Llega el sol

Cuando nuestro corazón se siente amado y comprendido en medio de la rutina de la vida, todo parece ir bien.

CON OTRO RITMO AUTOR 47/Jaime_Fernandez 27 DE JULIO DE 2020 09:00 h

Foto de [link]Jordan Wozniak [/link] en Unsplash.

Durante los últimos años juntos, los cuatro componentes de los Beatles tuvieron muchas discusiones con sus representantes y con las personas que llevaban las cuestiones legales y económicas. Esas discusiones, unidas a otras circunstancias fueron minando su amistad hasta llegar a separarlos. En una ocasión, George Harrison, harto de hablar siempre sobre lo mismo se fue a casa de su amigo Eric Clapton, y allí en el jardín se veía inmensamente feliz simplemente sintiendo como el sol acariciaba su rostro, sin hacer nada más. Tomó una guitarra y comenzó a componer su conocida melodía Here comes the sun.

“Ya llega el sol, y creo que eso está bien.

Cariño, he pasado un largo, frío y solitario invierno (…)

Ahora las sonrisas vuelven a los rostros

Parece como si la luz no hubiera existido durante años”

Existe una belleza irresistible en el “contentamiento”. Cuando nuestro corazón se siente amado y comprendido en medio de la rutina de la vida, todo parece ir bien. Muchos no llegan a comprender esa sensación porque siempre están buscando algo más, tener algo más, llegar a un lugar más alto, ganar algo más… son incapaces de vivir disfrutando de lo que ya tienen, del lugar en el que están y con las personas que les rodean. Parece como si nada les diera satisfacción como si el sol no brillase para ellos. Algo que resulta tan complicado como “ser feliz” se trata precisamente de eso: de disfrutar con la familia, las conversaciones, los abrazos, el trabajo, los paseos, la salud, las sonrisas, los amigos… Lo que casi siempre tenemos y no nos cuesta nada, pero no le damos valor.

No necesitamos mucho dinero ni tenemos que ser los más famosos del mundo para que nuestro corazón se sienta satisfecho. No necesitamos lo que otros tienen ni envidiamos lo que han conseguido porque nos sentimos contentos; disfrutamos de lo que tenemos y de lo que somos. Somos felices con quienes nos rodean y agradecemos cuando llega el sol… y cuando la lluvia cae. Tampoco tenemos que vencer en cada discusión ni nos hace falta tener razón para ser felices. No tenemos que derribar a otros para que nuestra vida tenga sentido.

No nos preocupan las mentiras ni los engaños de los demás, porque hemos aprendido a disfrutar del honor de intentar hacer las cosas bien y ayudar a todos. No nos preocupa tener mucho, nos basta con el contentamiento que nos regalan las cosas sencillas. No nos preocupamos por lo que pueda ocurrir; lo que venga, vendrá por más que queramos evitarlo. Lo que no va a suceder no ocupa nuestra mente ni nuestro corazón, simplemente vivimos y disfrutamos de los regalos que Dios nos da cada día. Confiamos en lo que el Señor nos dice: “No estéis preocupados por lo que habéis de comer para vivir, ni por la ropa con que habréis de cubrir vuestro cuerpo. La vida vale más que la comida, y el cuerpo más que la ropa” (Lucas 12:22,23). Dios nos cuida. Estamos tranquilos… y contentos.

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