En la transmisión de valores evangelizadores Jesús nunca evitó aquellos valores que liberaban, que hacían justicia, que se ponían del lado de los sencillos. En su declaración programática, citando al profeta Isaías, las Buenas Nuevas a los pobres se vinculan con la liberación de los quebrantados, los privados de libertad y los oprimidos. Así, la comunicación de un Evangelio liberador y la labor profética caminaban juntos en Jesús.
Si los profetas se pusieron del lado de los huérfanos, las viudas y los extranjeros, prototipos de los colectivos más débiles, y lanzaron palabras de denuncia contra los opresores, marginadores y explotadores, Jesús entronca con esta denuncia profética tendente a que el anuncio del Reino fuera también liberador en nuestro aquí y nuestro ahora. La denuncia profética es también anuncio liberador, de ahí que el evangelista y el profeta caminen juntos anunciando que hay posibilidad de romper todo yugo de opresión, sea yugo de pecado o yugo impuesto del hombre contra el hombre.
No me cabe ninguna duda que el anuncio del Evangelio comporta también la denuncia profética. Si el anuncio de las Buenas Nuevas está en relación con la liberación de los hombres, del prójimo, de su situación de perdición, la denuncia también es una cuestión de projimidad. Anunciar el Evangelio implica también que la justicia del Reino se acerca a los hombres, una justicia del Reino que se contrapone a toda situación injusta en relación con el prójimo oprimido o marginado.
Si el anuncio es liberador, ese mismo anuncio debe ser denunciador de las situaciones que impiden que el hombre viva en libertad, si el anuncio es dignificador, también debe ser denunciador de las situaciones que roban y disminuyen la dignidad de todos los hombres, si el anuncio transmite paz a los hombres, debe ser denunciador de las situaciones de injusticia que impiden la paz en el mundo, si el anuncio habla de la igualdad de todos los hombres delante de Dios, debe ser denunciador de toda situación de opresión, de dominación injusta y de todo abuso del hombre contra el hombre.
La Buena Noticia a los hombres no era sólo para el más allá. Era noticia liberadora en nuestro aquí y nuestro ahora en un mundo de dolor y de injusticias. Así, pues, toda evangelización desencarnada de la realidad que hace sufrir a los hombres, descontextualizada y no inculturada en los parámetros socioculturales en los que se mueven los hombres, no se corresponde con las Buenas Nuevas del Reino que irrumpe en nuestra historia con la vida y persona de Jesús. La evangelización debe estar atenta a las circunstancias en la que el hombre se desenvuelve. Si no es así, la evangelización se convierte en una simple transmisión de doctrina, lo cual es un error, pues la evangelización es vida y no puede reducirse nunca a un simple adoctrinamiento más o menos correcto.
Sí. La evangelización tiene que ver con la vida, con las circunstancias en las que se desenvuelve la vida de los hombres, aunque vaya más allá de esta vida terrenal y nos lance al infinito del tiempo y de la historia. La evangelización no es para los ángeles, sino para los hombres que se mueven en contextos concretos y, en tantísimos casos, en medio del sufrimiento y la opresión en los que deben incidir los valores evangelizadores a través de una evangelización profética y liberadora que implica que el anuncio vaya teñido de denuncia. La evangelización nunca se puede entender como la transmisión de las verdades doctrinales que nosotros hemos entendido, de manera aséptica, sino que la evangelización debe estar comprometida con el hombre en su situación vital concreta. No confundamos evangelizar con adoctrinar de una manera más o menos proselitista.
Llevar el Evangelio es llevar nuevas situaciones de vida, llevar noticias de vida en contra de tantas noticias de muerte que oprimen y marginan… evangelizar es amar y, como siempre, a todo ser que amamos tendemos a liberarlo de sus situaciones de muerte, sean estas situaciones causadas por el pecado propio o por los pecados de otros que están atentando contra el prójimo sufriente. Estos pecados que inciden sobre otros oprimiendo y eliminando dignidad humana, deben ser denunciados en toda labor evangelística que realmente siga los parámetros marcados por el Maestro.
Por tanto, la evangelización es un proceso que no afecta solamente al espíritu como si estuviéramos liberando a éste para el más allá. Afecta al hombre, a lo humano en medio de sus circunstancias concretas. No sea que, en vez de evangelizar, de comunicar las Buenas Nuevas de salvación, estemos simplemente evadiendo las problemáticas humanas intentando poner unos paños calientes allí donde se necesita el compromiso evangelizador siguiendo a alguien que también fue humano, profundamente humano, Jesús de Nazaret que anduvo entre los hombres haciendo bienes, mostrando caminos de liberación, denunciando y salvando no sólo para una situación metahistórica, sino inmerso en la historia de los hombres, en el aquí y el ahora de cada cual afectando positivamente la vida del hombre en su globalidad totalizante e integral.
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