José M. Castillo contrasta a Pablo con Jesús, acusando al apóstol de ser influenciado por el gnosticismo. Un examen detallado del Nuevo Testamento contradice esta concepción errónea de la enseñanza apostólica.
En los dos artículos anteriores (1 y 2)expuse algunas declaraciones que hace el autor del libro titulado: “El Evangelio Marginado”i y comenté acerca de lo desafortunadas de las mismas, a la luz del propio testimonio del Nuevo Testamento, del Señor Jesús y del apóstol Pablo. Es sobre el apóstol que se muestra tan crítico José M. Castillo. En esta tercera parte veremos una declaración más. Castillo citando a otros autores tilda al apóstol Pablo de estar influenciado por el gnosticismo. Influencia que, a su criterio, condicionó toda la teología del apóstol mencionado. El citado autor escribe:
“Seguramente, un problema decisivo en todo este asunto fue la relación que Pablo mantuvo con el pensamiento gnóstico, que surgió al margen de la proclamación de Jesús como Salvador, pero que tuvo influencia en el judaismo ya desde el siglo primero” (Pg.29)
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Esta declaración de Castillo está alejada de la realidad que conocemos a través de los escritos de Pablo, en contraste con lo que enseñaban los gnósticos. Otra cosa es que el apóstol no conociera el pensamiento que ya en su tiempo se iba configurando como gnóstico. ¡Claro que sí! Pero que el apóstol Pablo fuese influenciado por el gnosticismo, al punto de impregnar toda su teología con una posición errada que nada tendrían que ver con la verdadera teología del Señor Jesús y su Evangelio, eso es harina de otro costal. Aunque el siguiente párrafo del libro citado es largo, merece la pena leerlo al completo:
“Se comprende la influencia del gnosticismo en el pensamiento de Pablo, algo que está claramente demostrado (…) De ahí el dualismo rígido que establece Pablo entre Dios y el mundo presente (1Co.2.12), el menosprecio de la materia y el cuerpo (cf. 1Cor. 15.35 ss), el desinterés absoluto por lo terreno, perverso (Gál.1.4), etc. Y es que, si algo fue característico del pensamiento gnóstico, es la diferencia e incluso la oposición entre el dios creador y el dios salvador, que implica entre otras cosas que la historia de este mundo no tiene interés (…) Ello explica… la profunda contradicción entre los sobrios y los despiertos, los espirituales y sus contrarios los carnales, es decir, entre la luz y las tinieblas (cf. Rom 13.11-13; 1Tes.5.4-6); la oposición entre espíritu y carne (Gál. 3.3-5) entre la conciencia recta y el “cuerpo de muerte” (Rom. 7.24 s; 8.8 s). (Pp.30,31)
La exégesis que hace el autor, asistido por algunos autores más a los cuales cita y entre los cuales está el erudito en Historia de la iglesia primitiva, Antonio Piñero no puede ser más disparatada. ¿Por qué decimos esto? Pues, sencillamente, porque tanto el apóstol Pablo como el apóstol Juan, así como Pedro, no solo no fueron influenciados por la filosofía gnóstica, sino que tuvieron que luchar contra ella en su propio tiempo, denunciándola y rechazándola de plano.
Aquí cabe destacar que del movimiento gnóstico eran los llamados cerintianos y docetas, contra los cuales habla el apóstol Juan en su primera epístola, sin mencionarlos, pero sí algunas de sus creencias (1ªJ.1.5-10; 4-1-3). Los primeros –cerintianos- creían que “Jesús era un hombre ordinario, hijo de María y José (…) mientras que el Cristo era un espíritu superior, o una fuerza poderosa que descendió sobre Jesús en el momento de ser bautizado por Juan, y le dejó de nuevo antes de la crucifixión”ii. Por otra parte, los segundos -docetas- no creían que Cristo se había manifestado en carne, dado que la materia era mala. Ellos creían “que Jesús no era realmente un hombre sino solo en apariencia. A los ojos de los testigos ‘parecía’ verdaderamente humano, pero era un disfraz por el estilo de los del Antiguo Testamento cuando Dios (o el ángel del Señor) se aparecía en forma de hombre”iii.
