Iniquidad es esa injusticia o maldad tan arraigada que no se siente como tal. Un artículo de Jonatan Serrano.
Cuando miras a la prostitución a los ojos, te encuentras miradas nubladas, pozos oscuros de dolor, de niñas perdidas, encuentras iniquidad. Cuando hablas con una mujer que vende su cuerpo en la calle para conseguir ahorros y poder celebrar a lo grande el bautizo de su hija recién nacida, te enfrentas al sinsentido, cuando te saluda una señora de más de 60 años que se prostituye en la calle junto a sus hijas y nueras, eso es perversión, miedo da pensar en el camino “profesional” que se abrirá ante sus nietas que están creciendo rápido en su país de origen, cuidadas por abuelos y padres que participan complacientes de ese macabro modus vivendi. Cuando te abren su corazón y dan gracias a Dios porque dicen que él las cuida y las ha sacado de más de un apuro, violación o intento de asesinato, te quedas sin palabras. Cuando te argumentan que hacen la calle para comprarles una PlayStation o un ordenador a sus varios hijos abandonados al cuidado de abuelas a miles de kilómetros, descubrirás que tus intentos de transmitirles que la educación es otra cosa se verán tristemente frustrados, y tal vez esa palabra extraña, iniquidad, pueda explicar todo ese embrollo de perversión, sinsentido, injusticia y dolor, mezclado con mentiras, opresión, explotación, e impiedad.
Se puede definir la iniquidad como gran maldad, injusticia o impiedad. El término ha quedado relegado a la teología pues aparece en la biblia con frecuencia y se traduce del hebreo awon, que señala al pecado con énfasis en su depravación, perversión, injusticia grande, causa de especial culpabilidad frente a Dios.
En Éxodo 34:7 la palabra nos revela que Dios perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado. Dios diferencia estos tres términos porque son conceptos diferentes y es necesario examinar nuestra afectación personal y familiar en cada uno de ellos. Pecado es errar, incumplir una ley o norma divina, se entiende fácil. La rebelión implica apartarse de una autoridad justa, va más allá del simple pecado. La iniquidad es el nivel de perversión en el que la norma o la justicia quedaron tan lejos que son del todo desconocidas, al punto que se transmiten a la siguiente generación con toda naturalidad, como vemos en mucha de la prostitución que podemos llamar “familiar”, donde una mujer vende su cuerpo y a eso le llama trabajo, y cree hacerlo para darle lo “necesario” a sus hijos, con la complicidad y beneplácito del marido y todo el clan familiar.
Iniquidad es esa injusticia o maldad tan arraigada que no se siente como tal. Tampoco ayuda que haya clientes encantados con el sistema y deseosos de que las hijas de sus meretrices alcancen pronto la adolescencia para poder degustar la frescura de las nuevas remesas. Y mientras hablas con ellas en la calle, puedes ver pasar la policía por delante manteniendo el orden, y continúa la normalidad de ese oscuro negocio, y los ciudadanos, familias, políticos y la sociedad que mira de reojo, la mayoría sin mover ficha.
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[photo_footer]Orando por una mujer prostituida en Barcelona. Proyecto Luz y Vida, de Esclavitud XXI./ Jonatan Serrano[/photo_footer]
Iniquidad es un término en desuso que tal vez explique esa desconcertante impiedad e injusticia de niños que nacen en un sistema tan perverso que se olvidó de todo lo bueno, lo natural, la belleza de la familia, el verdadero cuidado de los hijos y sus necesidades emocionales, el respeto del hombre hacia la mujer, y de la mujer hacia sí misma, el valor de la sexualidad vivida en libertad, con respeto, igualdad, sin insultos, abusos o violaciones, con dignidad. Tal vez sea esa dignidad lo que se perdió por el camino y se fue retorciendo hasta llegar al oscuro feudo de la iniquidad.
Pero no nos dejaremos vencer por tanta oscuridad, seguiremos luchando con armas de amor por enderezar lo torcido y llevar luz y esperanza a hombres confundidos, mujeres engañadas, manipuladas, perdidas, vendidas, a cada niña y niño traficado al que se le intente robar la dignidad, nuestra misión es llevar el evangelio de luz a las familias de la tierra perdidas en oscuridad, para romper los patrones de maldad ante Cristo, quien cargó con nuestras maldiciones, enfermedades, dolor, transgresiones, pecados e iniquidades para darnos vida por su Espíritu y entrada al reino de los cielos.
Jonatan Serrano es presidente de Esclavitud XXI y responsable de “Luz y Vida”, proyecto de calle contra la trata y prostitución en Barcelona.
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