Iglesia: ¡¡¡sé novedosa o duerme!!!

Después de varios artículos que he hecho sobre temas desde el Adviento hasta el nuevo año, hoy entramos en otra línea que me es más propia: los temas sociales y eclesiales del momento en el que nos ha tocado vivir.

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Os planteo esta pregunta: ¿Es novedosa la iglesia hoy? Quizás la iglesia hoy no sea novedosa porque en su conformismo y pasividad ante el sufrimiento y otras problemáticas del mundo, ha caído en cierto ridículo incoherente. La iglesia necesita revitalizarse y, para ello, no queda otro remedio que volver a presentar el cristianismo como algo novedoso, como novedad atractiva.

El cristianismo en sus inicios se seguía como buena noticia, algo novedoso y se podían escuchar frases como “nunca nadie ha hablado así” o similares. La iglesia hoy ya no es novedad, no es buena nueva para el mundo, tiene que renacer de sus cenizas del conformismo y la pasividad ante la urgencia del compromiso cristiano. Si no vuelve de nuevo a ser algo novedoso, la iglesia se quedará en la oscuridad con fieles no comprometidos con el mundo.

Necesitamos que la iglesia vuelva a ser una novedad para el pueblo, para los hombres, para el mundo. Necesitamos una iglesia despierta. Una iglesia en la avanzadilla, una iglesia que vuelva a ser noticia positiva para el mundo, que pueda ser profética. Pregunta: ¿Es que, acaso, puede volver a ser novedad la iglesia en el mundo?

A este problema de cierto sueño de la iglesia, ¿puede haber solución? Puede que sí, porque, quizás, el problema sea en que tenemos una disociación extrema y brutal entre lo que oramos, cantamos, confesamos, leemos en textos bíblicos y lo que vivimos, los compromisos que asumimos. Hemos de potenciar la voz de denuncia que tenemos, el servicio y amor al prójimo apaleado y el lanzar palabras/hechos/acciones/compromisos/servicios que sirvan de esperanza a un mundo que se ha corrompido.

Dice el himno evangélico: “Levántate, iglesia, sacude el sopor”. Es necesario una iglesia despierta y que sea noticia para el mundo. El mundo necesita a la iglesia que se presente como solución, como buenos prójimos, a problemáticas humanas. Necesita de compromisos de amor hasta la radicalidad del Maestro, necesita que el pueblo la vuelva a considerar como novedosa, interesante, activa, saliendo de las cenizas de su conformismo religioso atada al ritual, pero de espaldas al dolor de los hombres.

¡Resucita, Iglesia! ¡Tienes que volver a volar! Me refiero a esa iglesia que existe dentro de los templos, pero con sus colores grises o difuminados en un mundo que clama buscando justicia, buscando la práctica de la misericordia que, aunque se recomiende que se haga primeramente a la familia de la fe, los ojos de todos necesitan la novedad de un mensaje que vuelva a ser de esperanza. No caigamos nunca en el ridículo de la incoherencia y, si caemos, sepamos salir de forma comprometida con el mundo.

Preguntemos de nuevo: ¿Puede vivirse un cristianismo como algo novedoso e importante para el mundo, puede vivirse la espiritualidad cristiana como un compromiso de amor en acción que traspase las fronteras de la iglesia y el muro de los templos, de manera que llegue como una mano tendida al grito de los sufrientes de la tierra, de los que no tienen esperanza, de los tirados al lado del camino de la vida? No se puede vivir un cristianismo desde la incoherencia. Eso nos cubre con una nube negra que nos difumina hasta el extremo de que ya nadie llegue a contar con nosotros.

En el fondo, más que una evangelización verbalizada en la que no se ve claramente el compromiso con el prójimo en el mundo en torno a sus sufrimientos, desesperanzas y abusos a los que gran parte del mundo son sometidos, se necesita que, claramente, se vea un ejemplo de vida comprometida, unas prioridades diferentes, una predisposición al servicio y a la denuncia de las injusticias que llenen al mundo de un sonido, una forma de ser , unas prioridades que sean como un olor grato que lanza a la iglesia a ser de nuevo novedosa y despertar de su sueño. Hay que echar fuera las rutinas, los conformismos y la pasividad ante un ritual que, si no sale al mundo en forma de amor en acción y de búsqueda de la justicia, no vale para nada.

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¿Dónde está la puesta en práctica de los valores del Reino que nos hace que traigamos a los últimos como primeros? ¿Dónde están las manos tendidas y los pies diligentes que recorren el mundo como iglesia haciendo el bien, luchando contra la opresión y anunciando la novedad del Reino que irrumpe en nuestra historia con la venida de Jesús al mundo? No azotemos a las personas con nuestros feos estilos de vida, la vivencia de valores antibíblicos, la reclusión en los templos, porque nos haremos invisibles y jamás volveremos a ser novedad en un mundo que necesita de las manos, de los pies, de los valores y de los hechos de los llamados cristianos, además de comunicar un mensaje de salvación trascendente que nos acerque a Jesús como modelo y como cauce de redención.