¿Cómo es posible que el 20% del mundo rico posea el 80% del Producto Mundial Bruto ante el silencio de masas enormes de población?
¿Estamos locos? Esta podría ser la pregunta que se hiciera alguien que hubiera vivido en el mundo de forma inconsciente respecto a la situación de los desequilibrios entre las personas que habitan esta tierra y, de pronto, se concienciara, tomara conciencia reflexiva y comenzara a observar el mundo como si lo mirara en su globalidad con una nueva mirada desde una altura en la que pudiera distinguir el escándalo humano de la pobreza, de la opresión, de la injusticia en el mundo. La otra pregunta podría ser: ¿es que somos malos?
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Volvamos a la primera pregunta: ¿estamos locos? Alguien podría decir mientras contemplara los desiguales repartos, observara la opresión y abuso de los débiles, percibiera los mil millones de hambrientos en el mundo, se extrañara ante la feminización de la pobreza, viera que las tres cuartas partes de la humanidad está en precariedad en mayor o menor grado hasta llegar a la pobreza severa en la que viven millones y millones de personas. Si miramos para otro lado, si toleramos esto, la pregunta se justifica: ¿es que acaso somos dementes o simplemente malos?
Volvemos a la pregunta de forma machacona: ¿estamos locos? ¿Es que hemos perdido el juicio? ¿Es que, acaso, somos simplemente malos? ¿Cómo es posible que el 20% del mundo rico posea el 80% del Producto Mundial Bruto ante el silencio de masas enormes de población, sean creyentes o no? ¿Será que estamos locos?
Recuerdo haber leído unas declaraciones de un pastor en el que se refería a un político conocido de la izquierda española del que decía tener un chalé y otros pisos o propiedades y pensaba que por qué un hombre de izquierdas no daba gran parte de sus bienes para ayudar a otros según su ideología? ¿Es que acaso no se debería decir lo mismo de los cristianos que siguen la doctrina bíblica, o es que estamos locos? ¿Acaso no está el cristiano llamado a compartir mucho más que humanistas ateos o personas que se mueven solamente por sus ideales políticos, o es que estamos dementes o somos simplemente unos desalmados?
¿Cómo es posible estos desequilibrios económicos ante un silencio cómplice tanto de muchos cristianos como de otros no cristianos, ante un pecado de omisión de la ayuda? ¿Podemos ver todo esto nosotros los cristianos cuando miramos el mundo? ¿Podemos apreciar esto desde los valores bíblicos? A veces parece que no, que no podemos. ¿Es porque estamos locos o porque somos malos? Quizás sea simplemente porque no somos cristianos comprometidos con el prójimo que nos necesita. Estamos faltando a la projimidad, una de las bases esenciales para la vivencia de la espiritualidad cristiana.
Quizás es que no somos creyentes comprometidos con la búsqueda de la justicia en el mundo. Quizás es que la denuncia profética que también ejerció Jesús en contra del abuso de los débiles de la tierra se nos queda grande, mientras buscamos los gozos y privilegios que queremos ver en la práctica de la espiritualidad cristiana.
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Pues no. No puede haber una auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana fuera de la práctica de la projimidad y del compromiso con el hombre que sufre. Sería la práctica de una religión fatua, vacía y ajena al compromiso. ¿Es eso estar loco, es ser malo o simplemente tener una especie de espiritualidad muerta?
Estoy seguro de que si pudiéramos hacer un esfuerzo por contemplar el mundo, por ver qué hay de desequilibrios malignos, por ver cómo se oprime al débil y al menesteroso, la pregunta de si estamos locos o somos, simplemente, malos, tiene todo su sentido.
Quizás muchos cristianos que viven en el mundo rico y que están de alguna manera ahítos no se sienten llamados a meterse en esa tarea de contemplar el mundo. Prefieren vivir su religiosidad sin que su conciencia los interpele, y dan la espalda a la responsabilidad cristiana que nos llevaría, sin duda, a la búsqueda de la justicia como lo hicieron los profetas y Jesús mismo, a ser la voz de los débiles, a practicar la misericordia y a restablecer al agraviado.
Parece que estas líneas vividas con un mínimo de radicalidad son un tanto ajenas a algunas iglesias y a algunos creyentes que, en su inconsciencia, se alegran y regocijan con otras prácticas con las que parecen elevarse al cielo, mientras que, desarraigados de la tierra y de los problemas de su prójimo, no pueden elevarse mucho porque pueden llevar el lastre de la insolidaridad y el peso del pecado de la omisión de la ayuda por dar la espalda a las problemáticas del mundo.
Quizás todo esto es duro, pero la Biblia nos llama a la responsabilidad con el prójimo, con los desequilibrios del mundo en donde hay necios acumuladores que llenan sus almacenes ante la mirada hambrienta de tantos y tantos. ¿Es que, quizás, estamos locos, somos malos o simplemente hemos acallado nuestras conciencias en un mundo de consumo, de cristianos ahítos y que, quizás, ven la riqueza como prestigio, cuando no de una bendición de Dios? Sin duda que los cristianos podríamos hacer mucho más en solidaridad con el mundo.
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