De la Biblia se desprende que todos los hombres somos iguales y, por tanto, la justicia tendría que pretender la igualdad de todos los seres humanos. Con un añadido: que la Biblia y, muy particularmente Jesús, son parciales en su relación con los pobres y los oprimidos.
Esa parcialidad hace que la justicia bíblica se ponga muy por encima de la justicia como virtud política e incluso ética.
La justicia bíblica es misericordiosa y Dios se pone del lado de los débiles y los pone en los primeros lugares. Eso es justicia para un cristiano, un valor supremo.
En el mundo no hay justicia. Hay una superabundancia de bienes para unos y una escasez escandalosa para otros. La justicia, aunque fuera dentro de los parámetros éticos humanos, debe buscar una justa redistribución de los bienes del planeta tierra, debe repartirlos con equidad, pues nadie es más dueño de la naturaleza que ningún otro.
Sin embargo, ¿por qué se necesita la solidaridad? ¿Por qué desde ámbitos cristianos, como desde ámbitos seculares se hacen llamadas a la solidaridad? ¿Es que, acaso, la justicia necesita de complementos como el de las solidaridades humanas? La justicia, en sí, no necesita de la solidaridad en este sentido redistributivo de los bienes que hay en el mundo. Si la solidaridad se necesita, si es imprescindible la solidaridad, es porque la justicia, precisamente, no es la que reina en el mundo.
No es que la justicia sea imperfecta y necesite un complemento de solidaridad, sino que estamos en un mundo en el que reina la injusticia, los valores del antirreino en contraposición a los valores del Reino. Es por eso que a la solidaridad siempre la necesitaremos entre nosotros, al igual que Jesús dijo ante tanta injusticia y robo, plasmados en el rostro de Judas, que a los pobres siempre los tendríamos entre nosotros. Frase que a Jesús le debió desgarrar su interior previendo los muchos Judas que en el mundo irían apareciendo constantemente.
El arrinconamiento de la justicia, tiene que paliarlo la solidaridad humana. Defendemos la solidaridad, hablamos de solidaridad cristiana al igual que tenemos que hablar de misericordia. La solidaridad es el paliativo de la injusticia, de la falta de justicia en el mundo, lo cual no quiere decir que la promoción de la solidaridad, la práctica de la solidaridad nos deba hacer caer en el olvido de la justicia. La solidaridad es una especie de virtud asistencial que cubre los efectos de la falta de justicia en el mundo. Sin embargo, los cristianos, por muy solidarios que sean y por mucha práctica de projimidad que hagan, jamás deben caer en el hecho de olvidarse de trabajar por la justicia en el mundo, por expandir el Reino de Dios, sus valores y su justicia. La justicia es insustituible.
Las parábolas del Reino deberían estar grabadas en las paredes de los templos porque no solamente son solidarias, sino que buscan la justicia, una justicia parcial con los débiles del mundo y que tiende a ponerlos en los primeros lugares, en el primer plano de la realidad cristiana como ejemplo de lo que es la justicia bíblica, una justicia misericordiosa. Lo que pasa es que en tanto que la justicia siga ausente en tantos ámbitos del mundo hasta reducir a la pobreza al ochenta por ciento de la humanidad, los cristianos deben trabajar en una doble línea, en un doble plano, en una doble vertiente: la búsqueda de justicia y la promoción y práctica de la solidaridad. El que no está en estas líneas es peor que los incrédulos.
Mientras haya pobres y oprimidos es necesaria la solidaridad que comparte, que denuncia, que llora por justicia. Los pobres, oprimidos y despojados del mundo, necesitan de la solidaridad tanto de los creyentes, como de los incrédulos... de todos. Pero hay un plus de responsabilidad en los que dicen ser cristianos y dicen tener las prioridades y estilos de vida del Maestro.
La solidaridad no es un complemento de la justicia. No es una compensación que la justicia necesita. Cuando reina la justicia, no es necesaria la solidaridad económica que libera a los pobres. La solidaridad es lo que grita continuamente que en el mundo no hay justicia, que reinan los injustos, que el mundo está en manos de acumuladores y opresores... de ladrones, hemos dicho en otro contexto.
La justicia como virtud política sí es imperfecta y tiene limitaciones. La justicia como valor absoluto, como valor del Reino que irrumpe con la figura de Jesús, es perfecta. La solidaridad, entonces, cubre las imperfecciones y las debilidades de las justicias humanas. Por eso, los cristianos que tenemos otra visión por haber bebido en la fuente en donde se muestra la perfecta justicia, no debemos cesar en la lucha por la implantación de esta justicia misericordiosa y perfecta que nos deja la Biblia... aunque al mundo le parezca utópico. A nosotros no, porque estamos dentro de otra visión de la utopía: la utopía del Reino en cuyo ámbito debemos trabajar buscando ser
“perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Trabajemos, pues, por la justicia perfecta.
La búsqueda de la justicia y la práctica de la solidaridad serán los dos elementos que tenderán a eliminar ese escándalo humano que es la pobreza en el mundo, esa vergüenza que mancha a toda la humanidad.
Si quieres comentar o