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¿Qué es un avivamiento?

Un avivamiento no se hace, sino se produce por intervención divina. Cada avivamiento en la historia parece ser el resultado de unos pocos que tienen hambre y sed de Dios.

TEOLOGíA AUTOR 875/Jose_Hutter 26 DE ABRIL DE 2023 11:22 h
Imagen de [link]Matt Paul Catalano[/link] en Unsplash.

“Post-cristiano”, “agnóstico” y ”hostil para la fe”. Estas son algunas de las palabras que a menudo se usan para describir el ambiente donde el cristianismo en Europa lucha para sobrevivir.



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Después de haber recopilado durante más de dos años datos estadísticos entre jóvenes europeos de 16 y 29 años, el teólogo inglés Stephen Bullinant llega a la conclusión: “El cristianismo como una norma, como algo predeterminado, se va desvaneciendo, es muy posible que se vaya para siempre, o al menos por un siglo".1



No cabe duda: el viento recio del secularismo militante nos da en la cara. Sin embargo, me resisto a creer que esto va a quedar así para siempre. Todo lo contrario. En algún momento la dirección del viento va a cambiar. Estoy convencido que Dios no ha terminado con Europa. Y personalmente, no me gustaría esperar un siglo, como opina Bullinant.



¿Podría ser que, en medio de este ambiente adverso, Dios esté preparando nuevas corrientes de agua viva? ¿Van a brotar de nuevo flores en el desierto? ¿Se restaurará lo que el pulgón se ha comido? ¿Vivirán esos huesos secos?



Desde luego, no sería la primera vez que Dios cambia el rumbo espiritual de todo un continente.



Hace tan solo unas décadas, los protestantes describían América Latina como un campo misionero. Hoy, el continente es una fuerza misionera. De las iglesias brasileñas, por ejemplo, sale el segundo grupo más grande de misioneros protestantes en el mundo. En tercer lugar sigue Corea del Sur, país asiático que ha vivido una transformación espiritual completa en los últimos 100 años y donde un tercio de la población se considera evangélica. En 1900, África tenía alrededor de nueve millones de cristianos. ¿Quién podría haberse imaginado que 120 años más tarde habría 500 millones de cristianos evangélicos en el continente? O ¿qué diremos de China, donde las iglesias protestantes tienen más miembros que el partido comunista, superando con creces la cifra de 100 millones?



Mirando el desierto espiritual que se llama Europa, a día de hoy los desafíos misionales son gigantescos. Humanamente hablando no hay nada que hacer. Pero esto es justo el punto de partida donde todos los avivamientos han empezado: con la absoluta impotencia que sentimos ante una situación abrumadora. Con cierta ironía podríamos constatar que precisamente cuando nadie apuesta ni un duro por una renovación espiritual es precisamente cuando sus probabilidades son más altas que nunca. Porque no hay que olvidar una cosa: un avivamiento es obra de Dios, no la de un comité eclesial o una agencia misionera.



Curiosamente, esta renovación siempre empieza con el pueblo de Dios. No hay que olvidar: Europa es un desierto espiritual porque la mayoría de sus iglesias lo son, no al revés. La falta de compromiso, el cansancio, y sobre todo una patente y extendida carencia de hambre y sed de Dios son la regla y no la excepción en las iglesias protestantes. Brilla por su ausencia una realidad que es una de las mejores definiciones de un avivamiento: un pueblo saturado de Dios, un grupo de creyentes que se enamora de nuevo en Cristo más profundamente que nunca.



Y esto nos lleva a la pregunta fundamental que es evidente: ¿dónde hace falta un avivamiento?



La respuesta es sencilla: donde la frialdad y la falta de compromiso mantienen al pueblo de Dios en un profundo letargo, para no decir parálisis. Para que nos entendamos bien: no se trata de llenar iglesias vacías, sino corazones vacíos. Cada avivamiento en la historia parece ser el resultado de unos pocos que tienen hambre y sed de Dios.



Y esto muchas veces ocurre en los momentos más tristes, desesperados e inesperados, cuando uno tiene la sensación que hemos tocado fondo y que toda esperanza parece perdida. Suele ser el momento cuando muchos creyentes claman más que nunca por el regreso de Cristo. Pero Cristo no suele regresar -aún no-. Su respuesta es distinta: en ocasiones manda desde los cielos un despertar que lo cambia todo. Cristo no nos arrebata de las calamidades, sino borra del mapa las calamidades por su poder para mostrar al mundo quién manda.



