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Vota con criterio: cultura

Incluso en la gestión cultural, el ideal de liderazgo que deseamos los cristianos es aquél que se coloca al servicio de la ciudadanía, velando por el bienestar y desarrollo de la sociedad.

FE Y POLíTICA 17 DE JULIO DE 2023 17:00 h

‘Vota con criterio’ es un documento con diez temas que se presenta en formato PDF y en descarga gratuita en la web de la Alianza Evangélica Española. En esta sección presentaremos un resumen de cada uno de sus capítulos, animando a su lectura completa.



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Cultura, por Denís Suárez Sierra: nuestra voz en el Cosmos



Es muy legítimo cuestionar el grado de relevancia que debe otorgarse a la gestión cultural de un país. A menudo se entiende que hay otras prioridades, especialmente en cuanto al reparto de fondos públicos, como la sanidad, las pensiones o la justicia. No pocas veces delimitamos nuestra idea de ‘cultura’ a actividades de ocio y recreo; muy enriquecedoras, sí, pero que no deberían ser atendidas hasta que todo lo anterior esté garantizado. Pero esa perspectiva resulta tan pobre como lo sería definir la medicina como “el oficio de prescribir medicamentos”; o la justicia como “la tarea de encarcelar criminales” …



[destacate]La cultura (y la gestión cultural) sienta las bases éticas sobre las que se erige un colectivo[/destacate]‘Cultura’ es un concepto que atañe al desarrollo de todas las capacidades intelectuales y emocionales del ser humano, vertiéndose sobre un innumerable conjunto de actividades, disciplinas y manifestaciones, que configuran la identidad de las personas, los pueblos y, en última instancia, de la Humanidad. La cultura reviste de estética todo cuanto el ser humano abarca. La cultura y su desarrollo nos aleja de la barbarie y nos empuja al progreso, tal y como afirma Edward B. Tylor: “la principal tendencia de la cultura (…) ha sido del salvajismo a la civilización1. Pero, lo que probablemente nos implica más como cristianos: la cultura (y la gestión cultural) sienta las bases éticas sobre las que se erige un colectivo.



La cultura es, en suma, el discurso de la Humanidad ante el resto de la Creación. Entendiéndola de ese modo, y otorgándole el valor trascendental que merece, resulta fundamental examinar la posición de cada candidatura hacia esta área de la vida: ¿qué relevancia se le dará desde el gobierno? ¿qué valores éticos se promoverá desde los organismos de poder? ¿hasta dónde llegará la implicación gubernamental en el desarrollo y preservación de la cultura? ¿cómo se facilitará el acceso a las actividades profesionales relacionadas con la cultura?



 



Los valores éticos en la cultura del país



La cultura, como se ha dicho, refleja de manera explícita los valores morales del colectivo al que se adscribe. El cristianismo bíblico posee una brújula inapelable con respecto al valor fundamental en el que debemos asentar toda nuestra ética: Mateo 22:37-40. El amor es el mandato supremo al que estamos obligados los seguidores de Jesús. Y cualquier ideología encaminada a desviarnos del amor debe ser condenada enérgicamente.



[destacate]Los protestantes hemos sido pioneros en la dignificación de las culturas locales[/destacate]Las consecuencias de la anterior afirmación se dejarán ver en la posición de cada candidatura con respecto al diálogo entre las distintas culturas, tanto oriundas como foráneas. Comencemos por las autóctonas. España es, gracias a Dios, un territorio que abarca un maremágnum de culturas, nacionalidades, tradiciones e incluso idiomas extraordinariamente variados. E históricamente (y, a menudo, aun hoy en día) los gobiernos han abordado este esquema como un problema a resolver, una situación a zanjar, un estado de discordia que debe desaparecer en aras de una uniformidad forzada2. Los protestantes hemos sido, desde los días de Lutero, pioneros en la dignificación de las culturas locales, traduciendo la Biblia a sus idiomas, y utilizando sus valores artísticos e idiosincráticos para acercarlos al Evangelio (tal como hiciera el apóstol Pablo con los atenienses en Hechos 17:16-34). Por ello, resulta fundamental que las candidaturas reconozcan, respalden y promuevan la conservación y prosperidad de dicha variedad cultural; lo cual también recoge la Constitución Española3. En este punto, un inciso resulta pertinente: es nuestro deber, como cristianos españoles, asegurar la supervivencia de las lenguas de nuestro país hasta el cumplimiento de Filipenses 2:11: “…y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.



