminaran el mero hecho de repartir folletos o hablar de forma individual a alguien, cosas que son dignas, buenas y necesarias, para pasar a dar pasos de reflexión sobre la profunda y amplia tarea evangelizadora para la evangelización del mundo.
La evangelización presupone también el amor práctico puesto en acción a favor de los más débiles de nuestra historia. En la Evangelización, yo entiendo por amor la línea del apóstol Pablo de una fe que actúa o trabaja a través del amor. El amor en acción en bien de la projimidad, del tender una mano de ayuda al prójimo necesitado. Mirad este texto: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn. 13:35). Es un texto que nos subraya la fuerza evangelística del amor en acción.
No solamente verán un acto de diaconía, sino que “conocerán” que los que actúan a través del amor son discípulos del Maestro. ¡Gran fuerza evangelizadora! La práctica del amor es evangelizadora y hace a Dios visible en el mundo.
Hablaba la ponente de hacer alguna caminata de oración. Yo intenté verlo de manera simbólica de forma que el transitar por esta vida sea toda ella un acto evangelístico y, como alguien ha dicho, si es necesario usar también en algún momento la palabra, o si se quiere, la Palabra. Es igual que también veo como correcto que la evangelización se trate como un fenómeno que debe ser transversal a todos los programas cúlticos, de enseñanza e incluso de esparcimiento en la iglesia.
Deberíamos hacer nuestra caminata de evangelización de forma que perdurara toda la vida, pero mostrando el amor en acciones concretas de servicio y de ayuda al prójimo que sufre o que nos necesita. Eso ya es un acto evangelizador, sin que con ello intentemos quitar ninguna fuerza a verbalización o la entrega de algún folleto.
El que en nuestra evangelización se muestren las consecuencias de nuestra conversión en la esfera social, viviéndola día a día en compromiso con el hombre, fundamentalmente con los más débiles, es un acto evangelístico de primera línea. Eso transmite conocimiento, eso transmite el hecho de que se hagan preguntas que en muchos casos van más allá de la persona ayudada o directamente evangelizada y pasa a tantas y tantas personas que observan o desean observar la acción de los cristianos en el mundo.
Si vamos derramando amor en acción, la gente “conocerá”, dice la Palabra. Se transmite con ello todo un mensaje evangelístico. “Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros…” (1ª Jn. 4:12). ¡Qué claro! Dios puede ser invisible para nuestros ojos, pero si practicamos el amor podemos llegar a hacer visible al Invisible. ¡Qué responsabilidad evangelizadora la del amor en acción!
Dios quiera que entidades y personas que aman al Señor y la evangelización, que departamentos más o menos profesionalizados de denominaciones que quieren trabajar sobre el hecho evangelístico, se den cuenta de que la evangelización, el trabajar y estudiar sobre ella, tiene una enjundia y una profundidad que, desgraciadamente, en estas breves líneas no podemos tratar, pero llamamos a ello. Sumerjámonos en la profundidad del proceso evangelizador del mundo.
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