En la evangelización deberíamos dar su lugar de excelencia a ese mandamiento, generador de vida eterna, ya que el amor cristiano es simplemente la fe actuante.
Quizás por eso, en la parábola del Buen Samaritano y en otros contextos, se responde a una pregunta por la salvación, por la vida eterna de esta manera: “¿Qué está escrito?... Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”. (
Lc. 10:25-27). El evangelio del amor es simplemente el evangelio de la fe que actúa… Evangelio salvador.
Parece ser que muchos de los que hablaron con Jesús malentendían el cómo cumplir este mandamiento. Lo conocían, pero no actuaban. Respondían perfectamente lo estaba escrito en la ley, pero Jesús tuvo que decirles: Actúa, haz tú lo que dices conocer,
“haz tú lo mismo”, era el mensaje evangelizador del Maestro.
En la parábola del joven rico, la situación es similar. Ante la respuesta de Jesús por la salvación que se consigue amando a Dios y al prójimo, este joven responde que todo eso lo ha cumplido desde su juventud. Probablemente Jesús miró a ese joven y pensó: “
¿Cómo has cumplido? ¿Acumulando y no compartiendo?”. El mensaje evangelizador de Jesús fue tremendo y radical: ¡Vende! ¡Actúa! ¡Dalo a los pobres!... y ven y sígueme.
Muchos de estos mensajes suenan poco en la evangelización hoy. Son mensajes transformadores, cambiadores de vida, evangelizadores, solidarios, compasivos, atentos a las necesidades del prójimo sufriente… mensajes de amor. Los mensajes de amor que salen de los que muestran que aman, acercan al Dios salvador, al Dios invisible que se hace visible a través de la práctica del amor:
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (
Jn. 13:35).
La práctica del amor a los demás, muestra al mismo Dios que es amor, le hace visible en el mundo. La práctica del amor evangeliza. Yo he escrito en varias ocasiones que “amar es participar de la naturaleza de Dios”. Amar refleja el amor de Dios en nuestras vidas. Amar es mostrar a Dios en el mundo. El que ama con el amor cristiano, tiene una fe viva. El evangelio del amor es el evangelio de la fe que actúa. Sin el amor, la fe acaba por morirse y dejar de ser.
El convertido tiene que reflejar la fuerza de su fe en la esfera social. El convertido no debe reflejar la fuerza de su fe solamente en el ámbito eclesial. Lo tiene que reflejar en la vida cotidiana, ante las muchedumbres que sufren, ante los pobres, los marginados y los proscritos, ante los hambrientos del mundo que son legión, ante los inmigrantes a los que, en tantas ocasiones, se les quita su dignidad, ante los enfermos, los sufrientes del mundo, los que se resignan y quedan sin esperanza ninguna de cara al futuro… Evangelizar es llevar esperanza que se genera por la práctica del amor que evangeliza al mundo.
La evangelización en amor va a tender a comunicar un mensaje de liberación que tiene que convertirse en una práctica de acción amorosa en la que tienen que mancharse sus manos, como buenos samaritanos, los evangelizadores del mundo poniendo el amor en acción.
Fuera de esto la evangelización se puede convertir en mera retórica, una retórica que no proclama el nombre del Señor aunque lo mencione mil veces, pues la falta de amor no puede hacer visible al Dios invisible, la falta de amor hace que nadie pueda conocer que somos discípulos del maestro a pesar de nuestra palabrería, en la falta de una fe activa que obra a través del amor, nadie puede llegar a convencerse de que somos discípulos del maestro que fue solidario con los sufrientes del mundo.
“Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros…” (
1ª Jn. 4:12) y le hacemos visible en el mundo. El amor evangeliza y hace visible al Invisible, cuando nuestro amor en acción alcanza también y de manera especial a todos los oprimidos e injustamente tratados. Por eso la evangelización debe ser denunciadora de injusticias y anunciadora y promotora de la justicia en el mundo. Es parte del evangelio del amor hasta su radicalidad: ¡Vende! ¡Comparte, ¡Sígueme! La promoción de la justicia en el mundo ya es amor, es parte del evangelio del amor, pero recordemos que la justicia que nos muestra Jesús es misericordiosa, hasta pagar lo mismo a los últimos y, además, pagarles los primeros.
Este tipo de justicia no se puede comprender sin el concepto de misericordia, justicia que sólo se muestra cuando es el amor el que evangeliza. Justicia que rescata a los últimos, los peor preparados a los que nadie quiere contratar y los hace iguales a los demás de forma prioritaria. En la evangelización por el amor es donde los últimos pasan a ser los primeros apoyados por el compromiso de los evangelizadores que siguen las enseñanzas del Maestro. Estos son los únicos discípulos que hacen visible en el mundo al Dios invisible, le hacen visible en medio de un mundo en donde hay tantos oprimidos y despojados que esperan la justicia que debe dimanar también del Evangelio del amor.
Son a través de estas líneas evangelizadoras del amor que se puede decir que la evangelización busca también la promoción social de las personas, especialmente de las personas que sufren cualquier tipo de marginación, opresión o debilidad.
¡Señor, ayúdanos a hacer una evangelización más amorosa, más comprometida y solidaria para que te podamos hacer visible en medio del mundo! Esta es una forma de proclamarte, de proclamar tu nombre. Esta es la mejor forma de evangelizar cumpliendo la Gran Tarea de llevar el Evangelio a todo el mundo y los oídos de las gentes a la escucha de la Palabra. Es la forma de compartir la vida y, si compartimos la vida, no habrá problemas para compartir también el pan en una evangelización que destila gotas de amor que proclaman tu nombre, tu Reino y tu justicia. ¡Danos más amor, Señor! Amor que cambie el mundo.
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