Jon Sobrino ha tenido tiempo en los últimos años de dar respuesta a Roma, pero una respuesta que no se ha considerado satisfactoria. Roma sigue diciendo que el jesuita Sobrino se equivoca. Y puede ser verdad: los hombres todos nos equivocamos. Es por eso que los evangélicos no nos apoyamos en la autoridad de los Santos Padres ni en la autoridad de la Tradición. Nuestra regla de fe es la Biblia. Los hombres todos se equivocan con independencia de su situación, rango o cargo.
Sin embargo, hay que reconocer que en hombres como Jon Sobrino, trabajando en el centro del escándalo de la pobreza en el mundo, denunciando la injusticia y poniendo de relieve la exclusión de tantas personas que son criaturas e hijos de Dios, habría que mirar su obra en general, tanto la obra escrita como la obra de su vida en compromiso, en vez de entresacar ciertas frases, que, quizás fuera de sus contextos, al menos fuera del contexto de la situación de pobreza escandalosa en la que él se mueve, puedan tachar de erróneos los libros del teólogo Sobrino.
Dicen que se ha centrado más en el Jesús humano e histórico, que en el Jesús divino. Yo no creo que Jon Sobrino, a pesar de que quieran sacar ciertas frases de él como “En el Nuevo Testamento(...) hay expresiones que, en germen, llevarán a la confesión de fe en la divinidad de Jesús”, no crea en la divinidad de Jesús. Si así fuera y se demostrara, diría que realmente se equivoca, porque yo creo en la divinidad de Jesús. Así lo veo en la Biblia. Lo que yo también creo es que, este jesuita español, de cara al grito del hombre empobrecido y en compromiso con ellos, se ha visto en la necesidad de resaltar la humanidad de Jesús, su encarnación, su acercamiento al hombre, para destacar que, con tantas desigualdades inicuas, con más de media humanidad bajo la opresión, con más de ochocientos millones de hambrientos, este mundo en donde hay tantos millones de cristianos, está en abierta contradicción con el Evangelio de Cristo, y que ningún seguidor de Jesús, ante estas situaciones debería tener su conciencia tranquila. La neutralidad es ponerse del lado del opresor.
Para Jon Sobrino, como para muchas personas que están trabajando en ese filo de la navaja del compromiso con los pobres en un mundo insolidario, la vuelta a Galilea, al Jesús histórico, al Jesús que anduvo entre los hombres haciendo bienes, sanando, preocupándose de los pobres y de los proscritos, dando ejemplos de vida que debemos de seguir “porque ejemplo nos ha dado”, es como hacer que los cristianos, insolidarios y no comprometidos con el escándalo de la pobreza en el mundo y centrados en un evangelio desencarnado de la realidad y pendientes sólo del más allá, puedan volver su mirada al ejemplo que tenemos en el Jesús humano e histórico. Es posible que, a Jon Sobrino, la balanza se le haya desequilibrado un poco y haya enfatizado más al Jesús histórico, la vuelta a Galilea, al Jesús humano que al Jesús divino. Pero hay que fijarse en su situación, en su compromiso, en ese hombre que con su coherencia se sitúa en el filo de la navaja humana y religiosa. No siempre lo religioso es cristiano. No siempre las estructuras eclesiales son fieles al espíritu del cristianismo. Sobrino puede equivocarse al igual que tú y que yo, pero también puede equivocarse el pensamiento que emana de estructuras eclesiales rígidas y, a veces, no ajenas a la fuerza de la injusticia en el mundo. Porque el mundo es injusto y la voz de los cristianos no se oye con la fuerza con la que debería de oírse. Esa omisión ya es un error trágico.
Así, Jon Sobrino se plantea el papel de la iglesia en un mundo en el que predominan los pobres y los oprimidos:
“La iglesia de los pobres es (...) el lugar eclesial de la cristología, por ser una realidad configurada por los pobres”. Contra esto, lógicamente, puede tronar la estructura eclesial:
“El lugar eclesial de la cristología no puede ser la iglesia de los pobres, sino la fe apostólica”. Y quizás nosotros no tenemos nada que decir a esta rectificación. Sólo que la fe es una fuerza que mueve montañas, que actúa por el amor y, por qué no, a favor de los pobres... como Jesús, como el Maestro. La fe se vive en compromiso con Dios y con los pobres de este mundo, con el prójimo caído y debilitado. La fe que no es solidaria y que no está actuando con la fuerza del amor, es una fe muerta aunque esté apoyada por las estructuras eclesiales.
Volver a Galilea, al Jesús histórico no tiene por qué tener nada de negativo.
El Jesús histórico, el Jesús humano, era también Dios. Un Dios a quien adoramos y a quien agradecemos su interés por los pobres y proscritos del mundo. Un Dios salvador para al eternidad y salvador en nuestro aquí y en nuestro ahora en forma de liberación. El hombre puede tener errores, los teólogos pueden confundirse -no es necesario negar y decir que Jon Sobrino no se confunde-, pero, quizás, así lo creo yo, Dios no va a juzgar sólo la confusión de la frase escrita o de la clase impartida, sino el compromiso que hemos tenido con Dios, la realidad del amor con el que le hemos amado, nuestra fe actuante en medio de un mundo de dolor y como todo esto se ha reflejado en lo que debe ser semejante: el compromiso con el hombre, cómo le hemos amado y servido...
Venid Benditos de mi Padre... por mí lo hicisteis, dijo Jesús.
Por lo demás, como el hombre se puede equivocar, incluidos Jon Sobrino y yo mismo, me quedo con la revelación de Dios, con la Escritura, con su libre interpretación sin necesidad de que los Padres de la Iglesia, sujetos todos al error, o, en su caso, la Tradición, se me impongan por encima de la misma Sagrada Escritura.
Para mí las opiniones de la Congregación de la Doctrina de la Fe o el llamado, en su día, Santo Oficio, quedan subordinadas y relativizadas a la luz de lo que me puede mostrar mi libro de cabecera: la Santa Biblia. Desde ahí, algún día será juzgado Jon Sobrino. Mi deseo es que, en su momento, el Juez Justo le pueda decir: Bendito de mi Padre, entra en el gozo de tu Señor. Lo que hiciste, lo que dijiste, lo que denunciaste a favor de tantos pequeños excluidos y oprimidos, asumiendo tu riesgo de equivocarte, por mí lo hiciste.
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