Nueva York en los 80 no se parece a la ciudad que hoy vemos como turistas. Times Square no era un “parque temático” para hacerse selfis con los letreros luminosos, sino el “parque de las agujas”, donde la heroína y el crack competían con las prostitutas, los cines porno y los espectáculos de striptease. Cuando al final de la década Tim Keller (1950-2023) se une al proyecto de abrir una iglesia en Manhattan, la Gran Manzana se había convertido en “la hoguera de las vanidades” de la que habla Tom Wolfe, donde el codicioso joven profesional urbano evita a los sucios y enfermos sintecho, que han hecho de la metrópoli una Nueva Calcuta.

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Mucho antes de que el nombre de Keller fuera sinónimo en los años 90 y principios de este siglo de “ministerio en las grandes ciudades”, “misión urbana” o “plantación de iglesias”, su compañero Harvie Conn (1933-1999) había comenzado en el seminario de Westminster el primer máster y doctorado de “ministerio urbano”, fundando un Centro de Estudios Teológicos Urbanos. Este profesor canadiense había sido misionero en Corea hasta ir a dar clase en Filadelfia en 1972. Cuando observó que los profesores vivían en zonas residenciales como la mayor parte de las familias estadounidenses de clase media –donde nacen las “megaiglesias”, en lo que los americanos llaman “los suburbios”, al dejar la denominación tradicional a la que pertenecían– Conn se traslada al centro de la ciudad, donde sólo hay ancianos, emigrantes y gentesintecho.

[photo_footer]El profesor canadiense Harvie Conn había sido misionero en Corea hasta ir a dar clase en Filadelfia en 1972.[/photo_footer]

Conn tiene una enorme influencia en Keller, tanto por su libro del año 1982 (Evangelismo: hacer justicia y predicar la Gracia) como por su visión de la ciudad, no como un lugar del que huir, sino como centro misionero para anunciar el Evangelio y mostrar misericordia. Conn intenta responder así, tanto a las necesidades físicas como espirituales de la ciudad. Cuando estudiaba teología a finales de los 80 en la universidad de Holanda, buscaba siempre en la biblioteca la primera publicación teológica que se hizo regularmente sobre “Misión Urbana”, editada por Conn y luego Manuel Ortiz –junto al director de la agencia misionera de la Iglesia Cristiana Reformada, Roger Greenway–.

[photo_footer]Nueva York en los 80 no se parece a la ciudad limpia y segura que hoy vemos como turistas.[/photo_footer]

El llamado “protestantismo liberal” se había vuelto en Nueva York a principios del siglo pasado, con el bautista de origen alemán Walter Rauschenbusch, a lo que se dio en llamar el “evangelio social”, mientras que el “fundamentalismo evangélico” huía de Gotham –el nombre con el que Washington Irving llama a la Gran Manzana desde el siglo XIX hasta los cómics de Batman– como de una Nueva Babilonia, donde sólo había corrupción y tentación para los fieles. Lo que Keller intentó hacer en la iglesia del Redentor de Nueva York es lo que Conn buscaba: una iglesia que predique sistemáticamente el Evangelio en la gran ciudad, por medio de la exposición bíblica y el anuncio de justicia para el pobre, unido a obras de misericordia. 

Difícil equilibrio

En la era de “cruzadas” de evangelistas como Billy Graham a muchos les sorprendió el énfasis en “la iglesia local como agente de la evangelización” de Michael Green (1930-2019). Este predicador carismático anglicano tenía una gran formación teológica, que le llevó a publicar el libro que conocimos en varios volúmenes en la edición argentina de Certeza, en los años 70, como La evangelización en la iglesia primitiva. Keller observó que en su obra unía el evangelismo al ministerio de misericordia –sobre el que el predicador de Nueva York escribiría sus dos primeros libros en los años 80, antes de comenzar su iglesia en Manhattan–. 

Esta no es una combinación nueva. Keller la encuentra ya en Jonathan Edwards y su sermón sobre la Caridad cristiana: el deber de la caridad al pobre. El problema del “evangelio social” no era la evidente contradicción que vio Rauschenbusch entre “salvar almas” y no dar de comer a los pobres de Hell’s Kitchen de Nueva York, sino su reducción de Jesús a mero ejemplo de amor al marginado. La cuestión es cómo se mantiene la prioridad de la evangelización con una visión de la fe cristiana que afecta a todo aspecto de la vida. Este es el dilema al que se enfrenta el movimiento de Lausana desde 1974, la evolución que va del Pacto que redacta John Stott a la revisión que firma Chris Wright, donde la misión es todo, o nada en concreto, según se mire. 

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Keller entiende lo que es en la práctica una “iglesia centrada en el Evangelio” por el ministerio de Jack Miller (1920-1996), su pastor en la Iglesia Presbiteriana Nueva Vida –parte de la Iglesia Ortodoxa Presbiteriana, no de la Iglesia Presbiteriana en América– en Glenside (Pensilvania) de 1981 a 1989. Estos años le mostraron la necesidad de predicar el Evangelio desde cada texto de la Escritura. Como anciano de la iglesia, Keller, vio la necesidad de la dependencia del Espíritu para la vida de la iglesia, por la que toda verdadera iglesia es carismática. Miller había estudiado en San Francisco y estaba muy influenciado por la Revolución por Jesús que hace que parte del movimiento “hippy” se vuelva al cristianismo a finales de los 60. Estaba siempre predicando a autoestopistas, moteros y traficantes de droga, que metía incluso en su casa. Uno de ellos se casó con su hija, fue al seminario y se convirtió en su sucesor. 

