La libertad nos compromete porque si no es solo una libertad egoísta.
¡Qué preguntas para los cristianos! ¿Qué libertad es esa que no nos compromete? ¿Libres parta qué? ¿Es una libertad cristiana para ejercerla en nuestro propio beneficio? ¿La libertad puede ser egoísta? ¿Es que, acaso, no usamos el ejercicio de nuestra libertad para el bien de otros? Pues ese sería el objetivo de la libertad cristiana: ejercerla en beneficio de otros, del prójimo, hasta comprometer nuestra fe en medio del mundo.
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La libertad nos compromete porque si no es solo una libertad egoísta. Somos libres para servir, para ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor. Si el ejercicio de nuestra libertad no repercute positivamente ni en beneficio de nada ni de nadie, ¿qué ejercicio de libertad es esa?
¿Qué libertad es esa que no nos compromete? Si en nuestro ejercicio de la libertad cristiana no somos capaces de entrar en la denuncia de las estructuras de maldad, de las estructuras de injusticia en el mundo, o si el ejercicio de nuestra libertad no nos compromete con el prójimo hasta máximos en los que puede entrar la vivencia de la espiritualidad cristiana, si no nos lanza a la crítica de las leyes y políticas injustas en pro del bienestar y liberación del prójimo ni en una ética a favor de los débiles y excluidos del mundo, ¿qué clase de libertad es esa?
Libertad vacía e inútil la que no te compromete con nada ni con nadie. Libertad huera, inoperante porque podría ocurrir que usemos el privilegio de tener una libertad cristiana basada en valores cristianos para mirar solo hacia aquello que nos beneficia y que potencia nuestros goces en ciertos rituales de espaldas al dolor de la gente y, así, podemos caer en el uso de una libertad impregnada de egoísmo y que da la espalda al grito del prójimo necesitado. El ejercicio de una libertad alejada de todo compromiso social, ético, humano y ajeno al concepto de projimidad que nos dejó Jesús nos convierte en hombres libres para nuestro propio beneficio. Eso no es la libertad ni cristiana ni humana.
Libres para servir en compromiso con el prójimo en necesidad. Ojalá que pudiéramos hacer un esfuerzo de fijarnos en la forma en la que Jesús ejercía su libertad para poder imitarle. La libertad de Jesús fue siempre en compromiso con lo humano, con hombres, mujeres y niños. Una libertad impregnada de una ética humana y que emanaba del propio Dios que acababa siendo una libertad amorosa ante el sufrimiento y las necesidades del prójimo.
Lógicamente, el uso de la libertad cristiana también entra en liza la preocupación por la liberación del hombre no creyente y que anda alejado del Dios de la vida mostrándole que su auténtica libertad también depende de que en su ser se puedan abrir vías que vislumbren la vida prometida, la vida eterna, vías de salvación.
Yo creo que si miramos bien el Evangelio, ambas vías como la de la liberación del prójimo de su sufrimiento y la liberación que se produce al buscar justicia misericordiosa para él, junto a la vías de la vía de liberación del pecado forman parte de un único proceso salvífico que separamos solamente a efectos didácticos y para entendernos. En el programa de Jesús entraban ambas vías de una forma clara. Son formas de uso de nuestra libertad en compromiso con el prójimo que nos necesita.
¿Qué libertad es esa que no nos compromete? Hay que dar un no rotundo a ese ejercicio de libertad ese tipo de libertad egoísta que la usamos solamente en nuestro propio beneficio. ¿Qué libertad es esa que no nos compromete? La libertad cristiana no es solo para tener libertad de cultos, para poder reunirnos, alabar y para las prácticas de un ritual eclesiástico. No. La libertad cristiana va mucho más allá. Por eso podemos preguntarnos esa pregunta de inicio: Libres ¿para qué? ¿La libertad se puede ejercer de forma egoísta? Si no respondemos bien esta pregunta es posible que nuestra espiritualidad cristiana caiga en el raquitismo, en la inoperancia, en búsquedas de libertades para nosotros mismos que pueden rayar en el egoísmo y en el alejamiento del prójimo que sufre.
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¿Libres para qué, Señor? Si estudiamos la vida de Jesús y cómo el ejerció su libertad en medio de un mundo injusto en donde había tantas y tantas personas oprimidas, injustamente tratadas, tachadas de pecadores por otros que se justificaban a sí mismo, así como el comportamiento de los religiosos y como Jesús se sintió libre en la denuncia, la situación de los ricos acumuladores y como él los llamó necios y les lanzó frases de condena. También su libertad ante las convenciones sociales injustas que marginaban los más débiles y sus posicionamientos para evangelizar desde los más proscritos y pobres, podemos aprender algo sobre las líneas que debemos ir marcando para ejercer nuestra libertad como hijos de Dios.
Jesús: Ejemplo de hombre libre, ejemplo de cómo se debe usar la libertad del creyente. Siempre ejemplo para sus seguidores, siempre el modelo al que podemos mirar y seguir si queremos ser hombres libres en el sentido más positivo de la palabra.
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