En lo tocante a la relación con las culturas extranjeras que cohabitan dentro de nuestras fronteras, varios ejemplos ofrece el Antiguo Testamento con respecto al trato de igualdad que Dios espera que se le dé al extranjero (como Éxodo 23:9). Consideramos, en consecuencia, que lo expuesto con respecto a las culturas autóctonas aplica también a las que llegan a nuestro territorio a través de la población inmigrante.



Más allá del asunto del diálogo intercultural, conviene examinar una cuestión que se creía zanjada tras la II Guerra Mundial, pero que aparentemente goza de un resurgimiento en nuestros días: el supremacismo. Los protestantes creemos que la Biblia aboga por la igualdad entre pueblos y culturas. Una lectura simplista de las Escrituras podría objetar la aparente preponderancia israelita; no obstante, la Palabra se muestra constantemente en contra de esa idea: Gálatas 3:28 lo deja claro; la inclusión de Rahab y Rut en la genealogía de Jesús respalda esta inclusión en Mateo 1:5; y la conversión masiva de Nínive en el libro de Jonás no deja lugar a dudas: para Dios, todos los pueblos y culturas son igualmente valiosos. ¿Manifiesta alguna candidatura la creencia en la superioridad de una cultura en concreto? Si la respuesta es sí, sea cual sea la cultura que defiende como preeminente, esa afirmación es contraria a los postulados bíblicos.



Existe otra cuestión que afecta particularmente a la gestión cultural española. Génesis 1:28 nos responsabiliza del cuidado de la Creación: “…llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. El pueblo español ha desarrollado y fomentado prácticas culturales que implican el maltrato animal, así como la tortura y muerte de la fauna, por puro placer y sin otra finalidad que el entretenimiento. Entre éstas destaca la tauromaquia, pero no es la única. Una candidatura que defienda la perpetuación de dichas prácticas entra en conflicto con nuestro llamado a la mayordomía de la naturaleza, el respeto a las criaturas creadas por Dios, y nuestro rechazo a la muerte animal por razones distintas a la alimentación.



 



El plan económico para el desarrollo cultural



Allí donde un estado ha hecho una apuesta fuerte por el florecimiento de su cultura, el país ha experimentado crecimiento y desarrollo: desde la Atenas de Pericles a los Estados Unidos de finales del siglo XX, pasando por la Italia renacentista o la corte de Alfonso X. Por el contrario, la dejadez gubernamental en esta materia suele reflejar declive y retroceso en el desarrollo general de una sociedad. En ese sentido, la inversión económica en materia cultural en nuestro país es muy deficiente: apenas un 0,40% del presupuesto total en el último año4. A menudo se justifica la falta de fondos con la premisa que encabeza este artículo: la cultura es una actividad no fundamental que pertenece al ámbito privado y recreativo, y no amerita grandes esfuerzos por parte del erario público. Sin embargo, ante tal afirmación conviene preguntarnos: ¿qué tipo de ciudadanía está promoviendo un gobierno que no destina fondos suficientes al acceso a la cultura? ¿qué consecuencias tiene el florecimiento de la cultura en el pensamiento crítico del ciudadano? ¿de qué manera una población cultivada puede obstaculizar la aparición de populismos?



[destacate]¿de qué manera una población cultivada puede obstaculizar la aparición de populismos?[/destacate]Desde el principio, la Reforma Protestante ha comprendido la relevancia de estos fenómenos en la confección de una sociedad civilizada, avanzada y madura: los países protestantes fueron pioneros en la alfabetización masiva de la población. Frente a ello, se observa un paternalismo de estado en el sur de Europa que entrega índices de alfabetización ínfimos en comparación con sus contrapartes septentrionales. Como consecuencia, la práctica totalidad de los medidores de desarrollo económico, bienestar social y seguridad ciudadana presentaron, durante siglos, diferencias abismales entre el norte y el sur del continente (diferencias que, a decir verdad, pueden ser rastreadas hasta la actualidad). En este punto, conviene recuperar la cita de Tylor presente en la introducción: “la principal tendencia de la cultura ha sido del salvajismo a la civilización”. La inversión pública en el enriquecimiento cultural de la población va más allá del entretenimiento: la cultura nos hace libres, nos hace civilizados, nos hace avanzar hacia una sociedad más justa, más segura y más próspera. Conviene investigar detenidamente, por tanto, cuáles son las propuestas de cada candidatura en cuanto a la inversión que proyectan destinar a este fin, y sus motivaciones a la hora de invertir (o no invertir) en ello.



