Frase clave: No le conocieron hasta que tomó el pan y lo fraccionó. La fracción del pan operó como desvelamiento de Dios, como muestra de su Hijo, Jesús. Sin la fracción del pan no le hubieran conocido. Claro que muchos querrán ver en esto un acto litúrgico -aunque el contexto sea el paseo por el camino de Emaús- que nos lleve a contemplar la última cena, la santa cena o el acto de tomar la comunión en recuerdo de Cristo, pero
yo pienso que se puede ver algo más: a Cristo también se le muestra, y la gente lo reconoce, cuando compartimos nuestro pan, cuando hacemos mesa común, cuando redistribuimos justamente. En el compartir el pan, en la fracción del pan que, en el camino de Emaús, no está en el contexto de la última cena que hemos convertido en un acto litúrgico, la gente puede vislumbrar a Jesús, sus ojos pueden ser abiertos para que le reconozcan.
Es verdad que una auténtica evangelización no se da hasta que no es proclamado el nombre de Jesús, hasta que no es anunciado con la palabra la vida y obra de ese Jesús, hasta que no compartimos los valores del Reino, valores transformadores de la realidad injusta y opresora, pero yo creo que también es verdad que no hay una auténtica evangelización hasta que el nombre de Jesús no se anuncie solidariamente y se comparta el pan con los pobres del mundo, que hoy son legión, y no demos la espalda al grito de dolor de los pobres, de los hambrientos, de los niños que mueren de hambre, de los que viven en la infraalimentación y ni siquiera tienen acceso al agua potable.
La evangelización tiene que ser sensible a las desigualdades, a las injusticias que roban la dignidad de los prójimos a los que debemos evangelizar, no debemos compartir solamente tiempo, palabra y vida, sino que a Jesús lo van a conocer muchos en la fracción del pan, como les ocurrió a los discípulos de Emaús.
¿Qué significa para el mundo pobre, muchos de los cuales están dentro de nuestras fronteras y al lado de nuestras puertas, la frase de la oración modelo de Jesús:
“el pan nuestro de cada día dánoslo hoy”?
Para nosotros en el mundo rico, preñado de ahítos, a veces no significa mucho. Sólo los pobres del mundo pueden contemplar a Dios en la llegada del pan.
A la evangelización que no se preocupa del pan de los pobres, le es muy difícil mostrar al auténtico Dios, al Jesús preocupado por los pobres del mundo. Jesús queda velado y la gente no puede conocerle.
En muchos casos, la revelación de Jesús, necesita de la fracción común del pan, de la mesa solidaria, de la preocupación por la justicia redistributiva. Si el cristianismo marchara por estas líneas de una forma intensa y responsable, mostraríamos con mucha más efectividad a Jesús que también es el pan de vida.
Una auténtica evangelización necesita tanto de la Palabra como de los hechos, de los actos comprometidos, de compartir la vida y el pan. La evangelización necesita de la unidad de la palabra y de la acción solidaria y comprometida que también lleva el pan dignificador y rehabilitador de los hambrientos, pobres y sufrientes del mundo.
Palabra y acción, proclamación y la fracción del pan en la mesa común, se apoyan mutuamente cuando son realizados por el hombre de fe. Son parte del proceso evangelizador. Así, ambas, palabra y acción, deben darse a lo largo de todo el proceso evangelístico. La palabra nos revela el sentido de nuestras acciones y la acción fundamenta, da coherencia a lo que compartimos a través de la palabra. Ambas se apoyan y se necesitan mutuamente.
Muchas veces hablamos, comunicamos la Palabra a muchos que van con nosotros a lo largo del camino, pero quizás oyen y no comprenden el sentido rehabilitador, salvador y liberador del Evangelio. Les es difícil prestar escucha por la falta de coherencia de los comunicadores. Es demasiado teórico y desarraigado de la realidad en la que estamos inmersos.
Muchos actos evangelísticos y muchas campañas más o menos profesionalizadas, campañas en las que, a veces, se invierten ingentes sumas económicas, caen en ocasiones como nieve fría en los corazones de los que oyen. La escucha cálida que puede transformar la vida de los hombres, necesita también de la fracción solidaria del pan, el pan que, en justicia, corresponde a todos.
La fracción del pan en la evangelización, puede abrir los ojos de los pueblos y Jesús se les puede mostrar en toda su realidad. Los ojos de las gentes pueden ser abiertos y muchos podrán reconocerlo como les ocurrió a los discípulos de Emaús.
El mensaje bíblico es: Tened compasión de las multitudes, dadles vosotros de comer -como dijo Jesús en la multiplicación de los panes y los peces-. Quizás los ojos de muchos serán abiertos para reconocer y contemplar al Dios de la vida y la evangelización avanzará con éxito por todos los confines del mundo. El Evangelio habrá sido predicado de forma integral.
Si quieres comentar o