El tweet de Dios sobre el fundamento del gobierno

Se ha puesto de moda, al menos en España, hablar de la existencia de dos tipos de jueces, los conservadores y los progresistas, lo cual, si es verdad, supone una negación de lo que un juez debe ser, porque ¿cuál es la directriz suprema que debe dirigir a alguien que está encargado de aplicar la justicia? ¿No es la justicia misma? Y si es así, ¿hay una justicia conservadora y hay otra que es progresista? La justicia es lo recto y la rectitud no conoce de variantes. En geometría hay una distinción entre la línea recta y la línea curva, siendo la primera una continuidad de puntos en la misma dirección y la segunda una continuidad de puntos que varía su dirección de forma constante, siendo imposible que una línea recta sea curva y viceversa.

Cuando la justicia queda impregnada de las mismas distinciones que tiene la política, que emplea los calificativos de conservador y progresista para definir tipos de gobierno, es que algo esencial anda mal, porque esos calificativos no pueden aplicarse a lo que no admite distinciones en su esencia, como es la justicia.

Pero incluso en el terreno de la política los términos conservador y progresista son interesados y responden a definiciones previas que se han hecho de los mismos, porque dependiendo de quién emplee esos términos, los mismos adquirirán un carácter denigrante o elogioso, aunque pudiera ser que el carácter que se les quiere dar no responde a la verdad.

Hay un tweet de Dios que dice los siguiente: ‘Abominación es a los reyes hacer impiedad, porque con justicia será afirmado el trono.’ (Proverbios 16:12). Los reyes eran la autoridad máxima en el mundo antiguo y son el equivalente de las autoridades posteriores de cualquier tipo, sea el sistema de gobierno que sea. El texto enseña el antagonismo radical existente entre la impiedad, que es la maldad, y la justicia, siendo capitales ambas nociones para diferenciar gobernantes y gobiernos. Por tanto, no es ninguna otra categoría de definiciones lo que importa; no es el progresismo ni es el conservadurismo lo vital, sino la maldad o la justicia lo determinante. Maldad y justicia son términos morales, que remiten a lo torcido o a lo recto de las intenciones y de los actos. Los términos progresista y conservador no tienen en sí mismos contenido moral, sólo semántico, pero lo que importa no es tanto la semántica como el carácter moral que hay detrás de actos e intenciones. Y cuando a las autoridades les resulta abominación hacer maldad, entonces están ejerciendo cumplidamente su papel, independientemente de si se les cataloga con palabras como progresista o conservador, dado que esas palabras pueden no ser más que mera propaganda hueca.

Resulta llamativo que el pasaje siga diciendo que con justicia se afirmará el trono. Efectivamente, porque la maldad no tiene consistencia para afirmarlo, ya que carece de la necesaria firmeza que sólo la justicia otorga. De ahí que por la continuada tentación y tendencia de abandonar la justicia y echar mano de la maldad para sostenerse, los gobiernos y los gobernantes de este mundo no pueden ser el paradigma y el ejemplo que deben ser. Por eso las esperanzas que se ponen en ellos acaban en decepción y la búsqueda del gobernante idóneo no es más que una que está destinada al fracaso. Del mismo modo que la condición individual no tiene solución humana definitiva, tampoco tiene solución humana definitiva la condición colectiva y por tal razón esa solución, tanto individual como colectiva, tiene que venir del cielo.

La petición ‘venga tu reino’ que Jesús incluyó en la oración modelo que enseñó a sus seguidores tiene repercusiones de largo alcance, porque significa que ninguno de los reinos o gobiernos de este mundo puede, nunca, ser el anhelado. Implícitamente está diciendo que todos hacen aguas, porque, como todo lo humano, son defectuosos y están sujetos a los vaivenes y turbulencias a las que está sujeto este mundo. De modo que la cláusula ‘venga tu reino’ es una declaración que establece dos grandes verdades, siendo la primera que los sistemas de aquí abajo no dan la talla y la segunda que sólo hay una clase de gobierno que puede suplir las necesidades colectivas de los seres humanos, siendo ese gobierno el reino de Dios.

Y aquí es donde sí aparece el gobernante idóneo, quien es el mismo que nos enseñó a pedir ‘venga tu reino’. El cual, cuando se le ofreció el mando del mundo entero a cambio de hacer una concesión, se negó a ello y retuvo su integridad. El cual, cuando vinieron para hacerlo rey porque había llenado los estómagos, se retiró a la soledad. Su toma del poder no podía proceder de medios ilícitos y turbios, ni tampoco de muchedumbres cambiantes y volubles. Su investidura como autoridad máxima sólo podía proceder de la máxima autoridad, tal como está escrito: ‘Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.’ (Salmo 45:7).

Sí, venga tu reino. Sí, ven, Señor Jesús.