Todo trabajo que no se hace para glorificar a Dios es trabajo en vano que carece de bendición.
Todo trabajo tiene un objetivo. En el principio, Dios creó el universo con todo lo que contiene y desde entonces lo mantiene. Mantener la creación de Dios también era el objetivo del trabajo que Dios le había encomendado a Adán. Después de la caída, el trabajo sirve para mitigar y superar los efectos adversos de la maldición de la tierra que Dios ha pronunciado.
Para conseguirlo, el trabajo tiene que ser productivo y no carecer de sentido o servir para la auto exaltación de la soberbia humana. Trabajando imitamos a Dios en su creatividad y, al mismo tiempo, le damos la gloria a Él. Esta es la idea central que hay detrás de un concepto bíblico del trabajo.
Con esta visión de las cosas choca el concepto del trabajo que fomenta nuestra propia soberbia. El ejemplo más famoso del peligro que supone esta idea lo tenemos en el proyecto fallido de la Torre de Babel. Su propósito fue desafiar a Dios y subsanar las consecuencias del pecado sin la ayuda de Dios. Hay muchas lecciones que podemos sacar de esta historia, pero hay cinco que me parecen particularmente relevantes en cuanto a nuestro tema:
Hay un denominador común en este proyecto que desafió a Dios: hagámonos un nombre (Génesis 11:4). La idea principal de la construcción y del esfuerzo titánico que había detrás era simplemente la exaltación personal de sus constructores.
Su plan no es solo la construcción de un edificio sino sobre todo el de un orden mundial unificado, centralizado y controlado por el hombre. El texto habla no solamente de una torre -un zigurat- que serviría para establecer un culto a los dioses1, sino de una ciudad entera (Génesis 11:4).
A consecuencia de estos acontecimientos, Dios personalmente evalúa la situación. El hecho de que Dios “bajara” tiene una connotación judicial. Dios se informa in situ como lo haría un juez para pronunciar un juicio adecuado.
Después de evaluar la situación, Dios decide “confundir” a los que participan en la construcción. Esto no solamente se refiere al idioma común, sino al trabajo en el proyecto. A partir de este momento no pueden continuar y tienen que dejar sus planes sin terminar, ya que reina la confusión.
El propósito de la confusión causada era impedir que los hombres pudieran acabar su trabajo, desafiante hacia Dios. Fue la acción preventiva de Dios que aseguró que el éxito de proyectos y trabajos malignos se viera a partir de ese momento limitado y dificultado. Al mismo tiempo, Dios sigue con su plan de redención. No es por nada que inmediatamente después de la historia de la Torre de Babel nos encontramos con una genealogía que nos lleva directamente al pacto que Dios hizo con Abraham.
Se trataba de una obra de primera magnitud que implicaba una cantidad enorme de trabajo, comparable a la construcción de las pirámides egipcias. Además, se olvida con frecuencia un detalle importante en esta historia. No se trata solamente de construir una torre, sino que el texto habla también explícitamente de una ciudad. Ya antes del diluvio había ciudades en la tierra, pero Babel era distinto en el sentido de que no representaba un desarrollo urbanístico normal. Si la torre representa el aspecto religioso de la autonomía humana, la ciudad representa su aspecto político y social.
Lo que es evidente -pero que casi nunca se menciona- es lo siguiente: no se trataba de un proyecto productivo. Su objetivo no era el de producir alimento, casas o mercancías. El propósito de la ciudad y de su torre era desafiar a Dios. La idea que había detrás era demostrar que se podía gobernar este mundo sin Dios. Por lo tanto, el propósito del esfuerzo titánico era poner un monumento a la soberbia humana.
Todos sabemos cómo terminó la historia. La Torre de Babel finalmente fue destruida por el juicio divino, pero la motivación de sus constructores sigue viva hasta el día de hoy. Y de la misma manera queda la gran lección de la torre fallida: los esfuerzos y trabajos que tienen como meta la proclamación de la gloria humana escenificando y fomentando la soberbia humana no están bajo la bendición de Dios y tienen que perecer finalmente porque son inútiles.
