Agar prefigura a las mujeres oprimidas o victimizadas que experimentan el cuidado de Dios, lo que les permite retomar la capacidad de actuar y la iniciativa, y reconstruir sus vidas. Por Moyra Dale.
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En un ensayo reciente me sorprendió leer varias afirmaciones del autor sobre lo que dicen “los musulmanes”, cómo reaccionan o entablan una conversación, que no coincidían con mi propia experiencia de varias décadas de interacción con musulmanes. Entonces me di cuenta de que el autor era hombre; cuando decía “musulmán” estaba describiendo a hombresmusulmanes. No es una experiencia infrecuente cuando leo libros sobre el islam o escucho a oradores. El islam existe en muchas culturas que están modeladas por el género. Y los textos del Corán y los hadices (Tradiciones) marcan diferencias entre los musulmanes varones y mujeres en cuestiones de práctica de la fe y de la vida cotidiana. Los hombres a los que no se les da la oportunidad de interactuar con mujeres musulmanas pueden suponer que todos los musulmanes, independientemente de su género, reaccionan de la misma manera, o simplemente descartar las perspectivas y preguntas que ocupan a las mujeres musulmanas.
Si muchos de los comentarios sobre “los musulmanes” se refieren a hombres musulmanes, las imágenes dominantes del islam en los medios de comunicación populares tienden a ser mujeres con velo. Sin embargo, si hablamos de “mujeres musulmanas” como una única categoría indiferenciada, corremos los mismos riesgos de reduccionismo. Las mujeres musulmanas están unidas por el género y la religión, pero hay muchos otros factores que las configuran. Los textos religiosos y los temas culturales se materializan de diferentes maneras para las personas según sus circunstancias, hogar y familia, y los acontecimientos de la vida. Las comunidades en las que nacen las personas desempeñan un papel importante en la formación de cómo alguien se percibe a sí mismo, a los demás y al mundo. El nombre de una persona, su ropa, sus joyas y la zona en la que vive dan indicios de la comunidad a la que pertenece. Estas pertenencias conforman las interacciones cotidianas, desde el grado de amistad hasta las posibilidades de trabajo o románticas y, finalmente, el lugar de entierro.
En cada encuentro debemos preguntarnos: ¿quién es esta mujer? ¿Cuál es su experiencia y qué influencias han conformado su vida hasta este momento? Estas pueden incluir su clase social, educación, riqueza de su familia y conexiones familiares, así como su estatus dentro de la familia, si está casada y tiene hijos. La rama o secta del islam a la que pertenece, la ubicación geográfica de la que proviene y su origen étnico afectarán sustancialmente su experiencia de vida, oportunidades y expectativas.
Se ha hablado mucho de las mujeres musulmanas en Afganistán y de lo que tienen que afrontar desde la reciente y rápida toma del poder por parte de los talibanes. Una mirada más de cerca a este país que ha estado bajo tanto escrutinio muestra cómo, incluso dentro de un mismo país, encontramos muchas diferencias entre las mujeres musulmanas que constituyen la mitad de su población. Dentro del islam existen importantes distinciones sectarias. Los sunitas son la secta dominante en Afganistán; los chiitas representan aproximadamente el 10%. La mayoría de los chiitas se encuentran entre los hazara y los qizilbash. Los chiitas son principalmente duodecimanos,[1] con algunos ismaelitas (a menudo una forma más liberal del islam) también. El sufismo (islam místico) también tiene fuertes raíces en Afganistán. Los naqshbandiya, qadiriya y cheshtiya son órdenes sufíes importantes en el país. Los sufíes mevlevitas, que practican las danzas rituales de los “derviches giradores”, han incluido recientemente a bailarinas y maestras.[2]Aunque es probable que estos grupos sufran la opresión de los talibanes, esto indica la gran variedad de experiencias religiosas incluso dentro de los distintos grupos musulmanes de Afganistán en la actualidad.
Los orígenes étnicos también son importantes a la hora de determinar el lugar que ocupan las mujeres y las oportunidades que tienen, así como el idioma que hablan. Los pastunes representan alrededor del 40% de la población, principalmente en el sureste, el sur y el oeste, con algunos focos en el norte. Hablan la lengua pastún y se adhieren al código de vida “pashtunwali”.[3] Los tayikos (alrededor del 25%) viven principalmente en el noreste, el noroeste y los centros urbanos, y hablan dari. Los hazara (alrededor del 10%; muchos han emigrado) se encuentran en el centro, Kabul y Mazar-e Sarif. Los uzbekos (6-9%) están en el norte y hablan uzbeko, una lengua turca. Otros grupos étnicos son los aimak (grupos suníes de habla persa en el noroeste), los turcomanos (a lo largo de la frontera con Turkmenistán), los baluchis (en el suroeste) y los nuristaníes y pashays (al noreste de Kabul).[4]
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La mayoría de los habitantes de Afganistán proceden de zonas rurales, que tienden a ser más conservadoras que los centros urbanos. Para muchas mujeres rurales, su vida, incluidas las restricciones religiosas, culturales y familiares, puede no haber incluido muchas más oportunidades antes que las que tienen ahora bajo los talibanes. Las mujeres de los grupos nómadas han tenido tradicionalmente más oportunidades de movimiento. Los estilos de vestimenta de las mujeres musulmanas varían en todo el país, desde el chador o burka integral hasta el pañuelo en la cabeza que se usa con pantalones y una blusa hasta la cadera.
