La resurrección, además de sus valores trascendentes y de ser primicia de los que resucitaremos después, reivindica también a aquella víctima presa de la injusticia y de la crueldad que fue Jesús y, a su vez, ofrece la posibilidad de restauración a las víctimas de la injusticia y de la crueldad de este mundo. Con la resurrección se nos lanza el mensaje de que el triunfo de la injusticia, del sufrimiento y de la muerte no son definitivos.
La resurrección es buena noticia para todos, víctimas y no víctimas, aunque no para los verdugos. Es buena noticia para todo aquel que cree abriendo perspectivas de eternidad. Sin embargo, aunque evangelizar desde la resurrección es buena noticia para todos, podría tener alguna especificación, al igual que la tuvo el Evangelio que, siendo para todos, tuvo como destinatario específico a los pobres:
“Buenas Nuevas a los pobres... A los pobres es anunciado el Evangelio”. Si. Así es. Jesús habló del Evangelio a los pobres. Por eso, de alguna manera, aunque la resurrección es la máxima buena noticia para todos, el hecho de que Dios resucitara a su Hijo que cargaba con el oprobio, con la vergüenza de la injusticia del mundo y con la crueldad de la violencia, puede ser, de forma específica, una buena noticia para los débiles, pobres y sufrientes del mundo, para los injustamente tratados, los hundidos en la infravida, los que caminan bajo el yugo de la opresión.
Aunque evangelizar desde la resurrección es un valor absoluto y universal, o sea, para todos, puede sonar de forma diferente entre los hundidos en la infravida, entre los niños que mueren por el hambre, entre los que no pueden desarrollar su vida en plenitud porque se les ha robado sus posibilidades de vida. Así, al igual que la frase de la oración modelo que nos dejó Jesús, el
“Padre Nuestro”, cuando aconseja decir
“el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, puede sonar diferente entre los ahítos y hartos del mundo rico que entre los pobres y hambrientos de este mundo, el mensaje de la resurrección, con lo que conlleva de que el mal no tiene perspectivas de eternidad, que la injusticia y las opresiones son vencidas por la resurrección en novedad de vida, el mensaje que afirma y demuestra que la crueldad y el sufrimiento no es eterno, pues hay resurrección que vence la injusticia y la muerte, suena diferente entre los injustamente tratados, entre los que se mueven en la infravida.
El que fue crucificado, ha sido resucitado venciendo todo el oprobio, constituyéndose en esperanza y garantía de vida en plenitud para los crucificados de la tierra. Dios se muestra así como el Dios de la vida, el que nos hace caminar por el mundo
“como vivos entre los muertos”. Y los que caminamos como vivos entre los muertos, debemos ser también dadores de vida y luchadores contra los ídolos de la muerte. Esto es parte del mensaje de la resurrección.
En el trabajo diario de Misión Evangélica Urbana, en su involucración en la ayuda a los más necesitados y sufrientes del mundo, hemos visto que el que comunica el Evangelio debe estar continuamente comunicando vida y posibilidad de vida abundante, batallando contra la injusticia y la crueldad que sume a tantos hombres en la infravida de la pobreza, de la opresión, de la exclusión y de la no vida de la miseria y la marginación.
Jesús resucitó para que haya personas que puedan comunicar el mensaje de que Dios quiere que los hombres vivan y que tengan vida en abundancia. Vida para la eternidad y vida en nuestro aquí y nuestro ahora. Esto fue el ejemplo de Jesús el cual debemos seguir. Esto hace que el comunicador y defensor del Evangelio se tenga que lanzar también, cual profeta, a la defensa justa de los oprimidos y reducidos al no ser de la pobreza y el sufrimiento, la defensa de los débiles del mundo, la defensa del derecho a la vida de tantos niños que mueren por el hambre, la enfermedad vencible y la falta de cuidados.
La resurrección comunica posibilidad de vida eterna, pero Dios también quiere que la resurrección con su mensaje de eliminación y victoria sobre la muerte, la injusticia y la crueldad, se refleje en el conjunto de la vida de los hombres, vida que no es sólo la vida en el más allá, sino vida que comienza en el aquí y el ahora del “ya” del Reino.
Todo este mensaje debe configurar la evangelización desde la resurrección, desde los parámetros de la vida, los parámetros de que la muerte y la injusticia pueden ser vencidos, Así, la resurrección de Jesús, sin quitar sus dimensiones eternas y trascendentes, es también una queja de Dios que, desaprobando la injusticia y la violencia contra su hijo Jesús, desaprueba también la injusticia y la crueldad contra las víctimas de este mundo. Así, la evangelización desde la resurrección no puede quedar reducida solamente a palabras, sino que se implica en la restauración de la vida en justicia y paz.
El mensaje evangelístico desde la resurrección, no puede estar de acuerdo con el mundo de los hambrientos, con el escándalo de la muerte anticipada, temprana, pronta y rápida de tantos niños, con la infravida de tantos excluidos de los bienes del mundo. Dios, con la resurrección, hace justicia a Jesús como víctima, pero también hace justicia a todos los oprimidos y despojados del mundo. Dios, en Jesús, resucitó a un inocente, a un justo que cargó con tanta injusticia... promesa y esperanza para todos los injustamente tratados.
El mensaje del Evangelio desde la resurrección, nos convierte en defensores de a vida, vida para la eternidad, para el más allá, pero también para el “ya” del Reino. Así lo vemos los que trabajamos entre los sufrientes del mundo, los que estamos involucrados en el trabajo de Misión Urbana, institución desde la que también se evangeliza compartiendo la vida, el pan y la Palabra.
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