Todo el esfuerzo, la industria y la creación de puestos de trabajo que estaban relacionados con la construcción de la Torre de Babel fueron en vano y se perdieron. El proyecto no solo quedó en ruinas, sino que también aumentaron el paro y la pobreza en Babilonia. Y esto obedece a un principio fundamental relacionado con todo tipo de trabajo que jamás deberíamos olvidar: todo trabajo que no se hace para glorificar a Dios es trabajo en vano que carece de bendición y, por lo tanto, aumenta la maldición de la tierra en vez de reducirla.
En la medida en que en la política, en la economía y en las ciencias se dedique tiempo y esfuerzo a glorificar al hombre, se contribuirá a la maldición y no a la bendición del planeta Tierra. Si en alguna de las tres áreas no se tiene una actitud de humildad, modestia y reverencia al Creador, el desastre no se dejará esperar mucho tiempo. Ejemplos no nos faltan.
Vivimos en tiempos donde cada día queda más en evidencia que el desprecio hacia los mandamientos y los principios divinos, que en su momento supusieron el fundamento de una cultura floreciente y de un progreso económico y social sin par, se va incrementando. Y cuantas más medidas se tomen para remediar los problemas que esta desobediencia ha causado, más se acelerará el desastre.
La Unión Europea, que con su rechazo cínico de todo lo que tenga que ver con la fe cristiana y el Dios de la Biblia, se jacta de sus “valores” humanistas y se convierte cada día más en paradigma de ineficacia y despilfarro. Un ejército de burócratas que llevan a cabo trabajos completamente inútiles se ha convertido en ejemplo vivo de lo que significa el “torrebabelismo” en el siglo XXI. El resultado es un súper estado, un paraíso de funcionarios que se administran a sí mismos y a los demás, y que absorbe cada vez más dinero y esfuerzo para producir simplemente humo. El burocratismo que encuentra en una jungla de leyes, directrices y normas estatales la justificación de su propia existencia nos saluda todos los días desde Bruselas con más leyes, directrices y normas para recordarnos que el trabajo que nace de la soberbia no ayuda, sino que paraliza y destruye. Y llegará el momento cuando esta “torre” construida por los sacerdotes de San Burocracio caiga por su propio peso. Torres más altas se han visto caer.
[destacate]En este tipo de sistema, la soberanía divina se sustituye por la soberanía de un estado con sus propios valores.[/destacate]Apocalipsis 13:17 nos revela el objetivo de este esfuerzo en nombre de una ideología hostil al Dios Creador. En nuestros tiempos es perfectamente posible vincular una vigilancia estatal total con ciertos “beneficios sociales” para los políticamente más correctos y obedientes a través de un sistema de “crédito social”. Esta variante moderna de la Torre de Babel se verá reforzada por la introducción del dinero digital controlado por bancos centrales, y de esta forma hasta el teológicamente menos formado entenderá perfectamente lo que significa “que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”2. No deberíamos olvidarnos de un detalle: la expresión “bestia” en la Biblia queda reservada en su significado hiperbólico a una sola cosa: el poder estatal.
En este tipo de sistema, la soberanía divina se sustituye por la soberanía de un estado con sus propios “valores”, que rara vez coinciden con aquellos que nos enseña la Biblia.
Aunque es cierto que bajo bendición divina nuestro trabajo no es en vano en el Señor (1 Corintios 15:58), en una ciudad babilónica, con su correspondiente “torre”, símbolo de su religión pagana o secular, el trabajo siempre es en vano porque carece de sentido.
La buena noticia es que al final prevalecerá el Reino de Dios y de sus elegidos, porque únicamente su trabajo tiene un fundamento que perdura. Esto queda muy claro en la parábola de los dos fundamentos (Mateo 7:24-27).
La soberbia humana al final tendrá su recompensa en los términos que el profeta Abdías3 expresa en palabras dignas de ser recordadas:
Porque cercano está el día de YHWH sobre todas las naciones; como tú hiciste se hará contigo; tu recompensa volverá sobre tu cabeza.
Al fin y al cabo, la soberbia no paga buenos dividendos.
Notas
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