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El fundamentalismo de Schaeffer (2)

Schaeffer se dio cuenta que lo que le faltaba era el amor. No podía distinguir lo fundamental de lo secundario porque el amor a la verdad no hacía que mostrara la verdad en amor.

MARTES AUTOR 97/Jose_de_Segovia 04 DE JUNIO DE 2024 10:00 h
Lo interesante de la vida de Schaeffer es que cada fase que pasa tiene relación con una época distinta del movimiento evangélico.

Si lo peor que se puede decir de una iglesia es que es una secta, no hay expresión de mayor desprecio que llamar a alguien fundamentalista. Es cierto que hay algunos que lo llevan todavía con orgullo, pero son muchos menos de los que presumen de ser liberales. De cualquier forma, son armas arrojadizas, instrumentos de combate para lanzar unos contra otros y no tener ya más que explicar lo que quieres decir con ello. 



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Para entender lo que en los días de Francis Schaeffer (1912-1984) se entendía como fundamentalismo, tenemos que ir al debate que se produjo en el mundo protestante, las dos primeras décadas del siglo pasado. Cuando Schaeffer llega a la fe, en la adolescencia, había habido ya toda una fase de controversia entre el sector más tradicional del cristianismo –que todavía no se conocía como fundamentalista– y la teología que ellos llamaban “modernista”. Era un acercamiento evolucionista a la Biblia, que veía la Escritura como una expresión primitiva y rudimentaria de la fe, cuya autoridad hoy era, por lo tanto, relativa. Lo importante es la experiencia, se decía. 



La teología moderna protestante estaba muy influenciada por el romanticismo del siglo XIX. La verdad es algo que se intuye, no que se entiende con la mente. La fe no se puede ya presentar como doctrinas a creer, seguidas de una experiencia sobrenatural de salvación por la muerte sacrificial de Cristo y una resurrección literal. Es más bien, una experiencia natural de un Dios más inmanente que transcendente, muy cercano al ser humano, que es básicamente bueno, para el que el pecado no es un grave problema. Esto unido a una perspectiva de la crítica bíblica, que analiza la Escritura como cualquier otro texto antiguo, lleva a dudar a muchos de la fiabilidad histórica del relato bíblico. 



Semejante desarrollo provoca una respuesta conservadora del protestantismo más tradicional, que se expresa en la publicación de doce volúmenes de panfletos que se conocen como “Los Fundamentos, entre 1910 y 1915. La iniciativa fue financiada por dos ricos hombres de negocios californianos, que regalaron por correo a cada ministro esta serie de libros con artículos sobre diferentes doctrinas, escritos por todo tipo de pastores y teólogos. El término “fundamentalista” lo utiliza por primera vez un editor bautista en 1920. Se refiere a aquellos que están dispuestos a “batallar por los fundamentos de la fe”.



[photo_footer]Un grupo de profesores y estudiantes dejan Westminster para formar el Seminario Bíblico de Fe y la Iglesia Bíblica Presbiteriana en 1937.[/photo_footer]



Los chicos de Machen



La figura de John Gresham Machen (1881-1937) es capital para entender de dónde viene Schaeffer. Si la controversia entre modernistas y fundamentalistas divide las iglesias bautistas entre la convención del sur y la del norte –hoy llamados bautistas americanos–, la iglesia presbiteriana del norte se separa en torno a la figura de Machen. Él es con diferencia, el más razonable y elocuente de los defensores del lado conservador de la controversia. Su libro Cristianismo y liberalismo(1923) es la obra de referencia para todos ellos. 



Machen era un buen erudito de la Escritura en Princeton. Su orientación teológica es claramente calvinista, pero su actitud frente al emocionalismo de los Avivamientos tiene poco que ver con lo que, a partir de entonces, se va a llamar “fundamentalismo”. Machen bebía alcohol, a diferencia de muchos de sus seguidores. No estaba a favor de la Biblia y la oración en las escuelas. Era un profesor que se separa de Princeton para formar un nuevo seminario en Filadelfia en 1929, Westminster.



[photo_footer]Machen era un profesor de Princeton, que se separa para formar un nuevo seminario en Filadelfia en 1929, Westminster.[/photo_footer]



Schaeffer fue dos años estudiante allí, porque él y su esposa, Edith, leían con aprobación a Machen y su colega Robert Dick Wilson. Al grupo le llamaban primero, “los chicos de Wilson”, pero rápidamente se convirtió en “los chicos de Machen”. Todavía se utiliza la terminología hoy, en la controversia que hay entre los seminarios de Westminster en Filadelfía y California. Su temprana muerte de una neumonía, cuando estaba predicando en Dakota a los 55 años, trajo una falta de dirección al movimiento, que llevó pronto a la división que se une Schaeffer y analizaremos después.



