El tweet de Dios sobre la caída por la mujer extraña

Los casos de personajes públicos que han estado y están envueltos en escándalos sexuales no hacen sino crecer con el paso del tiempo. Potentados, gobernantes, deportistas, empresarios o artistas, entre otros, llenan una lista en la que, junto con el nombre, el honor ha quedado fatalmente trastocado. Algunas películas se han inspirado precisamente en hecho reales, porque el argumento ya estaba servido en bandeja por la facilidad que los protagonistas, muy a pesar suyo, habían dado para que el guionista no tuviera que devanarse los sesos pensando en una trama atrayente y cautivadora. Era tal el escándalo en el plató de la vida personal que solo fue necesario trasladarlo, mediante actores, al plató cinematográfico. Todo venía ya privadamente rodado de antemano, aunque sin cámaras, por lo que sólo faltaba que las cámaras lo rodaran públicamente.

Cuando la fama y la popularidad son notables, es notable también la dimensión que pueden tomar las consecuencias de los hechos, hasta el punto de socavar los cimientos de instituciones, comprometer proyectos de convivencia y hasta amenazar la estabilidad de toda una generación. Y es que ser un referente obliga a mucho, a más que meramente disfrutar de prestigio y celebridad. Porque aunque este mundo se burla de la moral y reniega de ella, llegado el momento es implacable para con aquél que, arrullado y mecido por los cantos de sirena de ese mismo mundo, queda convicto de culpa por transgredir la moral. Y así es como el propio mundo que, por un lado, fomenta lo soez, por otro lado no eximirá de condena a quien se enreda en lo soez. Es la terrible y traicionera paga que proporciona el socio de correrías al colega caído.

El caso del rey Juan Carlos es un doloroso y evidente ejemplo de cómo el desvarío con mujeres puede acabar en naufragio y no sólo personal. El hombre por el que muchos no daban un céntimo cuando subió al trono y que tuvo que sortear dificilísimos escollos de todo tipo, superando duras pruebas, conteniendo a enemigos a los que les hubiera gustado verlo caer, que logró amplio reconocimiento internacional y llevó a la nación hasta cotas de prosperidad nunca alcanzadas, es el mismo hombre que sucumbió en el lecho ajeno, tirando por la borda un inmenso capital y poniendo en peligro la continuidad de su dinastía. Al perder la cabeza por su extravío, perdió también lo que tanto esfuerzo le había costado conseguir y la reputación obtenida durante años se evaporó como por ensalmo, agregándose a la larga lista de varones que, por causa de las mujeres, han quedado humillados. Ahora está en manos de la que un día fue su querida, la cual no escatima oportunidad para airear toda suerte de enredos, hurgando en la herida.

Pero aunque los casos sonados son los prominentes, no significa que únicamente a los grandes les puede acontecer algo así. Si bien nunca saldrán en la televisión ni en los periódicos, los ejemplos de hombres desconocidos, que han caído en la infidelidad, componen un inmenso cortejo que acompaña a aquéllos en la deshonra y sus destructoras consecuencias. Porque, a fin de cuentas, los famosos y los anónimos están hechos de la misma fibra y las asechanzas que les rodean son similares a unos y a otros.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Fosa profunda es la boca de la mujer extraña; aquel contra el cual el Señor estuviere airado caerá en ella.’ (Proverbios 22:14). La expresión ‘mujer extraña’ y su paralela ‘mujer ajena’ aparecen en diversas ocasiones en el libro de Proverbios, constituyendo referencias cuyo significado oscila entre la adúltera y la ramera, pero en ambos casos siendo un peligro mortal.

A la boca de esa clase de mujer se le denomina ‘fosa profunda’, es decir un hondo hoyo en el que quien cae ya no sale. La mención a la boca puede tener dos significados, uno de matiz sexual, porque en la boca están los labios, y el otro de tono oral, porque la boca es el órgano que emite las palabras. Los labios son el poderoso imán seductor y las palabras el sugerente discurso envolvente. En cualquiera de ambos casos la amonestación es pertinente, pues ya sea en el aspecto carnal o en el verbal, la boca de la mujer extraña devora al varón.

Pero para que nadie piense que la responsabilidad toda está en esa clase de mujer, el texto añade que ‘aquel contra el cual el Señor estuviere airado caerá en ella’. Como la indignación de Dios no es algo caprichoso sino que está basada en su justicia, se sigue que la caída ante una mujer así no es más que la consecuencia de previas y continuadas transgresiones, que han ocasionado el enojo de Dios, quien acaba permitiendo que se produzca el derrumbe. Es decir, lejos de ser una víctima inocente, el atolondrado varón ha forjado su propia ruina con sus mismas manos, de lo cual Dios es ejecutor.

Hasta el día de hoy la astuta Dalila sigue ejerciendo, porque un insensato Sansón le facilita el trabajo. Escarmentar en cabeza ajena es de sabios.