Sin duda, el apóstol Juan cuando escribió su Evangelio tuvo en mente esas posiciones y después de escribir en su Evangelio que “Dios era el Verbo”, presentándolo como el creador, declararó que “aquel Verbo fue hecho carne” (J.1.1-2,14, con 1ªJ.4.1-3). Esas declaraciones de Juan fueron una gran bofetada teológica a los llamados gnósticos. Pero en todo ese movimiento tampoco había una posición única en la forma de vida que tenían que adoptar. Unos creían que como la materia era mala no importaba lo que se hacía en y con el cuerpo; de ahí que se entregaran a toda clase de inmoralidad. La carta de Judas (y 2ªPedro, 2) habla de los que “han convertido la gracia de nuestro Señor Jesucristo en libertinaje…” y a los cuales el autor califica como de “animales irracionales”; “los sensuales, que no tienen al Espíritu” (Judas 4, 10, 19). Pero los otros, aunque también pensaban que la materia (el cuerpo) era mala, optaban por una vida ascética, absteniéndose de todo, incluido el matrimonio y sometian el cuerpo a toda clase de duras disciplinas “y duro trato del cuerpo”. Esto mismo es denunciado por el apóstol Pablo, en Colosenses 2.20-23 y 1ªTi.4.1-3. Es curioso que en esta última cita Pablo menciona que habría hombres que prohibirían “casarse” (entre otras prohibiciones); algo que sucedió más tarde en el movimiento marcionita (además de otros) el cual prohibía casarse a los adeptos a su movimiento. Nada nuevo, dado que mucho de esto ya habia sucedido en algún grupo y sucedió a lo largo de la Historia de la Iglesia.
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Todo el que conoce algo sobre el gnosticismo, sabe que para esa posición filosófica, la materia era mala. De ahí la postura que adoptaron respecto del mundo, el cuerpo y las dos formas de enfrentar la vida como hemos visto anteriormente. Pero nada de eso encontramos en el pensamiento del apóstol Pablo, ni de los demás apóstoles. Y eso, por mucho que José M. Castillo acuse a Pablo de lo contrario, cuando dice:
“De ahí el dualismo rígido que establece Pablo entre Dios y el mundo presente (1Co.2.12), el menosprecio de la materia y el cuerpo (cf. 1Cor. 15.35 ss), el desinterés absoluto por lo terreno, perverso (Gál.1.4), etc. Y es que, si algo fue característico del pensamiento gnóstico, es la diferencia e incluso la oposición entre el dios creador y el dios salvador, que implica entre otras cosas que la historia de este mundo no tiene interés” (P.30)
Sin embargo nada más lejos de la realidad. En principio, Pablo no creía que el mundo era malo. Al contrario, él creía que el mundo fue creado por Dios, así como todo lo que habita en el mismo (Hch.17.24-28); y para Pablo la creación no solo no era mala en sí misma, sino que era (y es) fuente de revelación de la divinidad, de tal manera que los seres humanos “no tienen excusa” (Ro.1.18-20). Pero además de demostrar la existencia divina el ser humano puede detectar, aunque con limitaciones, sus demandas (Ro.2.4-16; Hch.17.27-28). Así que, para el apóstol Pablo el mundo no solo no era malo sino que es el marco en el cual los seres humanos vivimos y el medio por el cual “Dios sustenta de alegria nuestros corazones” a través de la generosa provisión que necesitamos para nuestra existencia y por la cual hemos de dar gracias a nuestro buen Dios y Salvador dado que, “todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se recibe con gratitud” (Ver, Hech.14.15-17; 1ªTi.4.3-5). ¿Dónde está, pues, la influencia gnóstica en el apóstol Pablo?
