Evangelizar redimiendo estructuras sociales

¡Cuidado! La evangelización no es solamente el intento de salvar un alma o varias de forma individualista, pasando del hecho de intentar con ella la mejora de la sociedad, de la comunidad en la que estamos insertos, el bien común. Puede haber iglesias, agencias evangelizadoras o evangelistas en el ámbito individual que lo que intentan es una evangelización fundamentada en un pensamiento o ideología totalmente individualista, cuando no de salvar almas de forma abstracta y desarraigada del mundo. Todo eso habría que compensarlo con una ampliación de la misión evangelizadora que ha de comportar el cambio o transformación de los valores sociales injustos, que cambie de forma radical todos los parámetros sociales que estén en contracultura con los valores del Reino.

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No. La evangelización no es pensar de forma individualista, el intentar a ver si puedo ganar algún alma para integrarla en mi iglesia o en mi movimiento confesional o religioso. Es verdad que salvar a una persona tiene un valor supremo, pero también lo tiene lo que se podría llamar la evangelización de las culturas y de los parámetros sociales montados sobre valores antibíblicos. 

No es menos importante evangelizar buscando el bien común y la evangelización orientada hacia el cambio de los valores que sostienen las estructuras económicas de poder injustas o las estructuras sociales de pecado, que trabajar por integrar unos cuantos miembros más en nuestras congregaciones. Hay que hacer una síntesis de ambas posturas buscando una evangelización integral. 

Trabajar una evangelización que mejore las comunidades y los grupos sociales en los que estamos insertos es un trabajo evangelizador de amplio alcance. Es evangelizar pensando en la promoción social de las personas insertas muchas veces en pueblos ciudades o barrios en donde la violencia, el desprecio al diferente, la injusticia y el abuso de los débiles están dentro de los esquemas de esos grupos sociales. Siempre es importante trabajar por salvar almas o personas en el ámbito individual, pero no hay que perder de vista nunca en la evangelización todo aquello que pertenece al ámbito comunitario o social en el que vivimos y desarrollamos nuestra personalidad.

En la evangelización hay que trabajar pensando en una dimensión ética que evangelice todo el contexto social. Para ello, haría falta que, también, el evangelizador de palabra, se involucrara en acciones solidarias de amor al prójimo que dieran credibilidad a sus palabras, a sus búsquedas de justicia, involucrarse, si se quiere, en una acción social evangelizadora que supere el asistencialismo de dar ropa y comida y se llegue, incluso, a la denuncia social, a la búsqueda de justicia y a la defensa de los desamparados al estilo profético. 

Una evangelización integral no se puede entender de otra forma, además de hacer esta evangelización desde el punto en que lo hizo Jesús para darnos ejemplo: evangelizar desde los pobres, desde la solidaridad con los excluidos y, desde allí, lanzar los mensajes evangelizadores para todos, pues los ricos también pueden salvarse si se arrepienten y comparten como hizo Zaqueo. Quizás partiendo del amor al prójimo, una de las bases que nos pone Jesús para la práctica de la espiritualidad cristiana, irse elevando hasta la preocupación por las sociedades, sus valores y sus estructuras sociales y de pecado injustas.

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Si la persona nace, vive y crece en una sociedad es porque la podemos considerar intrínsecamente social. Es por eso que la evangelización debe trabajar por insertar, a través de la palabra y del ejemplo de acción solidaria en la sociedad, como un ejemplo de evangelización de las estructuras sociales y culturales. La evangelización debe conseguir que el convertido no experimente solo una sensación de gozo individualista, sino que lo acompañe con una necesidad comunitaria y el deseo de que los cambios y transformaciones sociales que puede hacer que el Evangelio llegue a los componentes de su grupo social en solidaridad y deseo de que sus paisanos, amigos y vecinos experimenten un cambio radical a través de una evangelización que no intenta solo la salvación individual de alguien, ni agregar nuevos miembros a su iglesia, sino una evangelización de largo alcance que produzca cambios sociales y culturales en la línea de los auténticos valores, los valores del Reino.

La conversión, sin duda, debe tener su influencia en la esfera social y comunitaria, evitando que el nuevo convertido sea una persona que busca solamente el meterse dentro de las cuatro paredes de una iglesia, buscando solamente gozos y privilegios insolidarios.