¡Resucitó! La debilidad está rota

¡Débiles del mundo! ¡Escuchad! ¡No temáis! Jesús ha resucitado y la debilidad y abuso de tantos y tantos excluidos de la historia se ha roto. “El poder de Dios se perfecciona ahora en la debilidad”. ¡Tremenda paradoja bíblica! Los parámetros son nuevos. La resurrección es garantía de poder. Los débiles, los mansos y los humildes serán no sólo los que tengan la tierra por heredad, sino también serán los habitantes de esa nueva Jerusalén en donde ya no habrá más muerte ni dolor porque las primeras cosas pasaron.

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¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado! No temáis, débiles del mundo, apaleados de la historia. La debilidad está rota y se les da a los oprimidos y maltratados del mundo una nueva fuente de poder. Jesús, con su resurrección, transformó su debilidad en vida abundante, en fuente de poder que es capaz de vencer incluso a la muerte.

¡Qué curioso! En su nacimiento se da el mensaje de “no temáis” y en su resurrección se repite: “No temáis, ha resucitado”. Se dirige a las mujeres y en ellas y a través de ellas a todo el mundo, pero de una manera muy especial a los débiles de la historia, los amedrentados por la injusticia, los sufrientes y oprimidos del mundo.

¡Qué importante es la resurrección y no sólo para que estemos seguros de nuestra inmortalidad! Él, azotado, humillado, ofendido y crucificado es, con su resurrección, poder para los débiles comunicado directamente a unas mujeres cuyo testimonio no tenía valor alguno por estar discriminadas y excluidas. En ellas se sienten representados todos los colectivos débiles de la tierra. ¡No temáis! Jesús ha roto la debilidad transformándola en poder de Dios, en potencia también ante un mundo injusto.

Jesús, en su resurrección, se dirige a unas mujeres en una época patriarcal en donde todas ellas estaban discriminadas. A través de ellas Jesús se dirige de una manera especial a los débiles del mundo, aunque el poder de la resurrección es para todos los que creen.

¡Qué importante este tema de la resurrección! No es una banalidad verlo desde el hecho de que toda debilidad humana está rota. Los débiles del mundo pueden ser también contados como una fuente de poder en la tierra. ¡Qué curioso esa parábola del Reino en donde sólo entran los lisiados, pobres, marginados y apaleados del mundo! Yo creo que se reflexiona poco sobre ello, pero desde el punto de vista de la resurrección como rotura de cualquier tipo de debilidad se le ve mucho más sentido.

El que se crea prepotente, sabio según su opinión, los que se jactan de justificarse a sí mismos con sus cumplimientos, los que tratan de malditos a los ignorantes porque no pueden entender la Torá como ocurría en los tiempos de Jesús, no experimentarán en sus vidas el poder de la resurrección que rompe los esquemas mundanos y las estructuras injustas de pecado.

Jesús resucitado está al lado de los débiles del mundo y los convierte en un manantial de poder. Quizás, Jesús, al romper toda debilidad con su resurrección, se cumple uno de los valores del Reino que a nosotros nos parece un escándalo: “Muchos últimos serán primeros”. ¡Qué trabajo nos cuesta aceptar que los últimos, los débiles y despreciados del mundo, pueden ser puestos en los primeros lugares. Entonces es cuando se cumple en ellos el poder de la resurrección y el valor del Reino que más trabajo nos cuesta interpretar.

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Es verdad que Jesús murió en medio de burlas, mofas, latigazos, corona de espinas, clavos en sus manos y sus pies, escupitajos y abandonos, pero era precisamente para dar un latigazo de muerte a todas estas maldades rompiéndolas y haciéndolas pedazos para que se cumpla el que Él, con su poder, puede romper toda debilidad y ensalzar a los humildes y abusados, a los injustamente tratados.

¡Qué maravilla el poder celebrar la resurrección desde los parámetros de rotura de toda debilidad! Incluso la muerte. Por tanto, los que creemos en la resurrección debemos estar al lado de los débiles, pues con su resurrección ha roto todo tipo de debilidad y cualquier debilidad puede ser potencia de Dios para el mundo. La resurrección nos cubre con un manto de esperanza.

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