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‘Dominio’, o cuando la levadura leuda la masa

Todo reside en el hecho de un Dios crucificado, que Aquel que recibió el castigo reservado para los peores criminales, la crucifixión, sea Dios mismo.

ATISBOS TEOLóGICOS AUTOR 765/Jose_Moreno_Berrocal 24 DE MAYO DE 2021 16:30 h
Foto de [link]Ricardo Gómez Ángel[/link] en Unsplash CC.

Uno de los libros más interesantes que he leído recientemente es Dominio. Su autor, Tom Holland, es un reputado historiador que estudió en el Queen's College de Cambridge, donde se graduó con las mayores distinciones. Nacido cerca de Oxford, Holland tiene también la extraordinaria habilidad de enseñar la Historia de una manera sumamente entretenida. Su obra es tan accesible como la de historiadores de la talla de Diarmaid MacCulloch, Lindberg Carter, o José Luis Villacañas entre nosotros. Pero lo que hace singularmente atractivo este último trabajo suyo es la tesis que sustenta y demuestra de una manera brillante y concluyente: el hecho de que la fe cristiana ha moldeado decisivamente nuestro mundo. Algo de lo que muchos cristianos y no cristianos no son conscientes. Holland, que tiene, en parte, un trasfondo anglicano, sostiene que algunos de los que impugnan la fe cristiana en nuestros días, lo hacen sin darse cuenta de que asumen en sus argumentos presupuestos cristianos. En la presentación del libro en castellano podemos leer: “La fascinante historia de cómo la revolución cristiana cambió el mundo. El cristianismo es el legado más influyente y duradero de la Antigüedad, y su surgimiento constituye la revolución más radical que ha conocido la historia de Occidente. El impacto de la religión cristiana ha dejado huella en todos los campos del desarrollo humano”.



Ahora bien, cuando en nuestros días pensamos en la herencia del cristianismo en nuestro mundo, muchos solo recuerdan los aspectos siniestros de la llamada Cristiandad. Fenómenos como las cruzadas, la Inquisición, o, más recientemente, el apartheid en Sudáfrica, o el racismo en América, y otras muchas injusticias perpetradas en el nombre de, e incluso bajo el paraguas de, la fe cristiana. Estaríamos, pues, ante un legado que el mismo Holland califica de “paradójico”, una “sociedad perseguidora”, durante mucho tiempo, y en múltiples lugares.



Pero, el problema, sostiene Holland, no lo alberga la fe cristiana misma, sino que reside en la indisposición de los mismos cristianos, en tantas ocasiones, para vivir a la altura de su propias convicciones bíblicas. Ahora bien, acontecimientos como la Reforma Protestante del siglo XVI ponen de manifiesto la capacidad de la fe cristiana para renovarse conforme a la enseñanza de la Palabra de Dios. Curiosamente, fue ese cristianismo reformado en el siglo XVI conforme al modelo más antiguo y de mayor prestigio, la Biblia, el que dio el impulso decisivo para que este mundo avanzase en campos como la libertad de conciencia y de expresión, la dignidad del trabajo, la igualdad del hombre y la mujer, la protección social, la educación universal, libre y gratuita, la separación Iglesia-Estado, el desarrollo de la ciencia moderna, o la abolición de la esclavitud por citar algunos temas. Los cristianos han errado y siguen haciéndolo en nuestros días, pero la Biblia misma es la primera que denuncia y corrige el pecado, como se puede comprobar fácilmente en los profetas veterotestamentarios o en el ministerio de Juan el Bautista, o en el mismo Señor Jesucristo y sus parientes, como se puede ver en los evangelios, y en las epístolas de sus hermanos Santiago y Judas. 



Pero, quisiera incidir en el hecho de que el libro de Holland, no solo llama la atención sobre esa influencia histórica de la fe cristiana en la conformación de una forma de ver el mundo que cristalizó, por ejemplo, en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948, sino en el hecho de que Holland asimismo resalta los aspectos más positivos de la impronta cristiana de en nuestro mundo actual. Incluso, que la misma va mucho más allá de lo que algunos podían imaginar. Holland lo ve en actitudes como por ejemplo la de Ángela Merkel en Alemania ante la crisis de los refugiados procedentes de Siria e, incluso, en los valores que impulsan campañas como el #MeToo. Puede que estas, y algunas otras pruebas que aduce, resulten polémicas, e incluso rechazables para algunos. Pero lo que no se puede negar es que su investigación es muy rigurosa y da que pensar. 



Pero ¿cómo podemos entender la tesis de Holland? O mejor aún, ¿cómo la explica el mismo Holland? De entrada, hemos de tomar conciencia del hecho de que los que vivimos hoy, 2000 años después de la venida de Jesús, tenemos una enorme ventaja. Podemos contemplar un dilatado pasado histórico y sacar conclusiones. Esto es a lo que nos invita Holland en su libro. Pero la propuesta de Holland podría rastrearse, por ejemplo, en una de esas inolvidables enseñanzas de Jesucristo, concretamente lo que conocemos como la parábola de la levadura: “Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (Mateo 13:33). Si entendemos las parábolas del Reino de los Cielos en Mateo 13, y en concreto la de la levadura, como anticipo de la operación eficaz de la Palabra de Cristo, entonces lo que Holland sostiene es que la Historia demostraría que el mundo ha sido ya parcialmente leudado por el mensaje de Cristo.