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Antes de su conversión



Nada en la familia y la educación de Schaeffer sugería que pudiera hacerse evangélico. En su medio nadie era demasiado religioso. Y en su visión posterior, su familia, simplemente, no era cristiana. Eran emigrantes alemanes de segunda generación en Germantown (Pennsylvania), una localidad de influencia menonita alemana y holandesa del valle bajo del Rin, que recibió el cuáquero William Penn en 1863. 



El abuelo de Schaeffer vino con su esposa y su hijo, pero murió en un accidente, cuando trabajaba en el ferrocarril. Su padre, Frank, está en la industria del carbón hasta que se alista a la Marina. Va a la guerra contra los españoles en el 98 y se casa luego con la hija de un emigrante inglés, Bessie, cuyo padre había muerto joven, dejando a su madre con cuatro hijos. Francis era hijo único. Le llamaban, familiarmente, Fran. Nació en su casa en 1912 con la ayuda de un médico, que estaba tan borracho que olvidó registrar el nacimiento de Schaeffer, como descubriría luego al pedir el pasaporte en 1947. 



Francis iba de niño a la Primera Iglesia Presbiteriana de Germantown, pero no entendió nada del Evangelio entonces. Y se hizo agnóstico. A los 17 años se interesa por la filosofía griega por el error de un librero al que pide un manual de introducción a la lengua inglesa, para ayudar a un inmigrante ruso, cuando le envía por equivocación un texto de filosofía griega. Empieza a leer la Biblia y se encuentra un día una carpa, donde un evangelista llamado Anthony Zeoli predica el cristianismo. Zeoli era de Filadelfía. Había sido drogadicto y había estado en la cárcel por actividades criminales, cuando alguien le dio una Biblia y se convirtió. Schaeffer dice que llega a la fe medio año después.



[photo_footer]Edith había nacido en China, donde sus padres eran misioneros, pero su familia vino de Inglaterra e Irlanda del Norte a América en la primera mitad del siglo XIX.[/photo_footer]



Hija de misioneros



Edith había nacido en China, donde sus padres eran misioneros. Su familia venía de Inglaterra e Irlanda del Norte. Emigraron a América en la primera mitad del siglo XIX. Su padre, George, nació en Pittsburgh en 1876 y fue al seminario presbiteriano de Allegheny, después de estudiar en la universidad en New Wilmington (Pennsylvania). Lee el famoso libro de Hudson Taylor y se va a China a los 25 años, en 1902. Allí conoce a una viuda, su futura esposa y madre de Edith, Jessie. 



El apellido de Edith era el nombre de Sevilla en inglés, Seville. Tenía dos hermanas y un hermano que murió de niño. La familia volvió a Estados Unidos en 1919. Se establecen en Germantown con la idea de volver a China, pero la madre no tenía buena salud para ello. La familia materna era bautista en California, donde Edith es bautizada por inmersión, aunque ella no podía recordar cuando no había sido cristiana. El padre se hace pastor de una iglesia presbiteriana independiente en Newburgh (Nueva York), antes de hacerse editor de la revista de la misión del interior de China en Toronto (Canadá). Cuando la publicación se traslada a Germantown, Edith conoce a Fran en una reunión de jóvenes de la iglesia presbiteriana en 1932.



La familia de Edith tenía un trasfondo evangélico, totalmente ausente en la de Fran. A ella le habían enseñado “los peligros del modernismo teológico y la vida mundana”. No bailaba, ni fumaba o bebía alcohol. Discutía contra la evolución con sus profesores y sería una típica evangélica conservadora, si no fuera porque le gustaba el jazz, el ballet, el teatro, el arte y la moda. Su madre le hacía modelos tomados de la revista Vogue, pero tenía muy claro lo que era la teología “liberal”. Ella y Fran se conocieron discutiendo contra un conferenciante unitario que había ido invitado a la iglesia presbiteriana. Él le preguntó si podía acompañarla a casa, pero ella le dijo que tenía otros compromisos. La respuesta de Fran era típica de Schaeffer: “¡Rompelos!”.



