Evangelizaciones alicortadas

Todos los veranos escribo un artículo sobre evangelización, aunque sobre este tema suelo escribir también en otras ocasiones. Quizás es que el verano se presta mucho a salir a parques, pasear calles y otros. Pues vamos a ello intentando siempre aportar ideas nuevas y útiles.

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Es verdad que hay algunas organizaciones en España dedicadas a la evangelización. Al menos hacen una campaña al año al igual que muchas iglesias. Otras congragaciones dicen que es que la evangelización es algo transversal en su trabajo como iglesias. Sin embargo, si analizamos lo que sería un Evangelio desde el punto de vista de la integralidad bíblica, veremos que en muchas de esas campañas o salidas evangelizadoras tienen sus paradojas, sus tentaciones, sus olvidos y sus incoherencias.

El Evangelio asume muchas cosas que no se asumen normalmente en la evangelización, en las campañas evangelizadoras. La evangelización, en este sentido, no solamente debe asumir la gran noticia de la salvación, cuestión fundamental y primaria, la salvación para la eternidad que se publica con palabras de gozo, de ilusión para las personas que escuchan. 

Si muchas veces estos mensajes no tienen personas que lo asuman y pasan de largo, en muchos casos es por las incoherencias que muchas veces tienen los cristianos entre el mensaje, el compromiso o la realización práctica de este mensaje. A veces, al constatar esto, se escucha como simple palabrería.

La evangelización también debe comportar líneas proféticas de denuncia, a la vez que se muestra el compromiso con el hombre, fundamentalmente el hombre que sufre. Por eso se puede decir que la acción solidaria, el compromiso con el que sufre u la social cristiana puede ser evangelizadores. El método de Jesús fue siempre evangelizar desde los pobres y débiles del mundo, identificándose con su dolor por las injusticias, con el sufrimiento del mundo. Su evangelización, al igual que la de los profetas, comportaba denuncia social contra los abusos de los fuertes y de los que se enriquecen injustamente, tanto a través de sus parábolas como de muchos mensajes e historias bíblicas.

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Hoy, las campañas de evangelización, tanto de asociaciones como de muchas iglesias, si es que las hacen, se sienten tentadas a olvidar esta segunda parte tan esencial en el mensaje de Jesús y, en general, en todo el mensaje bíblico. A muchos mensajes del Evangelio que se dan hoy, les falta de una manera clara y sonora, la preocupación y el enfrentamiento ante la injusticia y el sufrimiento del mundo, les falta compromiso con los sufrientes de la historia, con los pobres de la tierra. Prefieren un mensaje un tanto ultramundano que, ante tantas incoherencias de las iglesias en el ámbito interconfesional, les deja fríos y miran para otro lado. 

Son las grandes paradojas de la evangelización, las grandes paradojas y olvidos de muchos mensajes cristianos. Parece que se han olvidado del Siervo Sufriente, del experimentado en quebranto, del experto en sufrimiento. A veces nuestros mensajes no encajan con lo que debe ser una verdadera experiencia de fe que estaría en el centro de la auténtica espiritualidad cristiana, sobre todo cuando no podemos asumir la preocupación por las desigualdades en el mundo, por la injusticia, por los injustamente tratados, por los abandonados, pobres y sufrientes del mundo. 

Muchos de los evangelizadores dejan esto al lado como si se tratara, como hemos dicho otras veces, de una teología segunda, de algo menor, de algo opcional, de algo que ni siquiera deja paso a la reflexión de muchos evangelizadores. Muchas veces ni se da la parte de denuncia inherente a toda evangelización, ni la parte de compromiso práctico que siempre resulta ser evangelizador y sin el cual la evangelización queda mutilada. Evangelio descafeinado, aunque pueda servir para crear ilusiones sin compromiso en los que puedan escuchar.

La evangelización nunca es cómoda, siempre es comprometida, no es solamente de tipo metahistórico, de mensajes para el más allá, de promesas que no comprometen a nadie, de comunicación de una salvación gozosa y despreocupada del sufrimiento del prójimo, del destino de las personas sufrientes en el mundo. A veces parece que nuestra evangelización se trata de conducir personas hacia nuestra iglesia, al ritual, a la práctica de una piedad sin compromiso alguno, al ceremonial. Se evita el enfrentar al hombre con la injusticia, con los abusos contra el prójimo, con los gritos de los sufrientes del mundo.

Yo estoy seguro que si la evangelización asumiera estas líneas de Evangelio Integral, los resultados evangelizadores serían diferentes, habría lluvias de bendición sobre todo mensaje y acción solidaria compartida. El Evangelio dejaría de ser un tipo de práctica de una piedad insolidaria y se convertiría en una fuerza que trastocaría al mundo, que movería todos sus valores en contracultura con los valores del Reino y con los valores bíblicos en general. Se necesitan auténticos profetas. Quizás por ello Jesús entroncó de una forma tan clara con los profetas del Antiguo Testamento.