Sistemas políticos, los pobres y Dios

¡Qué curioso! Muchos políticos a lo largo de la historia, sean faraones, reyes, emperadores o presidentes de los gobiernos más importantes de la tierra, han tenido la tendencia de querer tener poderes absolutos y han recurrido a querer abrazar algo de la divinidad. Han querido tener a Dios como su valedor. Así han avalado en muchos casos sus totalitarismos, sus sistemas económicos injustos, sus guerras y conquistas. En el día de hoy también puede haber políticos, presidentes o jefes de gobierno a los que, en cierta manera, se les considera representantes de Dios en la tierra y muchos fieles cristianos le siguen a pesar de sus errores.

El gran error de la historia de la humanidad es que se ha creído que Dios está al lado de los poderosos de los distintos sistemas políticos o focos de poder humano. Sin embargo, el gran contraste es que nuestro Dios se muestra como valedor de los pobres, de los oprimidos, de los abusados e injustamente tratados. ¡Qué paradoja! ¡Qué forma de mal usar la imagen de Dios que no se deja usar por los caprichos o las prepotencias del hombre, ya sea político, religioso o de los enriquecidos de la tierra!

Un Dios identificado con los pobres y el sufrimiento humano, que ha querido ser manipulado por mandatarios y líderes como si ellos mismos, en sus ansias de poder y manejo de las claves de la historia, quisieran encarnar las características de ese Dios al cual adoramos. ¡Cuantos contrastes, cuántos falsos usos de la imagen de Dios, cuántos errores en la apreciación de lo que Dios es, de sus prioridades y de sus características y orientaciones!

Hay muchos antagonismos entre la forma en que se comportan líderes y sistemas políticos frente a las características de un Dios que se pone al lado de los débiles, de los vencidos, de los maltratados del sistema, los marginados por los sistemas económicos que, para muchos, son los que muestran la bendición de Dios. ¡Tantos años de la venida de Jesús que nos muestra al Padre y aún el mundo no conoce al Dios de la Biblia, al Todopoderoso, un Dios que clama contra opresores, acumuladores e injustos! ¡Cuántos antagonismos, cuántos contrastes, cuántas paradojas! A Dios no se le puede encerrar en ningún sistema político. Nunca Dios se va a identificar con la forma e ideología de ningún sistema político.

[destacate]Dios nunca se pondrá del lado de los sistemas económicos injustos ni de los dirigentes políticos prepotentes.[/destacate]Los errores que surgen en torno a ciertas estructuras económicas o ciertos sistemas políticos de líderes que parecen jefes religiosos, es que se tiende a pensar que lo que guardan y acumulan es una bendición de Dios. Bíblicamente no es así, porque Dios es el Dios de la justicia y de la misericordia, de la igualdad entre los hombres que deben participar de los bienes del planeta tierra para vivir con dignidad. Por eso es un Dios que, independientemente de los manejos políticos o económicos, es un Dios que condena toda acumulación desmedida de bienes, la necedad de los que llenan sus graneros para guardar insolidariamente. 

El precio del progreso nunca puede ser un sobrante humano que se mueve en la hambruna o, más grave aún, en el seno de los hambrientos de la tierra, para que unas minorías vivan en la abundancia de bienes y servicios. El Dios de la Biblia es una condena de todo esto, un contraste aterrador que no han recogido con toda su fuerza los creyentes, haciendo y practicando un Evangelio light. Dios nunca se pondrá de lado de los sistemas económicos injustos ni de los dirigentes políticos prepotentes que quieren usar su imagen para medrar económicamente y en las luchas de poder. 

El sistema mundo podrá mirar a los ricos como algo prestigioso, a los políticos como si fueran representantes de Dios en la tierra, a los triunfadores que suben en la escalada social a costa del dolor del prójimo, pero Dios nunca estará ahí. Los primeros lugares de los banquetes del Reino, bíblicamente, está reservado a los pobres de la tierra, a los injustamente tratados, a los oprimidos, a ese sobrante humano privado de dignidad. Los sistemas políticos y muchos gobernantes de la tierra no están al lado de los pobres y de los marginados de la historia, pero Dios sí. De ahí el gran contraste entre el Dios verdadero y muchos de los sistemas políticos humanos. Muchos que viven en el derroche consumista de este mundo, en el uso de múltiples servicios de todo tipo, mientras medio mundo está en pobreza y con unos mil millones de hambrientos. Esto son contravalores bíblicos con los que el Dios de la Biblia no se puede identificar de ninguna manera. 

Así, en ningún caso, se puede cumplir el plan de Dios para el mundo. Se necesitan nuevos valores, y parece mentira que esos nuevos valores sean los que irrumpen en nuestra historia con la venida de Jesús, los valores del Reino que conocemos los cristianos, pero que hemos sido incapaces de expandir por el mundo después de más de dos mil años. Nosotros, los cristianos, conocemos esos valores que son contracultura con los valores injustos y marginantes del mundo. Tenemos que ejercer nuestra responsabilidad, nuestra voz y nuestra acción como seguidores del Maestro.