No es que sea falsa por la intención y la forma bella de formular estos derechos, sino falsa al permitir, tanto los que están instalados en el poder político o económico, como los que apoyan el silencio en el que se mueven muchos cristianos, que estos derechos queden en algo formal, de bella formulación, pero que no haya esfuerzos por respetarlos, por hacerlos equitativos y realmente universales y no sólo en su formulación teórica, sino en su cumplimiento y realización concreta en nuestra historia, en nuestro aquí y nuestro ahora.
Esa realización concreta, esa plasmación en nuestra historia es lo que demandan los derechos de los niños, de las mujeres pobres del mundo, situación de estas mujeres que da lugar a que se pueda hablar de la feminización de la pobreza. Lo demandan los discriminados y torturados de una u otra manera -la tortura no es sólo física a base de latigazos o causando cualquier tipo dolor físico-, lo demandan los privados de los derechos culturales, los no alfabetizados, los que no conocen los derechos sociales y económicos mínimos a los que tienen derecho… porque los medios de subsistencia de la tierra les pertenece a todos por igual.
Los pueblos pobres no deben clamar solamente por sus derechos en el campo de lo económico, aunque esto sea la base y la plataforma de lanzamiento, sino que deben luchar o, en su caso, debemos luchar también nosotros aportándoles voz y ánimo, aunque buscando siempre que ellos no sean objeto sino sujetos de su propio desarrollo, para que se cumplan lo que la ONU llamó los “Derechos al Desarrollo” que, en realidad, unen y conjuntan los derechos civiles, los políticos, los económicos, los sociales y los culturales, como medio para mejorar sus vidas, dignificarlas, promocionarlas en una vida plena y abundante, mejorar su bienestar y su realización como personas. En definitiva y pasándolo a los valores cristianos: Que a los pobres se les pueda acercar todo el bagaje que nos dejó Jesús con los valores del Reino.
Trabajar por los derechos de los pobres al desarrollo es también una forma de evangelización. Es la parte de promoción social y, en su caso, de la denuncia que corresponde a toda evangelización… como hizo Jesús. Si los cristianos siguieran el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), aún nos quedaríamos cortos con las exigencias que los valores del Reino tienen para los cristianos. Bastaría leer algunas de las parábolas del Reino y algunas de las afirmaciones de Jesús. Sin embargo, yo creo que, muchas veces, los cristianos se refugian intramuros de la Iglesia, en la cápsula de cristal que les aísla del mundo.
Muchas veces permanecen de espaldas al sufrimiento de los hombres, al grito de los excluidos y ni siquiera luchan ni se preocupan por programas como el de las Naciones Unidas para el Desarrollo con lo que implica de que los Derechos Humanos y el Derecho al Desarrollo necesitan también el trabajo de los cristianos en muchas áreas: la promoción de la educación y capacitación, el derecho a no pasar hambre, máxime cuando en el mundo hay posibilidades de que esto pueda ser así -tampoco se ven grandes esfuerzos de los cristianos en el mundo para que se multipliquen los panes y los peces y continúe así el milagro de Jesús con respecto a los hambrientos-, el derecho a la salud, al agua potable, a la higiene, el derecho al trabajo, el derecho a participar de los bienes culturales, el derecho a todo tipo de participación social, así como en la toma de decisiones que afecten a sus vidas, el derecho a poder expresarse libremente, a opinar… a ser personas libres… a ser prójimos a los que hemos rescatado de las manos de los ladrones y salteadores del mundo.
Por tanto, los cristianos, siguiendo las líneas de Jesús y los valores del Reino, deberían sobrepasar en mucho al hecho de clamar para sus prójimos pobres el simple crecimiento económico. Deben ir mucho más allá, incluso a compartir solidariamente hasta que les duela y no sólo buenos deseos o migajas asistenciales, aunque estas sean totalmente necesarias esperando el complemento de la búsqueda de justicia para los pobres y excluidos del mundo. Esto, en los actuales niveles de pobreza en el que se desenvuelve más de medio mundo, no se consigue sólo con acción, que es fundamental, sino con el uso de la voz denunciadora que nos demanda la Biblia.
Los valores del Reino buscan el auténtico desarrollo integral. Yo creo que, tanto los Derechos Humanos como los Derechos al Desarrollo, no están muy lejos de los valores del Reino de Dios, aunque estos valores los sobrepasen con una práctica de justicia misericordiosa que no se da en el mundo, justicia misericordiosa que consistiría, siguiendo los valores del Reino, no sólo dar a estos últimos las mismas posibilidades que a los integrados en las sociedades ricas, sino dárselo a ellos primero aunque esto implicara la necesidad de renuncia a la opulencia en que algunos viven. Hay que hacer una inversión de valores en la línea de una justicia misericordiosa que nos demanda la Biblia. Además, los convertidos, como hizo Zaqueo, deben devolver lo robado y compartir todo tipo de bienes personales con los más pobres.
Un auténtico cristiano no debería dormir bien mientras sabe que su prójimo, mirado de forma individual o colectiva, está sin escolarizar, pasando hambre o muriendo por causas vencibles, está hambriento en el mundo, sin hogar, sin agua potable… muriendo en la infravida. Algo le falta a los cristianos del mundo si pueden decir que están viviendo la auténtica espiritualidad cristiana dando la espalda a la defensa de los Derechos Humanos y de los Derechos al Desarrollo… porque puede ser que estén también de espaldas a los valores del Reino, regocijándose en iglesias del antirreino en donde aún no se ha comprendido que el mensaje liberador de Jesús era también humano, como los derechos de los que estamos hablando, aunque también se proyecte hacia la eternidad.
Si no comprendemos esto, es posible que la forma que muchos tiene de vivir el cristianismo también sea motivo de escándalo y vergüenza humana.
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