Algunas mujeres, ya sean urbanas, de familias más ricas o más liberales, han tenido más oportunidades en la educación y la participación pública. Un artículo de 2012 decía: “En 1964, las mujeres ayudaron a redactar la Constitución, y en los años 70 había al menos tres legisladoras en el Parlamento. Las mujeres desempeñaron funciones como profesoras, funcionarias, médicas, abogadas, juezas, periodistas, escritoras y poetas hasta principios de la década de 1990. Además, las mujeres constituían el 40% de los médicos de Kabul, el 70% de los maestros de escuela, el 60% de los profesores de la Universidad de Kabul y el 50% de los estudiantes universitarios”.[5]
No obstante, las mujeres en la vida pública han enfrentado oposición e incluso muerte en Afganistán, aun en tiempos no talibanes. Nadiaa Anjuman comenzó a asistir a una escuela clandestina y a un círculo literario bajo los talibanes, la Escuela de Costura de la Aguja de Oro. Tras el derrocamiento de los talibanes, comenzó su educación formal en la Universidad de Herat, y se convirtió en una prolífica poeta, hasta que su marido la mató por escribir poemas sobre la subyugación de las mujeres y por asistir a eventos. La teniente coronel Malalai Kakar, de familia conservadora, fue la primera mujer en graduarse en la Academia de Policía de Kandahar, y se dedicó a investigar la violencia de género. Fue asesinada por un pistolero talibán en 2008.[6]Shamsia Hassani, profesora de Bellas Artes en la Universidad de Kabul, se ha hecho internacionalmente conocida en la última década por sus llamativos grafitis en las calles de Kabul que promueven los rostros y las voces de las mujeres en los espacios públicos. Incluso cuando la ciudad estaba bajo el control del gobierno afgano, su trabajo era arriesgado. En 2018 comentó que “me dan mucho miedo los espacios públicos. Me da mucho miedo que haya explosiones todo el tiempo. Y, específicamente, es difícil para las mujeres hacer grafitis y arte callejero porque normalmente la gente no está contenta con las actividades de las mujeres… todo el tiempo tengo cuidado”.[7]
Muchas mujeres que han participado en la esfera pública se enfrentarán sin duda a mayores restricciones bajo los talibanes, ya sean trabajadoras del gobierno, tripulantes de cabina de pasajeros o atletas. Muchas de las 270 mujeres que han ejercido como juezas en Afganistán en los últimos veinte años, algunas de las más poderosas y destacadas del país, están actualmente escondidas.[8]
Los talibanes han dicho que permitirán que las mujeres estudien en la universidad, pero impondrán códigos de vestimenta y segregación de género.[9] Entonces, ¿cuánto habrá cambiado? La segregación por género se aplicaba en las escuelas primarias y secundarias de Afganistán antes de esto, y las niñas en la escuela secundaria tenían que llevar pañuelos blancos en la cabeza y túnicas que les llegaban a las rodillas. Si bien las universidades no hacían cumplir la segregación ni el código de vestimenta, la mayoría de las estudiantes universitarias optaban por llevar pañuelos en la cabeza.[10] El mundo está a la espera de ver cómo evoluciona esta situación. La exigencia de una segregación estricta en algunos países puede abrir oportunidades para las mujeres, cuando los centros de enseñanza exigen personal femenino y se buscan parteras y médicas, como por ejemplo en Irán (chiita) y Arabia Saudita (sunita).
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Muchas personas se están preparando ahora para acoger a refugiados afganos que han pedido asilo en Occidente, o buscan cuidar a refugiados en campos y comunidades de países vecinos al otro lado de la frontera de Afganistán. ¿Cómo los vamos a recibir? Un libro recientemente publicado, Islam and Women: Hagar’s Heritage,[11] busca explorar los mundos de las mujeres musulmanas a través de la observación de textos y temas culturales, y de cómo dan forma a la vida cotidiana, las experiencias y las posibilidades de las mujeres musulmanas en diferentes países y contactos de todo el mundo. Las preguntas que aparecen al final de cada capítulo ofrecen al lector la posibilidad de conocer mejor los contextos y culturas dentro de los cuales se relacionan con mujeres musulmanas.
