El cristianismo es la cosmovisión que mejor nos cuenta la historia completa, la historia verdadera de por qué hay algo en lugar de nada, de por qué tememos a la muerte y porque necesitamos amor.
Hace un par de años, mientras Dawkins estaba en una conferencia promoviendo su más reciente libro, un joven le preguntó: “Si los seres humanos son meras máquinas y es inapropiado culparlos o alabarlos por sus acciones, ¿deberíamos darte crédito por el libro que estás promoviendo hoy?”. Dawkins dándose cuenta de que había sido puesto en una encrucijada lógica, reconoció en realidad que no. Cuando el mismo joven llamó la atención sobre la inconsistencia lógica de su cosmovisión naturalista, Dawkins no pudo más que responder: “Sí, de hecho, lo es; pero es una inconsistencia con la que tenemos que vivir, de otra manera, la vida sería intolerable”.1
Esta es una declaración impresionante que deja en evidencia que el naturalismo no puede lidiar en la práctica, con las consecuencias lógicas de su cosmovisión y es que, el teísmo es el único sistema de pensamiento que cumple en plenitud con los requisitos esenciales que toda cosmovisión debe cumplir para ser verdadera. Una de esas grandes características es que toda cosmovisión debe encajar con la realidad. En este sentido, el cristianismo es la cosmovisión que mejor nos cuenta la historia completa, la historia verdadera de por qué hay algo en lugar de nada, de por qué tememos a la muerte y porque necesitamos amor.
Como cristianos, hemos perdido de vista un arma muy poderosa para lidiar con las preguntas que los inconversos tienen sobre nuestra fe: hemos olvidado el arte de comprobar cosmovisiones. En apologética, solemos tradicionalmente recurrir al evidencialismo para demostrar algún hecho. Sin embargo, aunque este tipo de apologética es asombrosamente útil y nos ha regalado argumentos brillantes, hemos olvidado que los hechos siempre hablan a través del filtro de la cosmovisión de la persona que recibe los hechos 2. No siempre los hechos ni la evidencia hablan por sí mismos. El arte de comprobar cosmovisiones, por lo tanto, consiste en poner a prueba las cosmovisiones que imperan en nuestra sociedad y ver hasta dónde nos conducen.
James Sire, explica que:
“Una cosmovisión es un compromiso, una orientación fundamental del corazón, que puede ser expresada como una historia o como un conjunto de presupuestos (supuestos que pueden ser ciertos, parcialmente ciertos o totalmente falsos) que mantenemos acerca de la constitución básica de la realidad y que proporciona los fundamentos sobre los cuales vivimos, nos movemos y existimos”3.
De acuerdo a esta definición, las cosmovisiones son la manera como interpretamos la realidad y pueden ser verdaderas o falsas. De ahí la importancia de ponerlas a prueba para saber si encajan con lo que sabemos del mundo. En este artículo haré mención de dos de las cosmovisiones más influyentes de todos los tiempos: el naturalismo y el cristianismo. De ambas, se desprenden consecuencias muy diferentes para la vida práctica.
Marvin Minsky, quien es considerado uno de los padres de la inteligencia artificial, creía que el cerebro humano es solo máquina de carne. La deducción lógica desde su naturalismo es que los seres humanos no tienen libre elección, sino que están determinados a funcionar de acuerdo a su sistema neuronal. ¿Quiere decir esto, que debemos dejar de lado la creencia de que somos responsables de nuestras acciones? Minsky reconoce que no. Según él, aunque el mundo físico no nos dé evidencias de que exista la libertad de la voluntad, “nunca podremos renunciar a este, nos vemos prácticamente forzados a mantener esa creencia, aunque sepamos que es falsa”4, concluye. En otras palabras, aunque teóricamente niega la libertad de la voluntad, en la práctica se da cuenta rápidamente de que es esencial para vivir, de que encaja con la realidad cotidiana y que no podemos prescindir de ella. ¿Ves lo que acaba de pasar aquí? Minsky, al igual que muchos naturalistas, fuera de sus batas de laboratorio, son incapaces de vivir con las consecuencias lógicas de su propia cosmovisión. De hecho, a menudo deben establecer una falsa dicotomía en sus mentes, lo que Nancy Pearcey denomina “una falsedad necesaria”5 para poder vivir de acuerdo a su cosmovisión. Sin embargo, como más adelante agrega la autora: “Si una cosmovisión contradice nuestra experiencia fundamental del mundo, es señal de que debe desecharse”6.