Curioso matrimonio



El matrimonio de Fran y Edith fue tan curioso como su noviazgo. Sus citas aquel verano consistieron en leer juntos Cristianismo y liberalismo, de Machen. Él iba a la universidad de Hampden-Sydney, que no admitía estudiantes casados. Así que su noviazgo fue por carta, una al día, exactamente, por cada lado. Fran podía llegar a tener un carácter colérico, pero tendía más bien a la depresión. Ella era de un vitalismo asombroso. Si algo tenían los dos en común, es que eran trasnochadores sin remedio. Para ellos, la actividad intelectual empezaba en la madrugada. 



Aunque Fran era el intelectual de los dos, sufría de una terrible dislexia. No sabía cómo pronunciar ciertas palabras. Le gustaba hablar de la “galaxia”, pero en vez de “Galacy”, decía siempre “galacacy”. Y el chiste más famoso sobre él, era el sermón que dio en L´Abri sobre “los judíos y los genitales”, en vez de “los judíos y los gentiles”. Alguno se preguntará cómo podía impresionar tanto alguien que hablaba tan mal en público. Era su humanidad, supongo, la honestidad y emoción, que siempre mostraba hasta las lágrimas. Había algo profético en su mensaje. 



Edith no sabría tanto, pero llevó toda una comunidad, más que una familia en Suiza. Cocinaba y recibía docenas de visitantes en L´Abri. Su actividad intelectual empezaba para ella a las doce. A esa hora leía y escribía libros, dormía un poco y se levantaba a las cinco para hacer gimnasia y empezar un nuevo día. Los dos no dormían más más de tres o cuatro horas al día. No sé el efecto que eso tiene mentalmente, pero eran de una vitalidad asombrosa. Ella tenía, además, mucho interés en el sexo, sobre lo que su hijo Frank ha escrito ya varios libros. No era la familia típica evangélica. 



[photo_footer]El matrimonio de Fran y Edith fue tan curioso como su noviazgo.[/photo_footer]



El principio de separación



La verdad es que no se puede entender el fundamentalismo sin el principio de separación. Ese mal que acompaña al extremismo cismático sigue asolando al movimiento evangélico hasta el día de hoy. Siempre hay razones para separarse. La primera indicación de Fran sobre la posible división del seminario de Westminster está en una carta a Edith de 1935. En ella le muestra su disgusto por “la falta de fervor y dirección” del centro. Ella le advierte sabiamente que los jóvenes tienden a culpar a los mayores de “falta de fervor”. 



Las acusaciones del grupo de profesores y estudiantes que dejan Westminster para formar el Seminario Bíblico de Fe y la Iglesia Bíblica Presbiteriana en 1937 son de tres tipos. Schaeffer acusa a Westminster de ser “hipercalvinista”. Lo que quería decir con eso es que se hablaba más de la Reforma y Calvino que de la Biblia. Segundo, profesores y estudiantes bebían, fumaban y asistían a espectáculos que ellos consideraban poco recomendables. Por si esto fuera poco, no aceptaban el premilenarismo, que hizo que el fundamentalismo se hiciera generalmente dispensacionalista, una escatología que divide la historia en siete dispensaciones en los que Dios trata a la humanidad en diferentes términos, según el pacto que hubiera en cada periodo. Esta doctrina fue muy difundida por las notas de la Biblia de Scofield, que defendía el joven líder zelote del nuevo fundamentalismo, Carl McIntire.



Schaeffer y los Presbiterianos Bíblicos no eran, la mayoría, dispensacionalistas, pero en su primer pastorado él cree que el fin del mundo es inminente, por la segunda guerra mundial. Su tutor, Allan MacRae, le advierte que no es la primera guerra que hay en la historia. MacRae era diez años mayor que Schaeffer. Había estudiado en Princeton y tenía un doctorado de la Universidad de Pennsylvania. Antes de ser profesor de Wesminster, había estudiado en la Universidad de Berlín y la Escuela Americana de Estudios Orientales de Jerusalén, pero en el conflicto apoya a McIntire. La idea de él era formar un seminario en la Universidad de Wheaton (Illinois) con Oliver Buswell de presidente, pero en vez de eso se funda el seminario de Fe. Schaeffer fue su primer estudiante. Al acabar, es también el primer pastor en ser ordenado por la nueva Iglesia Bíblica Presbiteriana. 