Quiero reiterar de nuevo este punto fundamental: un avivamiento está fuera del control humano, no se organiza, no es algo planificado y controlado por un comité y financiado por donantes que imponen su criterio. Tampoco hay una serie de reglas que nos llevará a experimentar un avivamiento cuando las seguimos. No existe eso de “10 pasos para tener un avivamiento en tu iglesia”. Un avivamiento no se hace, sino se produce por intervención divina. Esta es la conclusión a la cual tendremos que llegar después de estudiar tanto el material bíblico como el histórico de dos mil años de historia de la Iglesia.



Hablamos de una intervención sobrenatural y divina. Pero precisamente por esto se ajusta a los parámetros bíblicos: sale de Dios y de lo que Él nos ha revelado en su Palabra y por lo tanto nos lleva a Él y a la Escritura. Y esto implica que un avivamiento glorifica a Cristo y le tiene como centro.



Y con esto finalmente ha llegado el momento de ser más concreto con los términos que usamos. Hasta el momento hemos usado de forma indistinta la expresión “avivamiento” para diferentes contextos. De hecho, en castellano hay tres expresiones que -siguiendo sin lugar a dudas al inglés- describen tres tipos de “avivamientos” que en realidad se presentan en contextos diferentes. Las tres expresiones son renovación, avivamiento y despertar. Por su uso no se aplican exactamente al mismo fenómeno. Pero aparte de nuestro uso personal, por lo menos quiero definir en qué sentido estoy usando cada término.



Empezamos con la palabra renovación. Por regla general se aplica a la renovación espiritual de una persona individual. No es cuestión si esta persona antes era creyente o no. De hecho, partimos de la premisa que solo una persona nacida de nuevo puede ser renovada en este sentido. Un muerto no puede ser renovado, sino tiene que resucitar, es decir: nacer de nuevo. Como ejemplo de una renovación se me ocurre el episodio en la vida del profeta Elías que huyendo de la malvada reina Jezabel tiene su propia experiencia de renovación. Llega al desierto como persona agotada físicamente y apagada espiritualmente. De hecho, su único deseo es morir. Que nadie diga que esta circunstancia no pueda darse en la vida de un cristiano. En esta situación tiene su encuentro sobrenatural, primero con un ángel y luego con Dios mismo. Y esto para él significa una renovación en todos los sentidos.



La segunda palabra que venimos utilizando es avivamiento. Se aplica a un grupo de creyentes, por ejemplo a una iglesia o iglesias en cierta área geográfica. De nuevo pongo un ejemplo que todos conocemos. Se trata de la iglesia en Efeso. Era una iglesia profundamente arraigada en la sana doctrina, pero había un problema: su amor por el Señor ya no era lo que había sido. Las iglesias de Efeso necesitaban un auténtico avivamiento. En su momento hablaremos de los pormenores de este caso.



Y como último aquí viene la definición del término despertar: en este caso el efecto va más allá de los cristianos individuales o de una iglesia y se refiere al impacto del evangelio en una ciudad, región o incluso en un país entero, con consecuencias que se notan más allá del ámbito cristiano. Literalmente se despierta el interés en Dios en la población entera.



Después de haber aclarado estos conceptos y constatado el carácter sobrenatural del fenómeno cabe añadir algo más:



Nunca hay que confundir estos tres fenómenos con el evangelismo y sus resultados, porque son distintos. La diferencia entre el evangelismo y el avivamiento es la siguiente: en el evangelismo, un cierto número de personas profesa por primera vez su fe en Jesucristo. Pero esto no tiene necesariamente consecuencias profundas más allá del entorno inmediato de estas personas.



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Pero cuando el Espíritu Santo de Dios actúa de forma especial, cuando soplan esos vientos del cielo, de repente un avivamiento puede convertirse en un despertar general que afecta a niños, jóvenes, adultos y ancianos.



Es precisamente este carácter no controlable lo que convierte un avivamiento en algo sospechoso en los ojos de aquellos que prefieren estar siempre en control de las cosas. A este tipo de personas que siguen el ejemplo de Caifás, Anás, el Sanedrín y los fariseos habrá que aclarar una cosa: cuando Dios actúa, nadie le pone coto y nadie le escribe el manual. Porque uno de sus atributos es precisamente su soberanía. Y su soberanía no solamente es objeto de estudios teóricos para seminarios teológicos, de la misma manera como un estudiante de zoología puede estudiar la capacidad de salto de un león. Un león no es más que un concepto teórico para el estudiante de zoología hasta que tiene un león auténtico enfrente. En este momento, la teoría se convierte en realidad. Y es bien posible que el León se presente el día menos pensado en la puerta de tu iglesia y lo cambie todo.



 



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