[destacate]La inversión pública en el enriquecimiento cultural de la población va más allá del entretenimiento: la cultura nos hace libres, nos hace civilizados, nos hace avanzar hacia una sociedad más justa, más segura y más próspera[/destacate]Debe aclararse que la inversión en el desarrollo y consumo de la cultura tampoco ha de favorecer a un colectivo específico, clase social o comunidad, elevándola por encima de otras: el acceso a la cultura debe ser un derecho garantizado a todos los ciudadanos, y defendido y promovido por cualquier gobierno democrático, lo cual también aparece recogido en la Constitución5. Una candidatura que pretenda favorecer el acceso a la cultura de un colectivo en detrimento de otros no actúa acorde con los principios de igualdad social que creemos que la Biblia defiende6.



En todo ello, no debe desestimarse la relación entre cultura y educación. Gran parte de la inversión cultural puede (y debe) pasar por la educación. Durante los últimos años, resulta evidente la progresiva desaparición de materias humanísticas y artísticas en el currículum de Primaria y Secundaria (especialmente en los últimos años de formación, en los que materias como Filosofía, Latín, Griego, Historia, e Historia del Arte se ven cada vez más amenazadas). El cristianismo bíblico hereda del judaísmo la suma importancia de la transmisión cultural y la memoria histórica7, ya que ambas confesiones son muy conscientes de las consecuencias de descuidar la historia y la tradición. La falta de inversión y legislación a favor de estas asignaturas provoca graves carencias en el desarrollo del espíritu crítico y el libre pensamiento de los estudiantes; y dichas lagunas ya se manifiestan en generaciones anteriores, que sufrieron esta situación en un grado inferior al que hoy se experimenta. Conviene preguntar a cada candidatura cuál es su perspectiva al respecto de este fenómeno, y exigir cambios reales y efectivos.



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Relación entre el gobierno y los medios de producción cultural



Sin embargo, en el extremo opuesto a la dejadez cultural de ciertos gobiernos, encontramos otra regulación igualmente dañina: la apropiación de los medios de producción cultural al servicio de la ideología del partido del gobierno. Numerosos casos históricos acuden a nuestra mente cuando pensamos en esta relación: desde la Eneida de Virgilio8, a la filmografía de Leni Riefenstahl9. Y, aunque la coyuntura actual no parece exponernos a escenarios tan extremos, sí conviene preguntarse: ¿cuál va a ser el grado de implicación ideológica del partido del gobierno en el acervo cultural de financiación pública? ¿qué objetivos perseguirá con ello?



[destacate]Hay que limitar la participación ideológica del gobierno en la producción cultural de adscripción pública[/destacate]Los riesgos de una intervención excesiva del gobierno en la producción cultural resultan evidentes. Y esta estrategia parece perseguir el mismo objetivo que su negligencia: disponer de una masa iletrada, sesgada y fácilmente manipulable. Es nuestro deber, como ciudadanos y como hijos de Dios, reclamar rendición de cuentas al gobierno resultante de estos comicios. Pero antes de ello debemos exigir un compromiso, por parte de los candidatos, de cara al desarrollo de mecanismos que limiten la participación ideológica del gobierno en la producción cultural de adscripción pública.



Por último, cabe preguntarse qué trato recibirán los creadores, desarrolladores y artistas cuyo trabajo no se alinee con los postulados ideológicos del gobierno. ¿Recibirán las voces discordantes el mismo trato que aquellas afines al partido gobernante? ¿tendremos acceso, como minoría religiosa, a las mismas facilidades que otros colectivos? No sólo se trata de financiación, sino también de concesión de recintos públicos (museos, auditorios, salas de exposición, etc.), espacios publicitarios, y cualesquier otras necesidades que la difusión cultural requiera. Resulta vital, a este efecto, esclarecer cuál será la ‘vara de medir’ que utilizará el partido del gobierno a la hora de favorecer unos proyectos en detrimento de otros. Y, muy particularmente, a qué criterio responderá dicho baremo (valores ideológicos, calidad técnica, relevancia social, interés comercial, etc.).