Continua división



El problema del fundamentalismo es que nunca deja de dividirse. Cuando Machen entra en conflicto con la junta misionera de la iglesia presbiteriana, hace una junta independiente en 1933. Algunos conservadores dejan Westminster por la asociación con esa junta independiente, que impide su ordenación en la iglesia presbiteriana. McIntire aprovecha entonces, para tomar el control de la junta. La agencia enviará luego a los Schaeffer a Europa, pero Fran se cansará de la continua militancia de McIntire, aunque no perderá la tendencia separatista. 



Cuando se gradúa en el seminario de Fe en 1938, se hace pastor de una pequeña iglesia con dieciocho miembros en Grove City (Pennsylvania), que se había separado de la iglesia presbiteriana del pueblo. No tenían local y se reunían en el salón de la Legión Americana. Sus primeros sermones son, sobre todo, diatribas contra el modernismo. No llevaba un año de pastor, cuando entra en una crisis, exhausto de “disparar contra todo lo que se mueve”. Tenían ya una hija, Priscilla, nacida en 1937. La hija que yo conozco, Susan, nació en 1941, poco antes de dejar Grove City, para ayudar a un pastor en Chester (Pennsylvania). Allí la división había sido mayor. La iglesia tenía unos quinientos miembros. El pastor principal, Lathem, predicaba por la mañana y Schaeffer, por la tarde. A los dos años Fran se va de pastor a San Luis en el verano de 1943. 



La iglesia en San Luis tenía un gran edificio en una zona residencial, al lado de un parque. Era la clásica construcción de ladrillo rojo, techos altos con arcos, el coro arriba, órgano de tubos, vidrieras y bancos de madera oscura. Los Schaeffer vivían en una buena casa de tres pisos y trece habitaciones con un despacho. Su conexión con el barrio es por los niños. Hacen una escuela bíblica de verano que atrae cientos de niños. Es lo que les hace pensar en ir a Europa para tener un ministerio para alcanzar a la nueva generación que viene al final de la guerra. Su tercera hija, Debbie, nace en 1945 y llegaría a casarse con un alemán, Udo Middelmann, cuya familia se oponía al nazismo. 



[photo_footer]Schaeffer fue el primer pastor ordenado por la nueva Iglesia Bíblica Presbiteriana.[/photo_footer]



Fundamentalistas y neoevangélicos



Lo interesante también de la vida de Schaeffer es que cada fase tiene relación con una época del movimiento evangélico, como muestra el profesor de historia de la Universidad de Baylor, Barry Hankins en su libro Francis Schaeffer y la formación de la América Evangélica. Esta última biografía es mucho más crítica que las anteriores, pero muestra la perspectiva con la que debemos ver a Schaeffer como “el evangélico americano más popular e influyente de su tiempo”, junto a Billy Graham. Ambos vienen del fundamentalismo más radical, Graham de la Universidad de Bob Jones y Schaeffer del seminario de Fe, pero los dos cambian la actitud evangélica respecto a la cultura. Ambos pasan de la separación al diálogo, pero como muestra Hankins, Schaeffer acaba finalmente en la confrontación que caracteriza al movimiento evangélico desde la aparición de la Mayoría Moral en la Era de Reagan de los 80. 



La identificación de Schaeffer con el movimiento que el nuevo fundamentalismo da en llamar “neoevangélico” es más tardía que Graham. Ya en los años 40, un grupo de pastores y teólogos se cansan del separatismo cismático del fundamentalismo. Viene con la fundación de la Asociación Nacional de Evangélicos en 1942, el seminario teológico de Fuller en Pasadena (California), en 1947, y la revista Christianity Today en 1956. El año 1944 todavía Schaeffer escribe a McIntire que “la separación es una tarea diaria”. Los dos años siguientes son de continuas batallas entre los “presbiterianos bíblicos”. 



La denominación se enfrenta a las Iglesias Independientes Fundamentales de América, fundada en 1923 por la Conferencia Americana de Iglesias No Denominacionales, donde estaba Oliver Buswell. Schaeffer divide la Alianza Pro Evangelización del Niño (APEEN), porque en ella participaban evangélicos que estaban en denominaciones del Consejo Mundial de Iglesias. Su tutor, MacRae, se enfrenta a McIntire y funda el seminario de Harfield (Pennsylvania), después de que Schaeffer y otros le acusen de irse al seminario de Fuller. Su primer presidente, Ockenga –pastor de la influyente iglesia congregacional de Boston, Park Street, que era tradicionalmente evangélica– se marcha de Fuller en medio de la “Batalla por la Biblia” para fundar Gordon-Conwell con Billy Graham. Bob Jones flirtea primero con los “neoevangélicos”, para acabar acusando a su discípulo Graham de dar “cobertura a los apóstatas”. 