Pero, es interesante la manera en la que Tom Holland nos invita a contemplar ese influjo cristiano y el origen del mismo. Y es que, básicamente lo que nuestro historiador viene a decirnos es que es en el contraste donde está la demostración más palpable de su posición. Por ello, la enorme importancia de investigar la Historia. Holland mismo, curiosamente, es un ejemplo de la necesidad de indagar en la Historia. En 2016, en un artículo publicado en el New Statement, declaró que “había venido a darse cuenta de que estaba equivocado al pensar que sus valores occidentales se derivaban de Grecia y de Roma y que no debían nada al Cristianismo”. En Dominio cuenta cómo, escribiendo acerca de los espartanos y de los romanos, cayó en la cuenta de que no compartía nada con aquellas gentes exquisitamente depredadoras y sin apenas consideración alguna por los más pobres y los débiles. Su riguroso análisis le llevó a concluir que ya no podía admirarlos como lo hizo de niño. 



Por cierto, la película 300 del año 2006, dirigida por Zack Snyder, incide en ese aspecto oscuro y menos conocido de la civilización espartana. Holland afirma que estamos anestesiados y no somos capaces de ver que la fe cristiana era perturbadora y subversiva. Pero, la pregunta es ¿en que sentido? Para mí lo más interesante es plantearse donde situar exactamente el poder de la fe cristiana para moldear el mundo, hasta el punto de que no somos capaces de discernir su influencia detrás de tantas cosas que damos por hechas hoy. La respuesta que proporciona Holland es inesperada. Lo curioso es que todo parte de una cruz. Todo reside en el hecho de un Dios crucificado, que Aquel que recibió el castigo reservado para los peores criminales, la crucifixión, sea Dios mismo. Holland muestra la extraña  inversión de ideas que introdujo ese acontecimiento. Esto dice Holland: “La divinidad, entonces, estaba reservada para los más grandes de los grandes: para los victoriosos y los héroes, y los reyes. Su poder se medía por su capacidad para torturar a sus enemigos, no para ser ellos torturados … que un hombre que había sido el mismo crucificado pudiera ser aclamado como un dios no podía sino ser visto por todos a lo largo y ancho del mundo de Roma como algo escandaloso, obsceno y grotesco”. Pero esto es justamente lo que enseñó Pablo en Corinto, tal y como aparece en un texto como 1ª Corintios 1:23: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura”.



Como dice Gordon Fee: “Puede tenerse un Mesías o puede tenerse una crucifixión; pero no pueden tenerse las dos cosas; por lo menos no desde la perspectiva del modo puramente humano de ver todas las cosas. Mesías implicaba poder, esplendor, triunfo; crucifixión implicaba debilidad, humillación, derrota. No es de extrañar que tanto judíos como gentiles se escandalizaran por el mensaje cristiano”. Holland demuestra cómo la deidad del crucificado trajo una inversión de los valores de este mundo. Una nueva concepción del bien y del mal que se basa en lo que Dios ha mostrado de sí mismo al venir a este mundo en forma de siervo, humillándose hasta el punto de morir en una cruz. Una nueva y extraña manera de concebir la grandeza: “Yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lucas 22:27). De este modo, se puede, en parte, apreciar el advenimiento del Reino de los Cielos, tal y como se enseña en la parábola de la levadura que leuda la masa. La eficacia del Reino de Dios para introducir valores antitéticos a los de este mundo caído en el pecado. Y la intensidad con la que han impregnado nuestra civilización. Pero, sobre todo, debemos observar cuidadosamente lo que destaca Holland en su sobresaliente estudio histórico: a saber, que todo surgió de Cristo y de este crucificado. Lo que nuestro querido José Grau Balcells, siempre decía: que “el Reino vino por la cruz”. Un reino que se manifiesta ahora por ese mismo mensaje de la cruz.



[destacate]La cruz es, sobre todo, el único hecho por el que Dios ha decidido salvar al mundo.[/destacate]Pero no haríamos plena justicia al mensaje de la cruz si tan solo lo concebimos como un elemento transformador de muchas de las actitudes y formas de actuar en el mundo. Incluso es relevante matizar que no todo lo que es beneficioso es directamente aplicable a la influencia del evangelio mismo. Vemos, asimismo, en los seres humanos la obra de la conciencia y de la ley natural escrita en el corazón de todo ser humano. Por ello, la cruz es, sobre todo, el único hecho por el que Dios ha decidido salvar al mundo: “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación … Cristo crucificado ... el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.” Este es, sin duda alguna el inesperado testimonio al que nos conduce un libro como Dominio. Cómo desde una cruz, “el púlpito del amor de Dios”, como dijo Agustín de Hipona, podemos contemplar el paradójico e insólito dominio del Reino de los Cielos (Daniel 2:34,35,44). Holland nos permite vislumbrar el efecto revolucionario de la palabra profética más segura en la Historia, la palabra de la cruz, “para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:23). 



Pero, lo crucial es plantearnos si somos algo más que meros espectadores de ese Reino. La pregunta no es solo si te percatas o aprecias  los indudables efectos beneficiosos de la fe cristiana en este mundo. El gran interrogante que debes contestar es: ¿he entrado en el Reino de los Cielos? Recuerda que solo hay un camino para hacerlo. Es por la confianza en Aquel que fue levantado en una cruz para el perdón de nuestros pecados. Recibe al crucificado y ¡entra en su Reino!


 

 


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