Como estos hay infinidad de ejemplos. Cuando un relativista moral alega que no podemos creer absolutamente nada porque no existe la verdad absoluta, la pregunta que podemos hacerle es: ¿y cómo estás seguro de que lo que acabas de decir es verdad? C. S. Lewis también notó estas inconsistencias lógicas. Cuando el materialismo reduce los pensamientos a meros fenómenos físicos, es decir, como producto de reacciones químicas, no prevé que la conclusión inevitable es que entonces no podemos fiarnos de ningún juicio de valor. Lewis dijo: “Si no puedo confiar en mi propio pensamiento, por supuesto tampoco puedo confiar en los argumentos que conducen al ateísmo, y por lo tanto no tengo ninguna razón para ser ateo, ni ninguna otra cosa”.7 Considera, por ejemplo, la ideología LGTBIQA+. Desde esta cosmovisión, las personas se autoengañan para decirnos que la biología no importa, que el cuerpo no determina nuestra sexualidad y, acto seguido, proceden a gastar sumas millonarias de dinero en modificar su cuerpo para que luzca de acuerdo al sexo biológico elegido. Ahora es cuando hacen eco nuevamente las palabras de Pearcey: “cuando la cosmovisión de una persona es demasiado pequeña, siempre habrá algún elemento de la naturaleza humana que no consiga encajar en el paradigma”.8
El naturalismo suele fallar una y otra vez en la prueba de la realidad. De hecho, nota que quienes se esfuerzan por interpretar el mundo a través a una cosmovisión naturalista necesitan tomar constantemente prestados los valores de la cosmovisión cristiana para que la sociedad funcione adecuadamente, como la moralidad. Por ejemplo: ¿te imaginas cómo luciría un mundo en el que funcionemos de acuerdo a la ética naturalista y prescindamos de los valores heredados del cristianismo, de la idea de bíblica del amor, del perdón, de la dignidad humana? Pues básicamente, un mundo muy parecido al que la sociedad está intentando evitar ahora, un mundo donde no impere la ley del más fuerte. La secularización es la consecuencia del declive moral que nos rodea.
Es imposible explicar y vivir en el mundo sin una cosmovisión teísta. Hace un par de años, Elon Musk, a través de su cuenta de X, apoyó la idea de que el mundo está condenado sin el cristianismo. Aunque Dawkins insista en decirnos que la salvación de la sociedad se encuentra en el ateísmo, mientras que, a su vez, retrata la religión como la raíz de todos los males del mundo9, al echar un vistazo a la historia, a manos de cosmovisiones naturalistas, el mundo ha sufrido grandes horrores. El naturalismo le ha legado al mundo la eugenesia que esterilizó forzosamente a más de 400.000 en el siglo XX10, el aborto que sigue cobrando miles de vidas inocentes y el asesinato de decenas de millones de personas en los regímenes comunistas de la URSS y China a través de los ateos convencidos Stalin y Lenin11. La tecnología puesta en manos de la cosmovisión equivocada es un arma de destrucción masiva. Si la vida no es más que la perpetuación de la especie y los seres humanos no poseen valor intrínseco en sí, no se comete ninguna inmoralidad en eliminar unos cuantos menos aptos para la supervivencia.
Aunque no podemos ignorar que en nuestra herencia católico-cristiana hay también periodos oscuros, cuando la cosmovisión cristiana bien entendida ha sido puesta en práctica, le ha legado al mundo grandes avances, como la construcción de los primeros hospitales, movidos por la compasión ante los enfermos, la oposición al infanticidio y en lugar de ello construyó orfanatos, la creación de las primeras universidades, en tiempos cuando la educación era el privilegio de unos cuantos, la lucha contra la esclavitud, la alfabetización de occidente, etc. Las enseñanzas de Jesús han permeado la política y las leyes de naciones enteras, la cosmovisión cristiana posibilitó el desarrollo de la ciencia moderna y ha producido una gran cantidad de premios nobel que han ayudado al avance de la ciencia.12. Todo ello, impulsados por el amor al prójimo, la dignidad humana y la justicia. Francis Schaeffer dijo acertadamente: “Aunque el hombre diga que no es más que una máquina, con su vida niega tal afirmación”13. La cosmovisión cristiana no concilia con la idea de que somos meras máquinas, sino que reconoce que fuimos creados intencionalmente, que somos agentes morales y que poseemos un valor intrínseco, lo cual encaja perfectamente tanto con la realidad interna del hombre, como del mundo que le rodea. La cosmovisión cristiana ofrece la vida más llena de amor, perdón y esperanza.
Jeniffer Díaz es estudiante de la Facultad Internacional de Teología IBSTE y tiene estudios realizados en marketing y publicidad.
'Razones de la fe' es una sección impulsada desde la asignatura de Apologética que se imparte en la Facultad Internacional de Teología IBSTE.
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