Pero el apóstol Pablo no ignoraba que el mundo que Dios creó, “en gran manera bueno” (Gén-1.31) fue afectado por el pecado del ser humano hasta el punto que, en palabras del apóstol, “aun la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora…” (Ro.8.20-22). Esa es una realidad que podemos constatar cada día. Por tanto, el mundo creado por Dios no debe desecharse, sino que, así como los redimidos mantenemos la esperanza de “la libertad gloriosa de los hijos de Dios”, así la creación también alberga la esperanza de que ella “será liberada de la esclavitud” a la cual ahora se ve sometida (Ro.8.21). Entonces, en la mente de Pablo no hay “una oposición entre el Dios creador y el Dios salvador” como dice Castillo. El Dios creador y el Dios salvador nuestro, por medio de Jesús, es el mismo Dios. La concepción de Pablo sobre el Dios creador de todo, como el Dios que se propuso desde la eternidad “restaurar todas las cosas, en Cristo Jesús” no es precisamente una concepción gnóstica. Más bien Pablo tenía una vision esperanzada del mismo acorde con la promesa de la liberación, reconciliación y restauración de toda la creación, incluida la humanidad caída. De ahí que también sea falso que para Pablo “el mundo y la historia no tenga interés”, como dice el autor de los párrafos comentados. Para Pablo como para cualquier autor del Nuevo Testamento, el mundo y la Historia tiene todo el interés, pero reconociendo el propósito y sentido de la misma en Dios y en su Hijo Jesucristo, como ya hemos visto (Col.1.18-20; Ro.8.20-25). Por tanto, hemos de insistir en que nada de esto tiene que ver con el pensamiento gnóstico que rodeaba al cristianismo primitivo y que trató de introducirse en el mismo.
Lo que es sorprendente es que José M. Castillo no vea la diferencia que, de forma nítida aparece en todo el Nuevo Testamento acerca de “el mundo” como creación de Dios (J1.2,10); “el mundo” con referencia a la humanidad a la cual Dios amó y por la cual Cristo murió (J.3.16) y, “el mundo no como Dios quiso que fuese, sino el mundo opuesto a Dios, que sigue su propia sabiduría y vive a la luz de su propia razón (1ªCo.1.21)”iv. Y es a este “mundo” que se refería Pablo cuando escribió: “en el cual vosotros también vivisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de ‘este mundo’ conforme al príncipe de la potestad del aire” (Ef.2.1-3). Evidentemente, Pablo no se refiere al “mundo” como creación de Dios, sino al “mundo opuesto a Dios que sigue su propia sabiduría”.
Pero lo que vemos aquí es que si vamos a acusar a Pablo de estar influido por el gnosticismo por hacer una diferencia necesaria entre el mundo creado por Dios y el mundo caído, también tenemos que acusar al Señor Jesús de lo mismo, puesto que él también se refirió al “mundo” en este último sentido, cuando dijo a sus discípulos: “Porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (J.14.30); y también: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (J.16.33 con J.15.18-19 –Negritas y cursivas son mías-).
O sea, que Jesús también hace esa diferencia que hizo el apóstol Pablo. Pero Castillo acusa al apóstol Pablo de presentar como “malo” al mundo, cuando escribió en Gálatas 1.4, que “el Señor… se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo/mundo malo”-cursivas mías-). Sin embargo esa alusión de Pablo, “al presente siglo/mundo malo” es del todo lícita, pues él no se refiere al hecho de que Dios nos libra del mundo en cuanto creación suya, sino del mundo “como sistema organizado al margen de la voluntad de Dios” tal y cómo ya hemos dicho, más arriba. Y ese también es “el mundo” del cual el apóstol Juan advirtió a sus lectores, en su 1 Epístola, 2.15-17. Entonces no hay razón para acusar a Pablo de gnosticismo, por hacer una diferencia del todo lógica, tal y cómo hemos explicado. De otra manera, tendríamos que acusar al Señor Jesús de lo mismo, ya que él hizo esa diferencia también.
