Seamos quienes seamos, hagamos lo que hagamos en todos los campos de misión, hagámoslo con humildad y sin ningún tipo de prepotencia.
Las trampas del orgullo. ¡Qué poco se nota, debido a estas trampas demoníacas, que los valores del Reino que nos trajo Jesús se hayan encarnado entre nosotros, los que decimos ser seguidores del Maestro! Todavía existen muchos orgullos espirituales que no podemos evitar. En la trampa del orgullo pueden caer tanto pastores, como misioneros, como los miembros de una iglesia, aunque lógicamente, cada uno con sus responsabilidades que puede agravar este pecado de orgullo espiritual. Puede haber predicadores que toman como un orgullo el subirse al púlpito y, al subirse a él, se alejan de la humildad.
Nos podemos encontrar con misioneros orgullosos de los avivamientos de sus países de origen, mientras ven en España una vivencia de la espiritualidad cristiana raquítica. Trampas del orgullo. Estas trampas impiden un trabajo evangelizador coherente desde la humildad que nos reclaman las Sagradas Escrituras.
Así, puede haber muchos coetáneos nuestros tanto en nuestras iglesias como en el mundo, que se creen los importantes, los primeros, personas que pueden decir amar a los que ven en una posición de inferioridad, pero desde un pedestal de prepotencia. Es como si hubiéramos olvidado las palabras de Jesús con esa inversión de valores que tuvo que hacer para que los valores del Reino fueran, de alguna manera, entendidos. Más difícil todavía, practicados. Recordad estas palabras de Jesús a sus discípulos: “...Sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige como el que sirve”. Lucas 27:26. Frase y valores que en muchísimos casos olvidamos y que somos incapaces de cumplir.
Muchas veces no se puede captar entre los líderes de nuestras iglesias el que se haya asumido ese “ser como el que sirve”, para aquellos que, por alguna razón, son dirigentes, líderes, orientadores espirituales de quienes ven a otros en una situación de inferioridad, una inferioridad que seguro no se da a los ojos de Dios. Quizás por eso Jesús tuvo que dejarnos uno de los más importantes y, quizás, más escandaloso de los valores del Reino: “Los últimos serán los primeros”.
Seas quien seas, seamos quienes seamos, hagamos lo que hagamos en todos los campos de misión, hagámoslo con humildad y sin ningún tipo de prepotencia, para no caer en la trampa del orgullo, del orgullo espiritual en el que caían ya los líderes religiosos del tiempo de Jesús. Parece que los tiempos no han cambiado mucho, pero trabajemos por eliminar las prepotencias.
A los misioneros que vienen a España pensando en un país pobre espiritualmente y que se ven en una eminencia no justificada, aunque hablen de que en sus países ha habido o hay grandes avivamientos, decirles que es posible que no se den cuenta que, quizás hoy, toda Europa y, quizás, todo el mundo, es un campo de misión cristiana preferente que puede necesitar una reevangelización o, si se quiere, una nueva evangelización, porque muchos de los valores del Reino, valores cristianos en general, están en el baúl de los recuerdos. Este llamamiento podría ser igual para los Estados Unidos, que para Inglaterra y otros países de la Comunidad Europea. Es duro que, a algunos de nosotros o de estos evangelizadores afectados por la trampa del orgullo, se les pueda decir las palabras del Maestro: “El que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo”.
Sabemos que muchas veces, a los primeros les cuesta asumir el concepto de siervo aplicado a su vida, pero mucho más trabajo aún cuesta el vivirlo, el asumirlo sin prepotencia alguna. Pues eso es para todos, también para aquellos miembros de las iglesias que asisten a los cultos de forma pasiva sin plantarse para nada el servicio.
Quizás, la frase de Jesús: “Los últimos serán los primeros”, estructuran de alguna manera gran parte del pensamiento del Maestro y debería estructurar gran parte del pensamiento de sus seguidores, incluso de los considerados líderes, maestros o apóstoles que también dicen que los hay. Jesús fundamenta toda su enseñanza con su ejemplo: “Yo estoy entre vosotros como el que sirve”. El servir en humildad es el mayor ejemplo de grandeza, aunque muchos no lo pueden aceptar y se escandalizan o pasan de muchas de estas enseñanzas de Jesús. Es la gran revolución de Jesús que puede escandalizar a muchos de los que dicen seguirle. Hay que mirar siempre desde los ojos de la fe todos estos valores y enseñanzas.
Contemplad también estas frases de Jesús que nos animan al servicio en humildad, evitando todo orgullo de raza, nación o toda trampa de orgullo espiritual, de pureza o casta religiosa: “Los reyes de las naciones se enseñorean sobre ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores, pero entre vosotros no será así, sino que el mayor será entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve”.
No, no. Los importantes no van a ser aquellos que por suposición de raza o país se encumbran por suposición religiosa, sino que los importantes serán los que se humillan ante los débiles dejando a un lado todo atisbo de prepotencia. Y Jesús fundamenta todo esto de una forma muy clara con su actitud personal: “Porque ejemplo os he dado”.
Así, pues, no nos encumbremos, no tengamos orgullos de raza o pueblo, no minusvaloremos al otro porque, simplemente, podemos equivocarnos. Dios es que conoce las situaciones… y el que juzga.
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