El peligroso papel de los medios de comunicación en la exacerbación de los conflictos

Este artículo se publicó originalmente el 28 de septiembre de 2023, diez días antes del comienzo de la reciente guerra entre Israel y Gaza.

En mi trayecto al trabajo por la mañana, siempre estoy atento a las noticias del día en la radio: a la hora en punto, a y cuarto o a menos cuarto.

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Navego por las emisoras que tengo presintonizadas; cada una de ellas refleja una perspectiva diferente. Entre resumen y resumen de las noticias, escucho las tertulias matinales para calibrar el estado de ánimo de la sociedad sobre los temas más candentes del día o de la semana.

Desde hace algún tiempo, me alarma el deterioro de la calidad, tanto de los informativos como del discurso público, exacerbado por presentadores que afirman limitarse a informar de las preguntas y preocupaciones de la gente “objetivamente” y con desinterés.

Pero podría argumentarse que esta pretendida neutralidad es en sí misma problemática, ya que finge ignorar el poder y la responsabilidad de los medios de comunicación.

A veces, las tertulias matinales simplemente ofrecen a los oyentes y a quienes llaman la oportunidad de desahogarse sobre sus luchas económicas o su desdén por la élite política.

[destacate]La información responsable, como la teología responsable, es la que se compromete con la verdad.[/destacate]Pero otras veces, la conversación se inclina peligrosamente hacia un discurso de odio prejuicioso. En esos momentos, el aterrador potencial de violencia que puede derivarse de las crudas emociones expresadas por los oyentes (y que en gran medida inflaman los presentadores) me resulta sobrecogedor.

En el Líbano, los temas candentes que se cubren con más frecuencia estos días (dependiendo del lado de la narrativa que uno escuche) son los refugiados sirios, el “dúo” Hezbolá-Amal y la comunidad chií asociada a ellos, y más recientemente la cuestión LGTBIQ+.

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Mientras reflexionaba sobre la nueva realidad de nuestros medios de comunicación libaneses, me encontré con una herramienta educativa desarrollada por el Centro Libanés para la Educación Cívica (LCCE) y patrocinada por forumZFD, una organización de la sociedad civil para la paz civil.

Disponible gratuitamente en el sitio web de forumZFD, el manual se elaboró por primera vez en 2013 y se titula “La memoria de la guerra”. La actividad 9 (de 12) aborda la cuestión de la responsabilidad de los medios de comunicación a la hora de informar.

El capítulo comienza identificando 5 tipos de medios de comunicación, que van desde los que “promueven la paz” a los que “promueven la intolerancia”, e incluye otros 3 tipos como los que buscan “puntos en común”, los “medios imparciales” y los “medios tendenciosos”.

Se podría argumentar que un gran número de medios de comunicación son parciales, y sirven como portavoces de perspectivas opuestas sobre cuestiones sociales y políticas.

Sin embargo, me alarma la cantidad de eslóganes que se comparten con la población libanesa estos días; eslóganes que parecen ir más allá, hasta el punto de promover la intolerancia. Por supuesto, todo en nombre de la libertad de expresión y la transmisión objetiva de las opiniones de la gente.

[destacate]Debemos tener en cuenta que la mayor parte de nuestro discurso y nuestros escritos tienen influencia.[/destacate]Aquellos que somos teólogos, académicos y líderes eclesiásticos, que normalmente tenemos una tribuna, un púlpito y, a menudo, un público impresionable, debemos tener en cuenta que la mayor parte de nuestro discurso y nuestros escritos tienen influencia; en algunos casos, esa influencia es considerable.

Creo que es útil, por tanto, recordar algunas de las normas éticas del sector de los medios de comunicación, ya que bien pueden aplicarse a nosotros; quizás incluso más que a los periodistas y presentadores de programas, dado el poder añadido que las dimensiones espirituales y religiosas de nuestra vocación tienen sobre nuestro público.

A continuación, voy a reflexionar brevemente sobre las implicaciones eclesiales de las 11 “reglas de conducta” y “deberes éticos”que figuran en el manual “La memoria de la guerra”.

1- Responsabilidad. La información responsable, como la teología responsable, es la que se compromete con la verdad. Nuestro sentido de la responsabilidad ante nuestro público es la medida de nuestra profesionalidad. Como líderes debemos ser conscientes de que no nos servimos a nosotros mismos, sino a Dios y al bien público.

2- Equilibrio e imparcialidad. El compromiso de un periodista con la verdad debe generar en él el deseo de mantener una franqueza en sus informaciones que conduzca al diálogo. Lo mismo ocurre con el tratamiento bíblico y teológico de las cuestiones difíciles. Aunque estemos firmemente apegados a nuestra opinión, nuestro compromiso con la verdad exige que presentemos con imparcialidad los distintos puntos de vista sobre una cuestión, de modo que nuestro público reciba una información suficientemente equilibrada que pueda evaluar con madurez y reflexión.

3- Apoyarse en las metodologías del análisis de conflictos. Todo lo que hacemos y decimos debe reflejar nuestro compromiso permanente con la exploración de soluciones pacíficas a desacuerdos (a menudo profundos) sobre cuestiones políticas, sociales o teológicas. Queremos explorar los trasfondos personal y socialmente complejos de las cuestiones difíciles, poner de relieve los puntos en común y los desacuerdos, y buscar resoluciones que mantengan en la medida de lo posible la unidad colectiva y el bien común.