Según mi amigo Chad Van Dixhoorn, profesor del seminario de Westminster, el énfasis de Miller en la adopción y el avivamiento viene de tres meses y medio que pasa en España –murió en Málaga, de hecho–. Ese tiempo estudia las promesas de la Escritura y tiene una experiencia al lado del Mar Mediterráneo, como otros en una montaña. Es de ahí que nace todo un movimiento centrado en la filiación (Sonship), la experiencia de la vida cristiana desde la libertad de ser hijos de Dios. Funda la Misión de Cosecha Mundial y toda una red de iglesias en esta línea, muy criticada por el sector “reconstruccionista” de su denominación. Su enseñanza será popularizada por predicadores como el nieto de Billy Graham, Tullian Tchidvidjian, pero es de Miller la frase de Keller de que “eres peor de lo que piensas, pero en Jesús, mucho más amado de lo que imaginas”.

[photo_footer]Conn hizo la primera publicación teológica que se hizo regularmente sobre Misión Urbana con el director de la agencia misionera de la Iglesia Cristiana Reformada, Roger Greenway.[/photo_footer]

Iglesia centrada

Hay un pasaje en su magistral Iglesia centrada que expresa, perfectamente para mí, esa tensión. Así resume Keller –la traducción es mía, porque la que publicó Vida es horrorosa–, las principales tendencias que observa en el mundo evangélico y en qué sentido tenemos que aprender de cada una de ellas:

“A causa del aspecto de dentro afuera, la expiación sustitutoria, la iglesia pone gran énfasis en la conversión personal, la experiencia de renovación de la gracia, la evangelización, salir y plantar iglesias. Esto hace que parezca una iglesia evangélica carismática.”

“A causa del aspecto de arriba abajo, el Reino y la Encarnación, la iglesia pone gran énfasis en una comunidad profunda, células e iglesias en casas, dar radicalmente y compartir los recursos, disciplinas espirituales, reconciliación y vivir con el pobre. Esto le hace parecer una iglesia anabautista de paz.” 

“A causa del aspecto de adelante atrás, el Reino y su restauración, la iglesia pone gran énfasis en el bienestar de la ciudad, la vecindad y el compromiso con la sociedad, la relación con la cultura y formar personas para trabajar en su vocación secular desde un punto de vista cristiano. Esto le hace parecer una de las principales iglesias, o de la visión reformada kuyperiana.”

“Pocas iglesias, denominaciones, o movimientos, integran todos estos énfasis y ministerios. Sin embargo, creo que una visión total del evangelio bíblico, que entiende los aspectos de adentro afuera, arriba abajo y adelante atrás, se destacará y cultivará todos ellos. Eso es lo que significa ser una Iglesia Centrada.”

Olvidarse de nosotros mismos

Cuando se forma la iglesia del Redentor en Nueva York, Keller invita a predicar a Miller, antes de morir. Y hace un retiro con su esposa Rose Marie, que el domingo siguiente Tim predica sobre Efesios 5:1-2. El énfasis en la adopción estaba ya en la obra del profesor de teología sistemática de Westminster, el escocés Sinclair Ferguson, que muestra también esa humildad de carácter que buscan Clowney, Miller y Keller. Todos ellos ven el orgullo como el origen de todos los males. Es olvidarse de nosotros mismos, como dice el sermón de Keller, que luego se editó como librito. Él aprendió de sus maestros a pensar más en sus propios pecados, que en los de los demás, o sea todo lo contrario a lo que vemos en la mayoría de los cristianos hoy. ¿Por qué tantos se dedican a atacar a las feministas, abortistas, gais o trans? Sencillamente, ¡porque ellos no lo son!

[photo_footer]El problema del evangelio social no era la evidente contradicción entre salvar almas y no dar de comer a los pobres, sino su reducción de Jesús a mero ejemplo de amor al marginado.[/photo_footer]

El mundo evangélico está lleno de egos inflados, individuos encantados de conocerse, llenos de “justicia propia”.Ahora toman la forma del “influencer” evangélico, orgulloso de cuántos seguidores tiene en las redes. Y aunque presuman de su fidelidad a “la sana doctrina” y el valor de combatir contra todo lo que se mueve, por ese “complejo de asedio” por el que se sienten continuamente atacados, lo que están es en realidad hambrientos del “masaje de ego” que les dan las reacciones a los vídeos que publican constantemente. Acusan a todos de “mundanalidad”, cuando ellos no piensan más que en Internet y las cifras de “visitas” que tienen. 

¿Cuál es el mensaje que trae entonces Keller a Nueva York a finales de los 80? “Supone varias cosas. Es una respuesta a la autonarrativa de la secularización, especialmente de su pretensión de inclusividad. Supone apelar a las intuiciones más profundas de la gente que no encajan con la visión secular del mundo –intuiciones sobre la verdad moral, el valor humano y la realidad, tanto del amor como de la belleza–. Significa mostrar la idolatría de la cultura secular en la prosperidad y el poder, incluso admitiendo humildemente el propio fracaso de la iglesia para obrar en base al amor y a la generosidad. Lo que supone admitir los errores históricos de la iglesia para actuar según principios bíblicos –la dignidad “imago Dei” de todo ser humano, el amor por los que se oponen a ti, el cuidado universal por el que sufre y la justicia para el oprimido–.” 

“No es dominar, ni apartarse de la sociedad, sino provocarla y servir. Significa aprender a presentar las verdades del evangelio sin concesiones, pero de una forma que responda directamente a las preguntas más difíciles de una forma desarmante y atractiva. Es ofrecer un sentido a la vida que el dolor no te pueda quitar, una identidad basada en el amor de Dios, libre de la presión del mundo y una esperanza más allá de los límites de este mundo. Supone la solidez doctrinal sin sectarismo, actuar en la sociedad, pero sin partidismo, interesados en las artes, pero sin caer en una verdad subjetiva”… ¡Ese es el desafío que tenemos todavía hoy!