¿Unidad en lo fundamental?



Schaeffer buscaba la unidad en lo fundamental, el encuentro en la ortodoxia de los que se separaban del modernismo teológico. De hecho, era una de sus críticas al seminario de Westminster. Dice en una carta a McIntire en 1944 que en su celo por ser “puramente reformados cortaban todo posible contacto con otros conservadores”. Eso le parecía “un suicidio”. Ese mismo año, sin embargo, escribe a otro pastor de la denominación en Pennsylvania, preocupado porque “el principio de separación está degenerando en una confusión a la que se añade una confusión mayor”, utilizando una expresión de Milton en El Paraíso perdido. Y todo porque un grupo de jóvenes de su iglesia había aceptado la invitación de una iglesia “no separada” para participar de un culto de Pascua de Resurrección al amanecer. 



Cada vez que un pastor dejaba la iglesia histórica, se montaba una gran fanfarria por su “salida”. Cuando así lo hace un misionero llamado Paul Abbot, Schaeffer anuncia hasta en el periódico de San Luis el sermón que va a dar como predicador invitado, bajo el edificante título de: “¿Por qué consideré necesario dejar la Iglesia Presbiteriana en Estados Unidos de América?”. El misionero prefirió algo más suave: “¿Cómo Dios me llevó a dejar la Iglesia Presbiteriana en Estados Unidos de América?”. El sectarismo que dominaba este grupo los llevaba a un extremismo cada vez mayor. El mensaje ya no era el Evangelio, sino “la separación”.



La cuestión para ellos era mantener “la infalibilidad de la Escritura”, pero pronto cualquier doctrina estaba enseñada por la Escritura. Y no estar de acuerdo en ella, era no mantener “la autoridad de las Escrituras”. Se había olvidado el viejo principio de Agustín de la jerarquía de doctrinas. No es lo mismo tener claro la justificación por la fe que nuestra comprensión del milenio. Como cristianos tenemos bastantes diferencias de opinión sobre bastantes aspectos de la Escritura, pero no todos son igual de importantes. Así que no tenemos derecho a exigir un acuerdo en detalle para poder mantener la unidad del Evangelio en Espíritu y verdad. 



La marca del cristiano



Agustín decía que en lo esencial debemos mantener unidad, pero en lo demás debemos dejar libertad y siempre caridad con aquellos que no ven las cosas como nosotros. Schaeffer se dio cuenta luego, que lo que le faltaba era el amor. No podía distinguir lo fundamental de lo secundario, ni tolerar las diferencias, porque el amor a la verdad no hacía que mostrara la verdad en amor (Efesios 4:15) 



Muchos se han quedado todavía en esa fase de la historia evangélica. Basta ver lo que dicen en las “redes sociales”. Hay tantos “francotiradores, disparando contra todo lo que se mueve”, como si fueran los únicos supervivientes de la hecatombe de la apostasía en la Iglesia contemporánea. Se dividen hasta lo indecible y ya no están seguros más que de ellos mismos. La mayoría de ellos ya no van ni a una iglesia. Hablan en nombre del Evangelio, cuando “el que no ama, no ha conocido a Dios” (1 Juan 4:8). 



Para Schaeffer, esa es “la marca del cristiano”, su señal distintiva, lo que le identifica. Se basa en el “mandamiento nuevo” de Jesús en el Evangelio según Juan (13:34-35). Debemos amarnos unos a otros, como Él nos ha amado, en eso conocerán que somos sus discípulos. Es cierto que muchos han abusado de la “falta de amor” para justificar sus incoherencias, morales o doctrinales. Ahora bien, si nuestro “amor a la verdad” no es más que amor propio, no conocemos el amor que Dios nos muestra en Cristo Jesús. Se trata de amar como Él nos ha amado. 



 



 



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COMENTARIOS

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jorge varon
04/06/2024
18:22 h
1
 
La iglesia tibia a lo café con leche, tolerante hasta la desidia no toca en realidad el corazón de las personas. Es el plano inclinado que lleva al cristianismo cultural, literario bla bla bla. "el Reino de Dios no consiste en palabras sino en poder" 1Cor 4:20. "¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. " Apc 3: 15
 



 
 
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