Respondo a la frecuente acusación de que existe una actitud hipócrita de los cristianos en su defensa de la vida del “no nacido”, que no mantienen ante la vida del “ya nacido”.
Lo que nadie niega es que tras el eufemismo de la "interrupción voluntaria del embarazo" hay siempre una tragedia, una mujer que sufre y el hecho de haber negado la existencia a un ser humano. No hay alegría, sino todo lo contrario ante esta terrible situación que se piense lo que se piense, no debe banalizarse.
Ante esto, inicié esta serie razonando que el embrión es un ser humano con argumentos científicos y bíblicos.
En el presente artículo respondo a la frecuente idea -o acusación- de que existe una actitud hipócrita por parte de los cristianos en su defensa de la vida del “no nacido”, mientras que no mantienen (no mantenemos) esta misma dinámica ante la vida del “ya nacido”; como si lo único que interesase al creyente es el debate ético en torno a la vida humana sólo por ideología religiosa y centrado exclusivamente en el “no nacido” y el aborto.
No voy a decir que la presencia de los cristianos en la vida pública en defensa de la vida de su prójimo (próximo) no pueda y necesite mejorar. Ante la pobreza, los sintecho, el abandono de los desfavorecidos, la falta de asistencia sanitaria básica, la desnutrición, personas con discapacidad, el abuso hacia la mujer (violaciones, trata de personas); los niños abandonados, soldados y esclavos; la tragedia de la inmigración, el racismo, la violencia intrafamiliar y en especial contra la mujer, las drogodependencias, y otros tantos graves problemas.
Pero sí puedo afirmar con rotundidad tres cosas.
1.- Una, que hay una enorme obra social cristiana de ayuda en todas las áreas mencionadas. Inmensa si tenemos en cuenta que no sólo hablamos de multitud de ONGs de inspiración cristiana o labor misionera (que existen muchas), sino que en general la gran mayoría de las iglesias locales (por no decir su casi totalidad) luchan de una manera u otra contra estas lacras sociales. Y a esto se debe añadir que es muy frecuente que los cristianos, de una forma u otra, estén apoyando la labor de entidades no cristianas.
Sin duda mejorable. Sin duda con falta de sensibilización o concienciación mayor en algunas de ellas. Pero -también sin duda- los cristianos son uno de los colectivos sociales más involucrados en ayudar a su prójimo si lo comparamos con otros muchos.
Hay excepciones, pero no es la regla. Es insuficiente, pero ni mucho menos inexistente.
2.- El segundo aspecto es que en el mundo actual hay multitud de voces, sectores políticos y movimientos sociales que se manifiestan y trabajan en estos aspectos mencionados y dignos de apoyo en favor de la vida humana del ya nacido. A menudo entretejidas en complejas situaciones legales y políticas que dificultan esta actividad, cuánto más del creyente y/o la iglesia.
De forma que la voz del creyente, de la iglesia, es una más (pequeña) dentro de un coro de otras muchas. Incluso a menudo forma parte de este coro de voces y manos, sin que se pueda identificar su fe: por ejemplo, en la lucha contra la trata o en el apadrinamiento de niños.
Esto no quita que sea deseable que la voz, el clamor y la labor por estas lacras esté presente; y de hecho está. Pero simplemente (y me consta) también ocurre que los medios de comunicación generalmente no dan difusión a esta voz y trabajo social cristiano, mientras que sí la dan a los posicionamientos de los cristianos en los temas polémicos como el aborto. Es decir, los medios favorecen una idea distorsionada de desinterés en estas áreas por parte de los cristianos y de las iglesias.
3.- Por último, unido a estos dos factores mencionados, en la sociedad actual casi no hay voces que se manifiestan en favor de la vida del no nacido salvo la de los creyentes. Esto hace que se vuelque más dinamismo en esta tarea. La única salvaguarda que tiene el ser humano no nacido, indefenso y silenciado, es la del pueblo cristiano que lucha por su vida y su derecho a nacer.
Esto produce una convicción real al cristiano de ser el último reducto que si es vencido llevará a una devastación aún mayor de muchos miles de seres humanos que nunca llegarán a nacer. Una imagen que ilustra esta situación es la secularizada Islandia, donde lloraron y pusieron una placa por la muerte de un iceberg (algo que lamentamos todos); mientras que como contraste en este país no nace ningún niño con Síndrome de Down porque son sistemáticamente abortados. Ninguna placa recuerda sus muertes y ausencia.
Así pues, la “hipocresía de los cristianos” es a mi entender una fórmula demagógica de intentar silenciar y desprestigiar al único colectivo que por conciencia, por encima de presiones e intereses, mantiene una defensa de la vida del ser humano aún no nacido.
En el siguiente artículo trataré la otra cara de la moneda: la “hipocresía social” ante el aborto.
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