Agar es una esclava egipcia en la casa de una familia de Canaán. Maltratada, huye. Dios oye sus gritos, la ve y sale a su encuentro. Se convierte en la primera mujer del Antiguo Testamento que da un nombre a Dios: El Roi, el que ve. Dios la devuelve a su situación de esclavitud; pero cuando Sara y Abraham vuelven a enviarla con su hijo Ismael al desierto, Dios sale de nuevo a su encuentro y le promete descendencia y grandeza a Ismael. El viaje de Agar es representado cada año por millones de musulmanes en la peregrinación del hach en La Meca. En el corazón de las narraciones cristianas y musulmanas encontramos la historia de una madre que huye para salvar a su hijo.
Como tantas mujeres hoy, Agar pasa a ser una madre soltera refugiada. Su precaria situación de impotencia se hace eco de la de las mujeres en situaciones similares de marginación y aislamiento. Cada vez que grita en desesperación, Agar ve a Dios, y Dios la ve a ella; se le aparece y cuida de ella. De este modo, Agar prefigura a las mujeres oprimidas o victimizadas que experimentan el cuidado de Dios, lo que les permite retomar la capacidad de actuar y la iniciativa, y reconstruir sus vidas. Su historia, junto con la de otras mujeres, apunta hacia el futuro, a la forma en que Jesús honró a las mujeres marginadas. Agar invita a las mujeres, sean cuales sean las actitudes culturales con las que se encuentren, a asumir su papel de co-portadoras de la imagen de la divinidad, llamadas a relacionarse con Dios.
Hoy hay casi mil millones de mujeres musulmanas, el 12% de la población mundial, repartidas por todo el planeta. Cuando nos encontramos con una mujer musulmana, ¿con quién nos encontramos? ¿Cuál ha sido su experiencia de la vida cotidiana y de la fe? Nuestro papel no es hacer generalizaciones sobre las mujeres que encontramos y sus trasfondos, historia o educación, sino escuchar bien y hacer preguntas sobre ellas o las comunidades de las que provienen. Dondequiera que nos encontremos con ellas, tratamos de comprender su situación única, y señalarles al Dios que las ve y las ama plenamente.[12]
Buscamos historias bíblicas (como la historia de Agar) que puedan conectarse con sus vidas: historias de Dios respondiendo a oraciones de mujeres, de Jesús interactuando con mujeres y cuidándolas. Oramos para que, al escuchar estas historias, las mujeres musulmanas puedan también vislumbrar su propia importancia para Dios, y su historia como parte del plan general de Dios en la historia a través de Jesús Mesías.
Moyra Dale etnógrafa y doctora en Educación. Ha pasado más de dos décadas con su familia en Oriente Medio, especializándose en alfabetización de adultos.
Este artículo se publicó por primera vez en la web del Movimiento Lausana y se ha reproducido con permiso.
Notas
[1] Twelver Shi’ite believe in twelve divinely ordained successive Imams from Ali (Muhammad’s nephew and son-in-law), of whom the twelfth was occulted, and will reappear as the promised Mahdi at the end of time. ↑
[2] Nadia Khan, ‘Afghanistan – Female Whirling Dervishes Reclaim Afghan Sufi Heritage,’ WUNRN, 18 February 2021; Tameem Akhgar, ‘ Young Afghan women, men perform whirling Sufi dance together,’ abcNEWS, 22 September 2020. ↑
[3] The major Pashtun sub-tribes are the Ghilzali and Durrani, with several smaller ones. ↑
[4] ‘The Ethnic Groups of Afghanistian,’ WorldAtlas; ‘Afghanistan,’. ↑
[5] ‘A History of Women in Afghanistan: Then and Now,’ TOLOnews, 29 February 2012. ↑
[6] Maryam Laly, ‘Five Afghan Women Who Made History,’ Girls’ Globe, 8 December 2016. ↑
[7] Cristina Burack, ‘Giving voice to Afghanistan’s oppressed,’ Qantara.de, 24 August 2021. ↑
[8] Claire Press, ‘Female Afghan judges hunted by the murderers they convicted,’ BBC News, 28 September 2021. ↑
[9] ‘Afghanistan: Taliban announce new rules for women and girls’ education,’ DW, 12 September 2021. ↑
[10] ‘Taliban says women in Afghanistan can study in universities in gender-segregated classes,’ 13 September 2021, ABC News. ↑
[11] Moyra Dale, Islam and Women: Hagar’s Heritage (Oxford: Regnum, 2021). ↑
[12] Nota del editor: Ver el artículo de Ida Glaser “¿Cómo deberían relacionarse los cristianos con los musulmanes?” en el número de mayo 2017 del Análisis Mundial de Lausana. ↑
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