Es la justicia que imponen los líderes de este mundo que solamente se mueven por el poder y el dinero. Se encumbran sobre la miseria de tantos y suben tan altos al poner a tantos bajo sus pies, que son adorados como líderes... los líderes del antirreino.
Pero la justicia que Jesús traía en su concepto del reino, no era así. Buscaba, más bien, el reverso de la justicia de los injustos. Una de sus normas del Reino era que los últimos, los pisados por la bota del justiciero injusto, deberían pasar al plano de los primeros. Y estas ideas eran tan fuertes que Jesús se jugaba en ello su vida. Jesús fue un peligro real para la justicia de los injustos. Quizás a Jesús no le mataron por llamarse Hijo de Dios, ni por su mensaje de salvación para la eternidad. Jesús suponía un peligro social para los injustos y había que matarlo. La muerte era un sistema de imponer justicia desde los injustos, desde los poderosos y líderes según el mundo... y hoy no es muy diferente. Quizás la diferencia sea que hoy no se mata violentamente a tantos que mueren por la imposición de justicia desde los injustos, sino que se les deja ir muriendo en el no-ser de la marginación o exclusión social. Se les mata lentamente en medio del hambre y de la miseria.
Hoy, en los contextos del ochenta por ciento de la humanidad pobre, se les está impartiendo la justicia de los injustos desde el despojo, el sometimiento y el abuso de poder. Se podrían citar lo mismo países que bancos que operan a nivel mundial. Se podrían citar los poderes de las multinacionales. Se podría hablar de las políticas de ajuste que se imponen a los países pobres, sea para controlar la devolución de la deuda externa u otros tipos de imponer una “justicia injusta”. Pero lo trágico es querer ir construyendo los sistemas que rigen el mundo de forma inhumana. No se está trabajando por una justicia que desarrolle y potencie lo humano, las relaciones de projimidad, de sororidad o hermandad. Se trabaja desde el ansia de poder y de mantener los privilegios de los poderosos. Estos poderes injustos están frenando la implantación universal del Reino de Dios que irrumpe con la figura de Jesús en nuestra historia. Frenan la utopía del Reino ante el silencio de la mayoría de los cristianos del mundo. Y muchas veces, desgraciadamente, los cristianos coquetean con estos poderes que implantan en el mundo la justicia de los injustos.
De ahí que los cristianos deberíamos ser utópicos y luchar con nuestra mirada puesta en la fraternidad, la igualdad y el ideal de projimidad que nos dejó Jesús. Si la justicia de los injustos frena tan tajantemente el avance del Reino, es, en muchos casos, porque los cristianos callamos y permanecemos mudos ante la injusticia. Tenemos que rescatar el ideal profético con el cual entroncó Jesús con su evangelio a los pobres, su recuerdo de los quebrantados y los oprimidos. Jesús lo hace dando ejemplo de cómo entroncar con la línea profética del Antiguo Testamento, profetas que lucharon por hacer justicia al huérfano, a la viuda y al extranjero, prototipos de los colectivos marginados del mundo. Hoy más que nunca se necesita la denuncia profética en pro de la justicia social que sólo los que son justificados por el Señor pueden reclamar con toda energía.
Si Isaías recibe el mandato de Dios que le decía:
“Grita a voz en cuello, levanta tu voz como de trompeta”, nosotros hoy tenemos la obligación de entroncar también con estos mensajes al estilo de Jesús. Si callamos somos cómplices y nuestro silencio va a apoyar la justicia de los injustos y va a abandonar la ley de Dios que es perfecta. Nuestro deseo de justicia no se debe relegar al silencio de los templos, ni debe quedar restringido a la oración personal y secreta.
La oración es importante, pero Dios demanda la voz y la acción de los cristianos en medio de un mundo de dolor... Quizás si los cristianos seguimos callando, las piedras tendrán que gritar.
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