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Otra parte del largo párrafo que leimos al principio, y dada por sentada esa influencia del gnosticismo en el apóstol Pablo, dice los siguiente:
“Ello explica… la profunda contradicción entre los sobrios y los despiertos, los espirituales y sus contrarios los carnales, es decir, entre la luz y las tinieblas…”
Pero si damos por sentado que el mundo está afectado por el pecado, entonces nada de extraño es que los seres humanos tratemos por todos los medios de escapar del mal que nos aqueja. Es por eso que en Cristo Jesús, los creyentes somos asistidos por la gracia y el poder de Dios para que “el pecado no domine sobre vosotros” (Ro.6.14). Y en esa lucha los que se esfuerzan en Cristo Jesús con fidelidad, son llamados por el apóstol Pablo “espirituales”, mientras que aquellos que se dejan llevar por sus debilidades e influencias “de la carne” son calificados como “carnales” (Ver, 1ªCo.3.1-4). Verdad esta que es explicada en, Ro.8, y en Gálatas 5.16-26. ¿Dónde está el problema con esta enseñanza del apóstol Pablo? Esta enseñanza se ve también en las que dio el Señor. ¿Qué quería enseñar Jesús, cuando habló por medio de una parábola de “las 10 vírgenes… cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas”? (Mt.25.1-13). En palabras del apóstol Pablo unas vírgenes serían espirituales y las otras carnales. ¿Y vamos a acusar al Señor Jesús de estar influenciado por el gnosticismo por señalar la diferencias entre un grupo de vírgenes y el otro?
Esta realidad se vio reflejada cuando ante su arresto, Jesús dijo a sus discípulos: “Velad y orad para que no entréis en tentación”. Sin embargo el hecho de no haber realizado la recomendación de Jesús, no les calificaba a los discípulos como “espirituales”. No podían serlo. No en ese momento. (Ver, Mt.26.41; Lc.22.40,46). ¿No nos enseñan nada esas palabras del Señor Jesús acerca de “los que duermen y los despiertos”? Por otra parte, ¿No hizo Jesús diferencia entre “los hijos de este siglo/mundo” y “los hijos de la luz” cuando dijo: “Los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de la luz”? (Lc.16.8). Pero de igual manera, siguiendo a su Maestro y Señor, Pablo también hizo esa diferencia: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Ef.4.6-12); “Porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; no somos hijos de las tinieblas” (1Ts.4.8).
La verdad es que las afirmaciones del autor del libro “El Evangelio Marginado” no hay por dónde cogerlas.
Para ir concluyendo, después de haber considerado parte (solo una pequeña parte) de las declaraciones del autor del libro de referencia, me han venido a la mente unas palabras que leí hace algunos años, y que tienen que ver con la labor de los “expertos” a la hora de estudiar y llegar a conocer “el verdadero sentido del texto bíblico”. He aquí el párrafo:
“El estudio de la hermenéutica ha consumido gran parte de las energías creativas durante las últimas décadas; a su desarrollo se han aplicado a veces mentes muy brillantes, hasta el punto de que su complejidad continúa creciendo. En cuanto al tema de la hermenéutica, me viene a la mente el famoso chiste de Mark Twain, aunque no se refiera exactamente a esto: ‘La investigación de muchos comentaristas ha arrojado ya demasiada oscuridad sobre la cuestión; y es probable que, si siguen adelante, pronto nada sepamos sobre el tema’”v
De ahí que, nunca hemos de desestimar la formación en todas aquellas disciplinas que nos puedan ayudar a comprender mejor el texto bíblico. Pero tampoco hemos de olvidar que la formación, por sí sola sin la asistencia del Espíritu Santo no arribará a una mejor comprensión del mensaje bíblico; lo contrario se da con mucha frecuencia entre los reconocidos como “expertos” y “eruditos”; al punto, como es el caso que nos ocupa, de caer en lo que en esta serie hemos llamado “los nuevos marcionitas” que por arremeter contra -en este caso el apóstol Pablo- se cargan casi la mitad del Nuevo Testamento. Por otra parte, también deberíamos guardarnos de atribuir cualquier conclusión a la obra del Espíritu Santo en nosotros; pues con cierta frecuencia mucho de lo que se afirma como bueno, no lo es, necesariamente. Que el Señor nos dé discernimiento y humildad, en todo.
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Notas
i Castillo José María. Editorial Descleé De Brouwer, 2019.
ii Lacueva Francisco. Curso de Formación Teológica. La Persona y la Obra de Jesucristo. Edit. CLIE. 1979. P.38.
iiiSttot John. Las cartas de Juan. Comentarios Didaqué. Ediciones Certeza, 1974. P.49.
iv Nuevo diccionario Bíblico. Ed. Certeza, 1991, P.931.
vAmordazando a Dios. Donald A. Carlson. 1999. P.65 -Las cursivas son mías-.
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