 



Conclusión



En cada uno de estos aspectos, es importante que traigamos a la memoria la máxima que Jesús enseñó en cuanto al liderazgo: “los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20:25-27). Incluso en la gestión cultural, el ideal de liderazgo que deseamos los cristianos es aquél que se coloca al servicio de la ciudadanía, velando por el bienestar y desarrollo de la sociedad. En ese esquema, el perfil de gobernante que perseguimos debe velar por el florecimiento de cultura en España, abrazando el diálogo entre pueblos, autóctonos y foráneos, elaborando una correcta y suficiente inversión en materia cultural, fortaleciendo la relación entre cultura y educación, y permaneciendo ideológicamente imparcial a la hora de facilitar la expresión de colectivos minoritarios e incluso disidentes.





Preguntas para evaluar los programas electorales





  1. ¿Cuáles son los valores éticos que promueve cada candidatura a nivel cultural?




  2. ¿Son dichos valores compatibles con la ética bíblica de amor al prójimo? ¿Promueven discursos de odio, segregación o desigualdad?




  3. ¿Defiende la candidatura en cuestión algún tipo de jerarquía en la cual una determinada cultura debe considerarse ‘mejor’ o ‘más elevada’?




  4. ¿Aboga por la conservación y florecimiento de las distintas manifestaciones culturales, incluyendo lenguas cooficiales, expresiones artísticas minoritarias, tradiciones e instituciones?




  5. ¿Favorecerá o luchará contra la práctica de manifestaciones culturales destructivas o irrespetuosas con la fauna?




  6. ¿Cuál es el plan económico propuesto por cada candidatura para la gestión cultural?




  7. ¿Cuál es el valor que otorga a la producción cultural de cara al desarrollo del país?




  8. ¿Planea dicha candidatura participar en el crecimiento de la actividad cultural? ¿Propone, por el contrario, relegarla a la gestión privada?




  9. ¿Qué porcentaje del gasto público irá destinado al soporte gubernamental de la programación cultural? ¿y a la formación profesional en actividades artísticas y humanísticas?




  10. ¿Qué papel cumplirán las humanidades y las artes en la educación primaria y secundaria?




  11. ¿Cómo se planea facilitar la actividad profesional relacionada con la cultura y las artes?




  12. ¿Qué grado de intromisión se prevé que vierta cada candidatura sobre la producción cultural?




  13. ¿Es esperable que dicha candidatura se valga de los medios de producción cultural para fines propagandísticos? ¿Garantizan mecanismos que limiten dicha práctica?




  14. ¿Favorecerá preferentemente la difusión de manifestaciones culturales acordes a su agenda?




  15. ¿Cuál será la situación de las voces disidentes con el gobierno en cuanto a promoción, censura o acceso a recursos para el desarrollo de su actividad?





 



Denis Suárez Sierra es músico y compositor, graduado en Jazz y Música Moderna por la Escola Superior d’Estudis Musicals Taller de Músics. Ha participado en algunos de los festivales de jazz más importantes de España (JazzMadrid, Jazz Terrassa, Fringe Festival, Talents Jazz a la Pedrera) y de Europa (XJAZZ Berlin, Forum Jazz Auvergne Rhöne-Alpes). Asimismo ha trabajado en numerosas grabaciones discográficas, entre las que destaca su LP ‘El Libro Negro’, inspirado en el mensaje de la Biblia. También es graduado en Estudios Hebreos y Arameos por la Universidad de Salamanca.



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Notas



1 TYLOR, E. B., Primitive Culture: Researches into the Development of Mythology, Philosophy, Religion, Art, and Custom, Cambridge.



2 A este fin respondieron en su día las expulsiones de los judíos (1492) y musulmanes (1609-1613), la institución de la Inquisición (que a tantos de nuestros hermanos convirtió en mártires), o las prohibiciones al uso del catalán, gallego y euskera durante la dictadura franquista.



3 Constitución Española, art. 46.



4 https://dondevanmisimpuestos.es/politicas#view=functional&year=2023



5 Constitución Española, art. 9.2.



6 Romanos 2:11; Job 13:10.



7 Éxodo 13:14; Deuteronomio 6:20.



8 Esta obra épica fue encargada por el emperador Augusto para legitimar la supremacía de Roma a partir de un origen mítico que la vinculaba con los héroes homéricos.



9 Cineasta alemana que proveyó, en colaboración con Joseph Goebbels, de una gran colección de cintas propagandísticas al gobierno del Tercer Reich, entre las que destacan La victoria de la fe, o El triunfo de la voluntad.


 

 


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