Se difumina esa especificidad del Evangelio a los pobres. Ni siquiera se evangeliza desde la perspectiva de los pobres, como hizo Jesús. Ese fue su posicionamiento no seguido hoy por la mayoría de sus discípulos. Pero hay que reconocer que, bíblicamente, aunque la evangelización es para todos, hay una cierta parcialidad a favor de los pobres. Es el único grupo específico que se cita como destinatarios del Evangelio.
Esto nos debería hacer reflexionar y, aunque es cierto que no todo discurso a favor de los pobres es la Buena Noticia de Jesús para ellos, deberíamos darnos cuenta que no habrá Buena Noticia cuando la evangelización no se preocupe también de la liberación de los pobres y oprimidos. La preocupación por los pobres del mundo y por los oprimidos, está en el corazón de toda evangelización. Cuando no se evangeliza así, como Buenas Noticias a los pobres, a la evangelización le falta corazón. Como consecuencia de faltarle corazón, hacemos una evangelización, en muchos casos, inmisericorde, insolidaria y alejada de los parámetros del Maestro.
El que los pobres estén en el centro del corazón del Evangelio, debería crear problemas a los sistemas sociales, a los políticos, a los económicos y a muchos creyentes que se dejan arrastrar por las corrientes neoliberales, pero no los crea porque no se enfatiza hoy de forma clara esta faceta del Evangelio. Llega a ser problema incluso a algunos de los creyentes que tienen que crear mecanismos de defensa para no sentirse interpelados por esta llamada de ser Buenas Noticias para los pobres.
Uno de los mecanismos de defensa es no creerse el aserto bíblico de que “la escasez del pobre está en las mesas de los ricos”. No nos creemos que los pobres son grupos empobrecidos por los ricos acumuladores que acaparan lo que pertenece a todos. A esos privilegiados acaparadores los consideramos triunfadores y nos creemos lo de la riqueza como prestigio. Nos situamos en contra del Evangelio, en oposición a los valores bíblicos... y desde estas líneas queremos evangelizar. La Buena Noticia a los pobres no se puede hacer realidad.
Otro mecanismo de defensa para no sentirse interpelado por las Buenas Nuevas a los pobres, es que el compromiso con los pobres nos suene a marxismo y a cuestión política. Es como si la fe tuviera que ser más pura y no dejarse arrastrar por el compromiso con los pobres del mundo, porque esto nos llevaría a la denuncia profética y a la lucha por la justicia, cuestión que, para algunos, aunque se llamen cristianos, es reducir la fe a política. Hemos perdido la visión profética y la visión de Jesús como el último de los profetas... y desde estos planteamientos insolidarios y alejados de la projimidad queremos evangelizar. ¡Es una locura!
Otro mecanismo de defensa es espiritualizar la pobreza. No nos interesan los económicamente pobres, los oprimidos. Lo importante para muchos es ser espiritualmente pobres para poder heredar el Reino de los Cielos. Nos alejamos de los planteamientos bíblicos de hacer justicia a los huérfanos, a las viudas y a los extranjeros, como prototipos bíblicos de los empobrecidos y oprimidos, de los que se puede abusar fácilmente. Tiramos media Biblia por la borda y nos proponemos evangelizar desde esos posicionamientos. Del lado de los ricos e integrados en la sociedad injusta nos sentimos más cómodos para lanzar nuestros mensajes. No nos creemos que servimos a un Dios padre de huérfanos y defensor de viudas. No nos creemos que debemos amar al extranjero como a nosotros mismos. Nos da miedo entrar en cualquier tipo de denuncia avalada por los profetas y por Jesús mismo.
Queremos evangelizar sin creernos en su radicalidad el mensaje de la parábola del rico necio que, preocupado por agrandar sus graneros, era incapaz de compartir. Nuestra evangelización ya no es Buena Noticia para los pobres. No evangelizamos pidiéndole a los opresores del mundo, a los acumuladores, a los opulentos, a los opresores que se arrepientan y compartan para que, así, puedan ser herederos de un tesoro al que ni la polilla ni el orín pueden corromper. No evangelizamos hablando de la liberación de los oprimidos, de los injustamente tratados, de los quebrantados... no evangelizamos condenando la injusticia del mundo y a favor de la liberación de los pobres. Hemos perdido algo del corazón del Evangelio, de sus entrañas misericordiosas. No predicamos el compromiso, sino una especie de gozo de autodisfrute espiritual y dejamos un evangelio totalmente light, desnaturalizado, sin un corazón que ama llevando las Buenas Nuevas a los pobres.
No creo que con la Biblia en la mano y siguiendo las líneas marcadas por Jesús, nadie se atreva a negar estas realidades. En el Evangelio, lo espiritual y las realidades humanas de nuestro aquí y nuestro ahora marchan juntos. Tanto hay de salvación para la eternidad como de liberación de los pobres y oprimidos, liberación de los sufrientes del mundo, de los injustamente tratados.
Yo creo que no se puede evangelizar fuera de estos parámetros bíblicos. La evangelización debe seguir el programa de Jesús, sus líneas programáticas:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar Buenas Nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”.
Señor, que tu Espíritu esté también sobre los evangelistas para que puedan asumir tu programa de evangelización integral, tu programa de salvación, tanto para la eternidad como para nuestro aquí y nuestra ahora en forma de liberación. Que se entienda que evangelizar es compartir la vida, el pan y la Palabra sin olvidar a ese destinatario específico que tú nombraste: los pobres de este mundo.
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