4- Evitar la propaganda y la incitación. Las personas con intereses egoístas e influencia política siempre tratarán de manipular el discurso público, ya sea a través de los medios de comunicación en la sociedad en general o a través de los creadores de opinión e influyentes en la comunidad de fe. Este puede ser especialmente el caso de quienes dependemos de financiación externa para nuestro trabajo y subsistencia. Deben buscarse salvaguardas para la libertad de expresión responsable, como las que el mundo académico ha desarrollado en lo que se conoce como un puesto “titular”. Además, los líderes de la comunidad religiosa deben estar dispuestos a resistir las presiones manipuladoras, aun a costa de grandes sacrificios personales.

5- Medios para hacer frente a la violencia. La violencia y los daños físicos son a menudo el fruto a largo plazo de los malos tratos verbales prolongados. Por ejemplo, el alarmismo ha aumentado de forma inquietante en el discurso de los medios de comunicación sobre los refugiados sirios en el Líbano. Como resultado, incluso en la iglesia se ha vuelto cada vez más difícil para los líderes cultivar la empatía hacia la comunidad siria, teniendo en cuenta la sostenida narrativa popular de agravios. Ahora es más urgente que nunca dar voz a quienes sufren los abusos, poniendo de relieve el coste de la violencia verbal y los prejuicios para las vidas humanas.

6- Contextualización. A menudo, las personalidades de los medios de comunicación pretenden ser precisas y objetivas simplemente publicando o repitiendo información supuestamente “objetiva”. Como líderes de la comunidad religiosa, a menudo también nos vemos tentados a reforzar nuestra postura, por ejemplo, ante la cuestión LGTBIQ+, simplemente afirmando que “esto es lo que dice la Biblia”. Pero nuestra actitud y nuestro comportamiento, cuando se basan en supuestas “verdades sencillas”, serán erróneos si no enmarcamos las cuestiones en sus contextos psicosociales y personales adecuados.

7- Separación entre opinión y hecho. Para un reportero de los medios de comunicación, es crucial para una buena práctica distinguir entre opinión y hecho, y destacar sin ambigüedades cuándo la información se basa en alegaciones, rumores o suposiciones. En la Iglesia, un liderazgo humilde debería impedirnos casi siempre afirmar nuestra posición como “hecho”. Si creemos que sólo Dios posee la verdad última, entonces incluso nuestras convicciones basadas en la Biblia deberían seguir siendo opiniones sujetas a interpretación correctiva. Me atrevería humildemente a opinar que es arrogante y manipulador presentar cualquiera de nuestras convicciones teológicas como verdad absoluta.

8- Respetar la vida privada. El principio de los medios de comunicación es que los asuntos de la vida privada deben tratarse con la mayor precisión y cuidado posibles. La vida privada de las personas debe protegerse del exhibicionismo sensacionalista de los medios de comunicación. En la esfera del liderazgo eclesiástico, el respeto por las luchas personales y los itinerarios vitales de las personas pertenece al ámbito de la atención pastoral. Nuestra preocupación por las heridas de las personas debe prevalecer siempre sobre nuestra inclinación a juzgar y nuestro deseo de ganar heroicamente una discusión.

9- Evitar la discriminación y la generalización. En la información, como en la propagación de verdades evangélicas, los estereotipos negativos pueden servir a nuestra aspiración de defender una causa frente a otra. Pero como sostiene el manual “La memoria de la guerra”, “los estereotipos negativos implican que todos los que pertenecen al otro bando se comportan de la misma manera y nunca cambiarán”. Pero si pretendemos atenernos a una verdad superior, entonces nuestro interés debe ser siempre y ante todo por las personas, incluso por encima de posiciones ideológicas. Por cada persona debemos creer en la posibilidad del cambio.

10- Precisión en el uso del lenguaje y la terminología. Usar etiquetas puede contribuir a reavivar el conflicto o a perpetuarlo al parecer agresivo. Una situación, posición o estilo de vida debe describirse con precisión y sin exageraciones. El lenguaje y la terminología para describir a un grupo o un asunto se aprenden mejor del propio grupo y de la forma en que se refieren a sí mismos.

11- Precisión en el uso de las fuentes. La ética de los medios de comunicación exige cuidado en el uso de las fuentes para evitar causarles daño y perder su confianza. Del mismo modo, los teólogos, predicadores y otras personas influyentes en la fe también deben tener mucho cuidado al utilizar su fuente principal, que es la Biblia. Abusamos de nuestra fuente cuando no la abordamos con humildad y franqueza. Al igual que los periodistas tienen la “responsabilidad ética de proteger a sus fuentes”, los líderes religiosos también tienen la responsabilidad de tratar la Biblia con respeto, abordando su interpretación sin ningún atisbo de manipulación.

Como líderes de pensamiento en la iglesia, tenemos una enorme responsabilidad ante nuestras comunidades religiosas y ante la sociedad en general.

Podemos convertirnos en promotores de la intolerancia pese a estar llamados a ser promotores de la paz.

Tanto si tenemos una plataforma en el ámbito de las cuestiones sociales, los ministerios de ayuda social, la educación teológica, la predicación o los asuntos públicos, estamos llamados a ser pacificadores y reconciliadores, buscando siempre mantener la unidad en la Iglesia y el bien común en el mundo.

Martin Accad es Profesor Asociado de Estudios Islámicos en el Seminario Teológico Bautista Árabe (ABTS) y fundador/director del grupo de investigación Action Research Associates.

Este artículo se publicó por primera vez en el blog de la ABTS y se ha vuelto a publicar con permiso.

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