El tweet de Dios sobre las heridas y los besos

Que por naturaleza nos gusta lo agradable y evitamos lo desagradable es evidente. ¿Quién, en su sano juicio, va a preferir lo segundo a lo primero? Además, el hecho de vivir en un mundo que ensalza lo primero y rehúye lo segundo, reafirma todavía más lo que ya de por sí percibimos sin necesidad de estímulos externos, porque si hay algo hoy acariciado y encumbrado es lo que gratifica y complace. Por eso se buscan las maneras de obtenerlo y las compañías que lo proporcionan. Y si me veo en alguna incómoda contienda, es mi amigo quien me da la razón (aunque yo no la tenga) y no es mi amigo el que me la quita (aunque al hacerlo él la tenga). De ese modo, la noción de amistad y enemistad  está condicionada por el bien o mal inmediato que recibo.

Sin embargo, tal noción es muy engañosa, pues lo que cuenta no es el bien o mal inmediato sino el último o final, porque pudiera suceder que detrás del bien inmediato hubiera un mal último y viceversa, que detrás del mal inmediato hubiera un bien último y, por consiguiente, que el que parece ser mi amigo en realidad es mi enemigo y quien parece mi enemigo en realidad es mi amigo, porque el que en este instante me hace bien, va a terminar haciéndome daño y el que ahora me hace daño, terminará haciéndome bien. 

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece.’ (Proverbios 27:6). ¿El que ama puede herir? En principio no, porque amor y daño parecen incompatibles. Sin embargo, el tweet no sólo niega que sean incompatibles sino que afirma que son perfectamente compatibles. De hecho, una de las pruebas del verdadero amor es la herida. Ahora bien, hay que distinguir entre herida y herida. La herida infligida por crueldad es herida por partida doble, lo mismo que la provocada con mala intención, por el placer de hacer daño, por odio o resentimiento. Ésa es una herida producida por quien no me ama y quiere mi destrucción. Pero ésa no es la clase de herida a la que el texto se refiere. La herida referida es similar a la que el cirujano tiene que efectuar en el enfermo, si va a haber curación. Un cirujano no es un verdugo. La herida del verdugo es terrible, pero la del cirujano es curativa. Así es la herida producida por el que ama.

Si en el caso de un peligro mortal que demanda una urgente reacción, el amigo, que ve la amenaza, se callara para no perturbar a su amigo ¿sería ese silencio considerado un favor? ¿No es más bien una señal de desamor? Si el padre, que constata la patente desviación de su hijo, calla ante tal extravío ¿le manifiesta amor por no incomodarlo? Pero si en estos casos la llamada de atención y la reprensión se efectúan, aunque momentáneamente produzcan perjuicio, serán pruebas de amor. Hay, pues, heridas del que ama y las tales son fieles, dice el tweet. Porque surgen de una motivación fiel y tienden a un fin fiel.

El beso es el gesto por excelencia de cariño, pero si el gesto no está respaldado por el corazón, puede ser un disimulo para ocultar una oscura realidad. El beso se convierte en una mera formalidad, que cubre la frialdad, o incluso en un ardid, que esconde el rencor. La segunda parte del tweet se refiere a esa clase de beso. La traducción de esa segunda parte ‘pero importunos los besos del que aborrece’ guarda el contraste con la primera de ‘fieles son las heridas del que ama’. Pero una traducción más ajustada de la segunda parte sería ‘pero abundantes los besos del que aborrece’. Es decir, el que aborrece necesita en su simulación efectuar un alarde de besos, en una profusión desmesurada, para procurar hacer creer que en realidad ama, cuando la verdad es que odia. La misma exageración externa de los besos, ya es indicio de que se trata de un artificial montaje.

Pero en su trato con los suyos, Dios no hace alarde de besos fingidos y las heridas que Dios les inflige ahora, son con el objetivo de que no sufran después un daño irreparable e inconmensurable. La herida de Dios es como la que efectúa el podador al árbol, no para destruirlo sino para sanearlo, a fin de que crezca fuerte. El corte de la poda es imprescindible, si va a haber vigor y rejuvenecimiento. Es una mutilación y una agresión, pero sin ella el árbol está destinado a la extinción.

La Palabra de Dios es más cortante que espada de dos filos, por lo que no tiene sustituto alguno. Todas las demás palabras son romas, mera palabrería, ostentación de engañosos besos, de mensajes lisonjeros y fáciles de digerir, que parecen buscar nuestro bien, aunque en realidad son cebos para atraparnos y promesas pensadas para embaucarnos, adormecernos y perdernos.

La espada aguda que Cristo tiene en su boca (Apocalipsis 1:16; 19:15) hiere, en unos casos terapéuticamente y en otros mortalmente. A los que hiere mortalmente son a los que se obstinaron en no dejarse herir para ser curados. Quiero ser de aquellos a los que esa espada hiere, dolorosamente, para curar. Por eso quiero que me reprenda y me hable fuerte, dado que necesito ser corregido y disciplinado enérgicamente, aunque me duela.