Él me miró

Invisibilidad, un poder que le había sobrevenido cuando quedó viuda y sin hijos.

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Hacía años que sentía la ausencia de contacto humano, de ese afecto tan necesario para vivir.

Pasaba desapercibida, nadie reparaba en ella, era extranjera en su tierra, extraña entre los suyos.

Una mañana oyó en la plaza a un grupo de hombres que hablaban de Jesús; profeta venido de Nazaret que hacía milagros: sanaba enfermos, daba vista a los ciegos y enderezabas miembros torcidos, liberaba a endemoniados. Al oír de lejos aquella inusual conversación un anhelo nació en su interior, el apremiante deseo por conocer a aquel hombre del que éstos hablaban.

Anduvo caminos, escarpados senderos, lugares muy alejados de su hogar.

Buscó indicaciones que la llevaran hasta donde se encontraba ese tal Jesús.

En su ociosa búsqueda oyó muchas historias, pues en cada lugar que Él había visitado cosas grandes habían acontecido. Cuanto más oía sobre Él, más ansiaba conocerlo.

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Encontró en su transitar a personas humildes que le ofrecieron comida, conversación y compañía. La tristeza que la había coronado durante un largo periodo de su existencia comenzaba a diluirse, era menos dolorosa ya que había nacido en ella una silente ilusión por encontrar a ese Hombre que tanto asombro causaba.

Fue una mañana cuando al entrar en una bulliciosa Jerusalén oyó a una multitud que gritaba:

- ¡Hosanna al hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Abriéndose paso entre el gentío consiguió posicionarse en primera fila viendo como los allí presentes lanzaban ramas de olivos, flores , mantos y capas que se alinearon sobre la tierra para formar una alfombre tejida de sencillez.

Vítores, gritos de júbilo, piropos al aire. Su corazón golpeteó con premura, por fin conocería al que tanto había buscado.

Vio como un pollino se acercaba hasta donde ella se encontraba, un animal pequeño que no se amilanaba ante la presencia de tanto alborotado público. Cuando pasó justo a su lado Jesús la miró, posó los ojos en ella y sonrió. Desde aquel preciso instante dejó de ser invisible, su vida cambió para siempre, todo cobró sentido.